¿Sabes? todo hay que sentirlo, notarlo, palparlo en lo más profundo de tu ser...

lunes, 28 de enero de 2019

Las imperfecciones de la vida bella:


Reconocer que la vida es imperfecta es adentrarse de lleno en la sabiduría más potente que podemos alcanzar. La vida ocurre en un margen de momentos, muchos de ellos escapan a nuestro control, algunos rozan lo ideal, otro por el contrario son el extremo que menos deseamos (estos tienden a ser los más habituales). 

Y mientras la vida ocurre, nosotros experimentamos con los sucesos, con las personas, con las situaciones y creamos así un álbum de experiencias que marcará nuestra personalidad, nuestro carácter, incluso algunos gustos y posiblemente nuestra capacidad para tomar según qué decisiones. 

Las imperfecciones de la vida son aquellas contra las que nos pegamos de bruces de manera completamente inesperada mientras viajamos en las nubes que hemos creado a través de nuestros mundos de yupi, pero el mundo, la experiencia terrenal en la que habitamos, requieren de que tengamos los pies sobre La Tierra y para que esto se de, debemos aterrizar bruscamente en diferentes momentos de nuestra vida. Esos choques, tan difíciles en algunas ocasiones, serán los aprendizajes más enriquecedores para nuestro ser. Y son fundamentales, no había ninguna manera para poder evitar ese acontecimiento, a si que toca asumirlo, vivir sin culpa y sacar lo mejor de esa experiencia o experiencias. 

Las imperfecciones de la vida sirven para separar el ideal, la expectativa... del presente. Y encontrar en el presente el verdadero fruto, la verdadera raíz y el verdadero potencial de nuestro ser. Las imperfecciones de la vida pueden funcionar para comprender que siempre, tanto interna como externamente, existe una batalla y una dualidad entre luces y sombras. 

Las imperfecciones de la vida son como zambullirse de lleno en la compleja realidad que arropa la psicología humana. Somos complejos, nuestras emociones, sentires, decisiones... Se trazan en una telaraña compleja a nivel educación, pensamientos, reacción, aprendizajes y puestas en marcha. Aceptar esta complejidad es liberarse y permitirse ser mas laxo con uno mismo y con otros, es abrirse a un concepto más comprensivo y compasivo, porque uno sabe que el abanico de la emocionalidad, de la conciencia, de la conexión... Es mucho más amplio. 

Las imperfecciones de la vida ayudan a lograr comprender el amor, como una energía perfecta, pero maestro de las cosas más difíciles que nos toca asumir de manera propia, mutua y colectiva. Porque despertará todo aquello que hasta ahora no queríamos ver o no podíamos ver. 

Las imperfecciones de la vida sirven para asumir el peso de algunas circunstancias y cargar con él hasta que esa situación se disipa en el propio tiempo. 

Las imperfecciones de la vida emergen para desarrollarse de la mejor manera incluso aunque eso signifique nadar a contracorriente en situaciones adversas que nos lleven al límite de nuestras capacidades. 

Las imperfecciones de la vida son en muchas ocasiones aceptar que no llegará esa deseada disculpa, pero perdonar de una manera real sin escuchar un "lo siento". 

Las imperfecciones de la vida como saber que esta es una experiencia sólo apta para valientes. Porque toca asumir que los problemas y las dificultades forman parte del vivir y la mayoría de ellas son inevitables. 

Las imperfecciones de la vida como aceptar lo inesperado, aunque esto a priori no nos parezca muy positivo. 

Aceptar las imperfecciones de la vida es deshacernos de un concepto desalentador "happy-flower" que nos desarraiga de la naturaleza y de la crudeza de la vida. La vida es dura y cruda, pero nosotros somos capaces de hacer maravillas incluso en los más arduos momentos, incluso en las más profundas tempestades e incluso en las más abruptas dificultades. Aunque todo se ponga en nuestra contra, tenemos esa capacidad para poder hacer algo mejor, algo más, para lograr resultados que realmente nos aporten, aunque aquello que nos aporten no se asemeje a lo que teníamos en mente. 

La vida no es sólo lidiar con los acontecimientos, es indiscutiblemente aprender a lidiar y convivir con uno mismo. Y en ese ejercicio es donde encontraremos más imperfección, pues vivir es asumir la imperfección como lo perfecto, como lo que funciona. Por encima de nuestro orden humano, existe un caos que es el que hace que todo sea posible. 

La imperfección de la vida es saber despegarse cuando estamos profundamente y tóxicamente apegados. Es saber despedirse, incluso cuando por desgracia ese "adiós" llegue de manera inesperada y como una mala sorpresa. 

