¿Sabes? todo hay que sentirlo, notarlo, palparlo en lo más profundo de tu ser...

domingo, 26 de noviembre de 2017

Mujeres anclas, mujeres de fortaleza.


Mujeres, en ocasiones nos toca llevar a cabo el papel de la fortaleza, la fuerza en si misma, del ancla que mantiene. En esas ocasiones puede que tomemos decisiones difíciles, donde lo correcto está por encima del impetuoso egoísmo y orgullo. Y es que, a veces, ser una mujer fuerte, y consciente, no resulta nada fácil. 

Tú y yo, somos el apoyo familiar, la capacidad de unir y transformar un evento inusual en un milagro hecho realidad. Somos arropo para aquellos que desfallecen, somos las palabras correctas y también somos aquellas que miramos más allá y vemos la realidad venir, antes incluso de que otros la perciban. 

Para muchos amigos somos la solidez, alguien con quien contar incluso en intempestivas horas. Somos el refugio, la persona que va a rescatar y que se ofrece a cuidar por encima de cualquier circunstancia. Somos el número de teléfono al que llaman cuando alguien, de repente, siente un miedo terrible y no sabe con quien más hablar. Somos la voz de calma para la ansiedad ajena, la confianza para la persona acobardada, el ejemplo para aquel que se paraliza ante sus resistencias, somos la luz de la confianza para quien ha olvidado quien es y somos la protección más imponente para aquellos que se sienten vulnerables y desarropados.

Somos la terapeuta que responde lo más rápido posible, que se vuelca en su oficio con mucho cariño, tesón y pasión. Somos la canción donde otros se acuerdan de ti porque habla de fortaleza, de amor verdadero, de transparencia y de coherencia alma-mente-corazón. 

Somos el recuerdo imborrable, alguien con quien siempre contar ya sea para enterrar un cadáver o para tomar un café (es broma lo del cadáver). Somos parte de un equipo de trabajo donde aportamos constancia, apoyo emocional, reconocimiento y agradecimiento. 

Somos la hija que nunca cumplió con lo que supone que tenía que cumplir, sin embargo, aun haciendo las cosas a su manera se ha convertido en una pieza fundamental de ejemplo, escucha y demostración. Somos la hermana que nunca deja para después, que prioriza por el amor de alguien con quien comparte gran parte de su genética. 

Somos la colega para tomar unas cañas y fumar, mientras rodeados de humo, se piensa en cambiar el mundo ideando cosas que conectan con la creatividad imparable que vive dentro del ser. Somos quienes nos ofrecemos voluntarias para las tareas más complejas, somos madres sin haberlo sido y cuando ya estamos en ello somos feroces, imparables y luchadoras, constructoras. 

Somos la persona a quien recordarás con más cariño, incluso aunque nos lleves al límite de nuestro aguante y despiertes nuestra rabia... Porque a pesar de nuestra respuesta impetuosa, tendrás muchas más cosas buenas que decir sobre nosotras, que malas. 

Hemos sido admiradas y valoradas y lo seguimos siendo, pero también somos, por experiencias de la vida, el tren que no pasa dos veces por la misma estación.

Somos las artistas que hacemos despertar al mundo para que nunca olvide su potencial. Somos la energía chamánica que fluye debajo de La Tierra, somos esas personas inesperadas con las que te topas y ponen patas arriba tu vida para que siempre conectes con tu corazón y no procrastines algo tan sagrado e importante. 

Nosotras somos las mujeres de esta tierra nueva; las que hemos decidido que el corazón es el símbolo que nos representa. Las que a pesar de que las batallas internas son las más difíciles de lidiar las llevamos a cabo intentando que salgan el menor número de heridos, y daños colaterales, posibles. 

Somos ese nombre que aparece en la pantalla de tu móvil y tímidamente sonríes porque ha sido un mensaje inesperado pero bien recibido, porque ha sido una llamada sorpresa pero en el momento idóneo... Porque suena a casualidad, cuando siempre ha sido conexión divina. 

Somos la justicia ante una injusticia. Somos la ética y la moral, somos quienes nos hemos puesto como proyecto de vida y como meta personal la actitud más impecable. Somos las palabras claras. 

Somos las brujas de esta sociedad desarrigada, somos el hogar para aquellos que se han visto desamparados y completamente solos. Somos la conversación que nutre el alma. Somos la demostración de que rendirse nunca es una opción, somos quienes reconocemos lo que nos toca por reconocer y aprendemos del error propio, y del externo, para hacer de nosotras alguien mejor, a pesar de la resistencia de la mente y de la exigencia.

Somos el adiós en el momento que alguien tiene que atreverse a decirlo. Somos la compasión, aunque deseemos en ese momento ser todo lo contrario. Somos el esfuerzo de mejorar lo peor de nosotras mismas, intentando a cada paso lograr superar metas de superación personal.

Somos el círculo, el deseo que despertamos con nuestra sola presencia. Somos “las cosas” lo mejor hechas posibles y si no salen bien, jamás nos podrán decir que nuestra intención no era buena, eso nunca.

Somos la observación, la libertad, las aprendices del desapego y del soltar. Somos en ocasiones la impaciencia maquillada, porque años atrás fuimos mucho más impacientes aún si cabe… Y de poco a poco, sin presiones, estamos aprendiendo a valorar y admirar el proceso del saber esperar, de la santa espera hecha patrón en nuestro camino.

Somos el anhelo de alguien, porque lo sabemos. Y también el deseo de otrxs tantxs... porque lo hemos vivido y nos tocará seguir viviéndolo.

Despertamos, a partes iguales, comodidad e incomodidad… Según con quién nos toque cruzarnos cara a cara.

Somos guerreras, independientes, capaces de enfrentarse incluso contra el peor temporal del mundo y saber, que al contrario de lo que los demás piensan, saldremos ganando.

Somos el amor propio que resurgió después de mucho tiempo permitiéndonos sufrir y que nos hiciesen daño. A pesar de esto, no, no siempre hemos sido, somos o seremos un ejemplo, porque asumimos que por encima de todo somos seres humanos, personas sin un gramo de perfección.

Hemos ido contra nuestros principios hasta que aprendimos que sin los principios uno no puede ser quien es y se pierde a merced del control que otros pueden tener sobre ti.

Hemos sido nuestro peor enemigo, nuestra batalla física y mental, la mayor destrucción contra nuestra persona y el odio hecho persona. No lo negamos, porque parte de lo que somos ha sido una transmutación y un resurgir de un pasado muy tóxico y dañino donde por poco nos fuimos para siempre.

Hemos estado enganchadas a conductas y patrones que nos han hecho explorar fondos oscuros. Adicciones y enfermedades con las que nos hemos presentado, vínculos afectivos destructivos, uniones sexuales que nos hicieron consumirnos, experiencias personales que hemos repetido una y otra vez a pesar de que los resultados siempre eran catastróficos… Sin todo esto no podría haber resurgido en nosotras la necesidad imperiosa por mejorar, por vibrar diferente, por iluminar y sobretodo no habríamos aprendido a comprender ni a ver /vivir de una forma diferente.

Hemos sido atacadas cuando apenas teníamos herramientas para defendernos y hemos perdonado a esos “agresores” para quedarnos cerca y ayudarles cuando no tenían nada más, entonces las caretas se vinieron abajo y los rolles dejaron de tener importancia, entonces aquellas personas vieron la verdad de quienes somos y entonces… Aprendimos lo que es el amor real, el amor de acompañar y perdonar incluso a quienes más has querido a pesar de que, durante largo tiempo, te condenaron bajo una etiqueta y un juicio sobre quien nunca has sido, sobre lo que nunca has hecho, sobre una intención que jamás fue así dentro de ti.

Somos esas raras bien, que caen bien (o muy mal) porque se nos ve sinceras y sin medias tintas, se nos ve de cara y eso es algo que una parte de la sociedad echa de menos porque cada vez hay menos.

Nadie se ha arrepentido en darnos una segunda oportunidad porque hemos demostrado que somos metamórficas y ante todo hemos demostrado lealtad.