La imperfección de la vida es asumir las heridas, algunas no cierran jamás y tenemos que vivir con un dolor silencioso que nos puede recordar cosas profundas. 

Ser capaces de vislumbrar la armonía dentro de la palabra imperfección y comprender que eso será así hasta el último de nuestros días, es aprender a vivir de una manera plena. Quien vive de una manera plena no está esperando que sus expectativas e ideales se cumplan de una manera exacta, asume la imperfección y aprende a surfear esas olas de la vida, olas que son curas a través de la realidad. 

Y a pesar de esto, como ocurre en cualquier paisaje, animal, ser, persona, instante... La vida es bella por encima de sus imperfecciones. 


lunes, 7 de enero de 2019

Los puentes de la vida:



El vaivén es una de las danzas del misterio de la vida. Lo único seguro es el cambio, es algo que sabemos pero que poca veces se atreven a decirnos. 

Quizás es por esto que nos cuesta tanto comprender que caminar por la vida es, la mayor parte del tiempo, un escurridizo sendero a mucha altura, como un puente sujeto por cuerdas que se balancea y mueve con cada uno de nuestros pasos. 

Algunos pasos son más arriesgados y las tablas que soportan nuestros pies se resquebrajan con solo poner la punta de nuestros dedos, otros pasos caen en tablas más seguras, más solidas, en las que nos mantenemos una temporada mientras recuperamos el aire, el aliento, de la adrenalina descargada en momentos anteriores. Cualquier decisión que tomamos en nuestra vida, incluso aquellas que están premeditadas y que intentamos elegir sabiamente, es una de esas baldas que componen el suelo sobre el que avanzamos en los puentes de la vida. Porque todas las decisiones, todos los caminos que recorremos, son puentes a gran altura que nos ponen a prueba, todo son pruebas de misterio, inquitud, movimiento, atrevimiento... Quedarnos demasiado tiempo varados en un tramo del puente empeora nuestra vida y es una situación que nos pone en riesgo. Corremos el riesgo de deteriorar ese único punto en el que estamos situados haciendo que termine cediendo por el peso de nuestro propio cuerpo, un peso continuo que se mantiene de manera estable en un único soporte, en un único punto de apoyo. Y aún peor, además de poder caer el abismo que hay bajo esos pies y tener que amarrarnos con rapidez a otro puente o a otro tablón, al quedarnos ahí anclados en un mismo lugar de esos senderos que cuelgan y se balancean, corremos un grave peligro: el de morirnos de hambre y frío. 

Quien se queda estático en un único punto de su vida, pierde el entusiasmo de la vida, corre el riesgo de morir de hambre a nivel mental, emocional, espiritual y de alma y por supuesto corre el riesgo de morir de frío. La inactividad de la vida no despierta el fuego de su espíritu y esto termina convirtiéndose en una congelación interna, un corazón que se convierte en témpano, una persona que muere en vida. 

La vida es un sendero marcado por innumerables puentes que se mantienen en el aire, colgando de un punto a otro y sujetos mágicamente por estrechas cuerdas. Avanzar en la vida es sin duda una peripecia continua, unos malabares aquí, una atención allá... Pero sobretodo es conservar un espíritu aventurero y seguir con la intención de caminar y caminar sobre esos tablones, sobre esas maderas que se mantienen suspendidas en el aire, a muchos metros de altura de cualquier otro lugar. 

Los puentes de la vida... Recorremos un puente al llegar a la vida, recorremos otro mientras vivimos, que en ocasiones se bifurca en pequeños puentes diferentes y por último recorremos un puente de regreso cuando terminamos esta enorme experiencia. 

Cada decisión, cada compromiso, cada elección, cada cambio, cada cosa que vemos... Es un paso más en esos puentes, en ese lugar que caminamos. A veces el puente se zarandea, despertando nuestros miedos más genuinos y primarios. En otras ocasiones parece un juego de niños, donde no sentimos que corramos ningún riesgo. A veces resulta agotador, pero a la mañana siguiente recuperamos el ánimo para seguir avanzando. 

Vivir es la mayor prueba de aventura y supervivencia que existe. No hay nada a la altura de lo que esto implica, de lo que esto es. Ni hay nada que llegue a crear lo que la propia vida nos hace crear y también lo que nos hace convertirnos. Incluso con los momentos de vértigo y los nudos en la garganta, sentimos que merece la pena progresar por ese sendero de madera y cuerda que cuelga de la magia y a lo que llamamos vida.