Somos maestras y aprendices a tiempo completo, que no desconectan de su humildad y de su humanidad para seguir creciendo sin resistencias.

viernes, 24 de noviembre de 2017

Cuando nadie te espera en la estación:


La única cosa que más me duele de viajar es regresar. Es la vuelta a casa, y no tanto por la casa o por la rutina, es por ese vacío que siento pocos minutos antes de llegar a la estación o al aeropuerto sabiendo que no hay nadie para recibirte con un abrazo. 

Llevo muchos años cogiendo trenes de larga distancia, esto se debe a la separación de mis padres. Me encantaba bajar del tren y ver al otro lado de las puertas a mi madre o a mi padre esperando para preguntarme qué tal estaba, un gesto tan sencillo que para mí lo decía todo. Pero todo esto cambió cuando me volví adulta, ahora ya no tengo a nadie que me espere al otro lado de las puertas, todo se torna en una rutina habitual: tomar el primer transporte público más cercano de vuelta a casa, subir los cuatro pisos de casa, abrir la puerta y comenzar a colocar las cosas del equipaje. 

Es una rutina casi robótica, llena de melancolía y de anhelo. Cuando nadie te espera en la estación, y ves que a la mayoría sí les esperan, sientes un fuerte golpe justo en el estómago, algo que te deja KO por unos segundos y donde te toca, de nuevo, re-digerir la realidad de tu actual vida. Esa vida de soltera, independiente económica y emocionalmente, con familia a cientos de km y amigos con vidas de agendas apretadas y ajetreadas... Welcome to the adult life. Básicamente así lo siento. 

Fue doloroso el regreso de Costa Rica; cruzar el charco, coger la mochila de la cinta de equipaje y volver a casa en metro acompañada por mi infinita lista de reproducción de Spotify... ¡qué haría yo sin ella!. Y es igual de doloroso cuando vuelvo de cualquier viaje corto y me toca ir zigzagueando para esquivar a las personas que sí esperan a otros. 

Poema: "Cuando nadie te espera en la estación"

Los viajes que en el alma cargo...
Los largos km recorridos...
Los paisajes que en la mirada guardo...
Y los tantos momentos compartidos...
Se convierten en efímeros recuerdos...
Cuando al regreso del hogar
No hay nadie que abrace con cariño...

Qué dolorosa es la ausencia
De cualquiera que quisiera verme...
De un "hola de nuevo"...
De un "te eché de menos"...
O un simple "¿cómo ha ido?"...

Qué bonito el viaje...
Con su sed de aventura...
Y sus inexplorados segundos por delante...
Que parecen dejar lejanos...
El momento amargo...
La realidad imborrable...
Ese instante en el que al bajarte...
Poner los pies sobre La Tierra...
Y retomar rumbo a casa...
No hay nadie esperándote.

Qué amarga suena la ausencia...
Que indigestiva se hace entonces la soledad...
La vida de quien sólo se habita...
De quien no puede avisar a nadie más.

En esos momentos...
Desearía ser niña de nuevo...
Tener ahí a papá o a mamá...
Un abrazo que significa un hola...
Un buen recibimiento.

Qué difícil es ahora volver...
Cuando sabes que no te esperan...
Ni con un par de besos.

Mi medicina...


Una de las cosas que más he agradecido estos días, de desconexión laboral, ha sido poder retomar la escritura. Tomarme mi tiempo para inspirarme y otro tanto para plasmarlo. 

Escribir es para mi una pasión muy difícil de explicar con palabras, por incoherente que parezca. Es "el subidón", una sensación que no he alcanzado ni con ningún otro tipo de experiencias. Es lo que me hace sentir centrada y a la vez conectada con mi naturaleza, me ayuda a gestionar mis emociones más tristes y pesadas, transmutándolas por sabiduría y autoreconocimiento. Invertir horas y horas en escribir supone para mi un placer, mucho más que cualquier polvazo.

Éstas últimas semanas apenas he tenido tiempo para poder dedicarle toda la atención que merece y sentía que una parte dentro de mi desfallecía, aumentaba mi estrés, me sentía abatida y sin fuerzas para nada. Y entonces caí en la cuenta: mi medicina, por encima de todo, es escribir. 

Reconozco que no cumplo con las normas estipuladas para ser la mejor escritora del mundo, aún no tengo nada publicado más allá de revistas on-line y de mi propio blog, pero... Siento que escribir me hace ser quien soy. Y también me hace sentir mucho mejor aunque físicamente esté agotada o emocionalmente esté inundada. 

Sin la escritura no podría abrir mi corazón al entendimiento, ni tampoco podría compartir y ayudar a otros... Porque un gran porcentaje de mi trabajo personal y laboral tiene que ver con la comunicación, una comunicación que ha emergido y mejorado con el contacto del mundo literario y en concreto con haberme aventurado siempre a dar el paso de escribir y escribir. De hecho, desde el momento en el que se me corrigió la dislexia es algo que siempre me ha acompañado. 

De pequeña escribía pequeños cuentos y poemas, era la mejor en clase haciendo redacciones o inventando historias y poco a poco la escritura ha supuesto para mi una constante donde poder ser yo misma sin sentirme juzgada, a pesar de la evidente desnudez que muestran mis palabras. 

Gracias a escribir he podido llevar mejor los procesos que me ha tocado experimentar, he superado con mayor rapidez las rupturas amorosas y en los momentos donde me he sentido muy sola he conseguido transformarlo en un profundo texto donde me encontré a mi misma y entonces ya no necesitaba de nadie más, en un pis-pas esa soledad se transformó en autoencuentro. 

Escribir me hace, además, comprender mejor cada vivencia y cada experiencia, tanto del día a día, como del mundo espiritual en el que me adentro poco a poco. Por esto y por todo lo que podéis leer a diario... Escribir es mi medicina. Es donde soy realmente YO, franca y abierta. Escribir una carta de agradecimiento supone para mi poner todo mi corazón a vista del otro. Escribir una carta de reconocimiento y de disculpa es lo más vulnerable y real que puedo mostrar de mi persona. 

No podría imaginarme mi vida sin esta herramienta tan poderosa y enriquecedora.

jueves, 23 de noviembre de 2017

¿Cuándo te pilló?


Me pilló tan pequeña o me pilló tan grande... Me pilló tan preparada o me pilló en un momento que creí inadecuado. 

Me pilló de sorpresa o me pilló avisada... Me pilló después que a ti o me pilló antes.

Aquel momento nos encontró. En el preciso instante, en el correcto.

Y aquí estamos. Después o antes de cada acontecimiento. De cosas inesperadas, de vicios, de miedos, de escapes o de dejar escapar.

Estamos con más herramientas que entonces, estamos con más sabiduría. De eso no cabe ni cabrá duda.

El tiempo para y en él se dan "los momentos". Es algo que ocurre desde siempre y sin preguntar a nadie, porque forma parte de la vida en si misma.

Después siempre avanzaré. Abriendo puertas al paso.

Antes, así avancé. Antes incluso de decir "hola" y "adiós".

Si todo fuese más fácil, si todo fuese más claro... Quizás no me habría pillado. Quizás no te habría pillado. Quizás nunca hubiese ocurrido nada, quizás entonces no sería yo, quizás entonces nadie seria quien es. 


Sinceridad de una mujer profunda:


"Cuando una mujer, que es profunda, intensa, sensitiva, sensible, verdadera... Se sincera con quien se encuentra al otro lado de éstas palabras."

No podré borrar la profundidad de mis ojos. Ni con años entre arrugas, ni las cataratas... No podré borrar esa parte de mi ser.

Soy la falla más profunda del fondo marino. El abismo que casi nadie visita, la incógnita, la misma muerte si me apuras.

Soy la oscuridad perpetua que aterroriza al submarinista fuera de su hábitat natural... El suspiro, el silencio, la noche más encapotada. Espero que te guste eso, porque si buscas ligeras brisas, hojas caducas, caminos fáciles... Entonces esta no es la dirección correcta.

Soy el trabajo constante. La experiencia vivida. Y además soy eso que hago a, mi única e irrepetible, manera. 

Soy el punto y final. Las mareas que cambia, soy los ciclos, el proceso de las estaciones, la voz sin eco.

Por todo esto no podré borrar de mi cara, de mi vida y de mi qué hacer, la profundidad que mi mirada nunca oculta. No puedo deshacerme el sentir, tampoco la pasión, ni el arte... No podré, porque no querré.

Incluso cuando la vida aprieta y la rutina se convierte en constante, incluso cuando me apego al pensamiento mediocre, incluso cuando respondo con un "da igual" o cuando el cuerpo se echa hacia adelante por el cansancio... Incluso cuando por instantes dejo de ser yo, cuando voy a la parte práctica de la comodidad, incluso ahí: lo mantendré. Mantendré la profunda realidad de mi ser.

Cuando mi quietud incomoda y mi centro bulle como un torbellino dejándome templada y llena de paz... Incluso entones, podrás ver de nuevo esa profundad, esa intensidad, esa realidad...Algo que sobrecoge pero que también arropa, algo que guía, que no es poca cosa, algo que inspira y que mantiene con vida. 

martes, 21 de noviembre de 2017

El tacto que se halla en la comprensión:


A veces estamos como desnudos, sin nada más que nos arrope. Somos seres vulnerables y muy sensibles, por increíble que parezca ¿quién lo diría? Teniendo en cuenta el propio sistema que hemos parido y que nos rodea. 

Precisamente por esto, porque estamos desnudos y porque no tenemos nada más, somos tan frágiles. Esa es la palabra adecuada: fragilidad. Somos seres que cambiamos sutilmente, de manera gradual o de manera impactante e inesperada. Es por esto que debemos prestarnos y prestar atención a los demás. 

Todos habitamos 24/7 en esa, nuestra fragilidad. Y es desde aquí donde también nos protegemos o sobreprotegemos y nos convertimos, a veces, en piedra. Nadie puede huir de esta parte tan humana y quien huye de ella se condena, finalmente, al no sentir. 

Nuestra fragilidad, nuestra sensibilidad, nuestra parte blandita... Es donde se encuentra el corazón, lo que nos hace sentir cercanos con un cachorro o lo que nos hace tomar decisiones con ambición empática para lograr vivir en un mundo mejor, como la que tomamos la gente de filosofía vegetariana. Sin esa parte no podríamos tomar decisiones de corazón, ni siquiera podríamos aventurarnos al amor, ni a la pasión del sentimiento, no podríamos ponernos en el lugar de alguien ajeno a nosotros y tampoco podríamos imaginar un proyecto social o constructivo para con nosotros y con los demás. 

Esto es lo que debería hacernos abrir los ojos. Con esto no quiero decir que todos seamos perfectos peluchitos repletitos de sensibilidad, muchas veces metemos la pata con nosotros mismos, y por ende, también con los demás. Pero sí que es cierto que conforme crecemos, y más si tenemos esto presente, resultará mucho más fácil convivir, socializar, crear relaciones... Desde esta parte, que es una de esas partes "puras" del humano. 

Uno de los mayores problemas con los que nos encontramos hoy en día, es parte de la peligrosa falta de educación emocional, porque nadie nos ha hablado de la importancia de esta pieza que está dentro de nosotros. Entre muchos fallos con los que tenemos que vivir a diario, hasta lograr otra clase de futuro como individuos y como sociedad, tenemos que ser conscientes de ésta errata personal, colectiva, social, política... En general, una realidad muy cruda que se encuentra en cualquier aspecto que nos compone, sobretodo aquí en occidente. 

Y me refiero concretamente a que como nadie te ha dicho que es necesario mantener desarropada y desprotegida la sensibilidad y la fragilidad, a si que tendemos a meterla en un búnker en lo más profundo de nuestro ser. Cerramos y muchas veces tiramos la llave y esto nos lleva de lleno a respuestas orgullosas, falta de tacto y por tanto una enorme carencia comprensiva. 

El tacto hacia la parte más sensible, nuestra y de los demás, se encuentra en la comprensión. Ver reflejo en los procesos ajenos de vivencias que ya hemos experimentado y estar al lado admirando el progreso que cada cual tiene dentro de su camino, es uno de esos ejemplos de tacto que muchas veces nos hace tanta falta. 

Cuando uno comienza a trabajar con este tacto resulta tan beneficioso para la persona que lo recibe como para la persona que lo lleva a cabo. Y es que precisamente en esta comprensión/compasión, de la que ya he hablado en alguna ocasión en este blog, se halla una parte muy importante del empoderamiento personal, de la sabiduría y sobretodo del saber estar. 

El saber estar es una actitud que se adquiere según como aprendemos por el camino. Y en ese saber estar se enriquece, se cuece, emerge, se germina, se riega... La parte del tacto, de la comprensión, de la aceptación, del acompañamiento. Resulta que según cómo estamos evolucionando, ésta parte vibra en consonancia con un tipo de emoción o con otras y emana así unas ondas energéticas diferentes, que los demás percibirán, disfrutarán, vivirán y les servirá para su propio desarrollo independiente. 

El tacto que se halla en la comprensión es el abrazo cuando uno se siente completamente abatido. Es la persona que te acompaña cuando estás sumergido en las fallas más profundas de tus océanos de dudas. Es también quien entiende cuando tomas una decisión por un bien mayor y lo admira, aunque eso pueda dejar algún dolorcito y entiende también que el dolor es un proceso necesario también para la evolución, porque al final uno se sobrepone a cualquier dolor sobretodo si la conciencia está en consonancia con el corazón. 

El tacto de la comprensión es también el "bien hacer" que te hace dormir tranquilo. Es la impecabilidad en el acto, la voluntad del otro abrazada, es el cobijo y es una de las mayores demostraciones de amor que existen. 

Igual que necesitamos muchas veces que nos abracen o acaricien, igual que necesitamos de esa cercanía física, de esos detalles cuando alguien se sienta a nuestro lado o cuando alguien nos coge un mechón de pelo y nos lo pone detrás de la oreja... A nivel anímico y emocional también necesitamos, muchas veces, de este tipo de respuestas. 

El proceso ajeno, visto desde fuera, puede parecer muy sencillo... Sin embargo algo que nos puede ayudar a verlo desde fuera y sentirlo, al menos un poco más, es precisamente la compasión/comprensión. Es la empatía. 

Acariciar desde ahí, desde esa verdadero amor, desde ese cariño real, desde ese "todo está bien y no estás desamparad@" cambia quienes somos y también hace cambiar al resto. Esta es la materia principal para crear un mundo con una verdadera educación emocional. 

lunes, 20 de noviembre de 2017

Necesitamos más esperanza.


Necesitamos más esperanza. Necesitamos saber que vamos a abrirnos sin problemas, que todo estará bien y que todo, finalmente, brillará.

Necesitamos recuperar ese tintineo en la mirada, el mismo que una niña o un niño te comparte cuando te habla de su ilusión más profunda, aquella que nace del propio núcleo de la inocencia. 

Necesitamos más esperanza y es urgente y prioritario que seamos conscientes, cuanto antes, de ello. La esperanza es el único bálsamo capaz de mantenerte a flote y por mucho que otros lo nieguen, es la píldora adecuada incluso para el que vive entre incertidumbres, para quien teme la ambivalencia con la que convive, para quien tiene que verse cara a cara con la cruda realidad... La esperanza es mucho más que un acto de fe. Es también un acto rebelde contra todo aquel que ha querido mermar y destruir la parte más humana de tu persona. 

Es necesario que volvamos a hablar de cosas cotidianas como si se nos saliese el corazón por la boca y en esa necesidad también merecemos recibir a cambio una admiración, una plena escucha de nuestras palabras y sobretodo de nuestros sentires. Eso nos hará crecer en esperanza. 

La esperanza es la llamada al milagro. Quien no cree en ella no verá ante sus ojos ningún tipo de milagro, ni siquiera los que ocurren en nuestro día a día y de los que muchas veces no queremos ser testigos. La esperanza es la apertura al camino de la liberación y la elevación. Cualquier figura elevada y liberada que ayuda a la humanidad, ha depositado gran parte de sus aprendizajes y filosofías en una, o varias, conducta/s esperanzadora/s. También supone un hermoso trabajo con saber esperar, con comprender y abrazar el momento correcto. 

La esperanza no es la tonta ilusión para quien le faltan raíces, es la medicina para quien se está perdiendo permitiendo que otros, ya contaminados, le contagien del vacío, de la pena, de la condena... Sobre la esperanza crecen y germinan los sueños y los actos que hacemos por lograrlos, también crece y germina la ilusión, la luz, la conexión real con la confianza hacia el mundo y hacia el cosmos. 

Necesitamos más esperanza. Retomar hábitos esperanzadores y vibrar con la esperanza ajena. Comprender desde el corazón cuando alguien nos habla de algo que danza en esperanza y abrazarlo con una escucha real, con un tacto real, con una presencia real... Sin dárnoslas de sabiondos y sin romper la burbuja ni el globo que se infla. A veces, esperanza es lo único que tienen muchas personas en este mundo y su valor es tal que puede mantener la vida de alguien... Con esto quiero decir que muchas personas si no conservasen la mucha o poca esperanza que depositan en su vida, seguramente terminarían rindiéndose malviviendo o simplemente quitándose del medio. 

Ojalá vendiesen esperanza como el que vende aspirinas, creo que el mundo sería un lugar mejor, que nosotros nos sentiríamos mejor y que tendríamos bastantes menos miedos, porque seríamos capaces de conectar y vivir a favor de una energía tan impecable, pura y real como la propia esperanza. La esperanza no es algo que se aprenda, es algo innato que ya se percibe en los niños cuando te hablan de lo que les gustaría conseguir o de sus propias inquietudes rebosantes de energía e ilusión, es algo que ocurre en cualquier parte del mundo porque es esencial para vivir, es esencial para crear, es esencial para creer y es esencial para ser la parte sagrada que realmente somos. 

La palabra Esperanza viene de "esperar" del latín sperare (tener esperanza), vinculada con una raíz indoeuropea también presente en el adjetivo en latín "prosperus"(feliz/que se expansiona). 

Por eso la palabra "esperanza" (ya solamente con decirla se percibe) abre nuestros canales, aumenta nuestro campo áureo, nos dota de una sensación de bienestar y felicidad que nos lleva a una expansión con la que contactamos con lo más elevado de nosotros. Es ahí, dure lo que dure, donde podemos sentir que somos capaces de cualquier cosa y precisamente también es en la vibración de la esperanza como mejor podemos mandar los mensajes al universo. 

Cuando sientes esperanza es clarificador, sobretodo en el sentido de limpieza emocional y energética. En esperanza cualquier deseo que se manda encuentra muchas menos resistencias y obstáculos para llegar al destinatario más importante: el universo. 

Esperanza es lo que mantienen algunas personas enfermas, aunque sepan que su enfermedad es para siempre o que puede que ese proceso les esté matando, porque es lo que les hace sentir que hay algo más allí y es precisamente la esperanza la que nos hace abrir los ojos, realmente, y percibir ese "más" tan importante que se encuentra detrás de cualquier acontecimiento. 

Es urgente que podamos hablar con esperanza aunque sea en una charla entre cervezas o que podamos abrirnos a los demás con la esperanza de que todo va a ir bien y que esa persona es la correcta, es urgente que nadie intente destruir algo tan sagrado que realmente nos merecemos. También es imprescindible lograr comprender el mundo de los demás y cómo algo que para nosotros puede no tener ningún tipo de significado más allá, para esa persona es un chorro de esperanza y aire fresco.

 No todo el mundo puede disfrutar de su mundo interior con toda libertad, tampoco todo el mundo puede disfrutar del mundo exterior con toda plenitud... A pesar de esto, incluso en ellos, quedan pequeños atisbos de esperanza floreciendo entre cosas "sencillas", "fáciles" o que para ojos de otros pueden no tener la mínima importancia. Frente a esto es primordial ver realmente a los demás, observar lo que dice su alma a través de su mirada o como se asoma una ligera sonrisa, quizás lo único que conservan de su niña o niño interior, lo único que les vincula a una parte de su inocencia donde aún habita la esperanza que los mantiene con vida.

La esperanza es puro potencial y su energía es tan grande e impresionante que recuperarla (cuando la hemos perdido) es sin duda una de las sensaciones más dichosas y enormes que se pueden experimentar.

Acompañar en el camino de la esperanza es un acto de mucha humildad y una gran demostración de humanidad. 

sábado, 4 de noviembre de 2017

B O C A O (de rabia y veneno)


B O C A O (de rabia y veneno)
Poema sobre la toxicidad de algunos enganches que nos dejan maltrechos.

La parte oscura de cada persona emerge según qué dificultades se encuentre en su camino. Algunas de ellas son resultado de carencias afectivas, otras son contactos con realidades nunca imaginadas y muchas, muchas, tienen que ver con la fragilidad que existe cuando uno evoca al amor en una relación que es tóxica. Este poema es una terapia personal para canalizar el enfado que nace cuando, en ocasiones, tenemos relaciones donde no se nos valora todo lo grande que somos y donde se tiene nada o muy poco en cuenta nuestra parte emocional o nuestro corazón.

A pesar de lo explícito aquí descrito, no haría daño real a nadie por algo así. Soy humana y como tal acepto que estoy abierta a vivir experiencias que, a priori, no siempre van a ser bondadosas y en armonía, pero que siempre me van a enriquecer y mostrar algo importante de mi.

Te daría un bocao o un bocaito...
Según se tercie...
Y no de los de amor y cariñito...
Uno que te rompa en dos
Que te deje destrozado
Que te haga añicos...
En el moflete de la cara...
Por ser tan guapito...

Te daría un bocao o un bocaito...
Según se tercie...
Uno de esos, de antibiótico e intervención...
De vacuna de rabia...
Porque es lo que se me enciende
Con sólo saber de tu existencia...
Con escuchar tu nombre...
Con recordarte.

Te escupiría, sin ni siquiera masticarte...
Y no perdería más mi tiempo...
Lo invertiría en darte el bocao o bocaito...
De los de herida, sangre y cicatriz...
De los de veneno y escozor...
De los de carnívoro.

De los de loca de la cabeza...
Con una especie de complejo de zombie...
Posible psicótica paranoide...
Que lo único que siente es dolor
Y una horrible rabia dentro...
Algo que le corrompe y mata lento.

Por esto, precisamente por todo esto...
Te daría un bocao...
Un bocaito...
De los de sutura y curas...
De los de aguja y gasas...
De los de quitarte todas las dudas.
De los de dejarte las cosas bien claras.
De esos que dejan huella...
Una marca que nunca se va, que nunca se marcha.

Tú chillarías "puta loca"
Y yo...
Te daría un bocao...
O un bocaito...
Con todo mi amor-odio...
Y las ganas de destruirte un poquito...
O de destrozarte enterito...
Vengarme, bien vengado...

Te daría...
Y antes de volver a pensarlo....
 Te escribo...
"¿Quedamos a tomar un café?"
Y sigo...
"O una cena, total, yo invito"
Y lo sabes...

Aseguro noche caliente...
Algún beso y entonces...
Es posible que también sexo...
Lo que no sabes es que...
Entre tanto te espera...
Un bocao...
O un bocaito...
Según se tercie la luna...
Según me escuezas por dentro...
Según me duela el corazón...
Según conecte con mi parte de Escorpio...
Que se impacienta con los brazos cruzados...
Esperándo verte hecho ya escombros.


jueves, 2 de noviembre de 2017

Mi propia Alicia:

Advertencia: Este blog no promueve, favorece o facilita el consumo de ningún tipo de sustancia ilegal.  

El viaje de reencontrarse, viendo como todo emerge en una franja de tiempo relativo y efimero. Corto, porque el tiempo siempre es corto y muchas, muchas veces, llegamos tarde: tarde a donde sea, tarde para quien sea, tarde con nosotros, tarde con la vida, tarde con el amor. 

Todo esto viene inspirado por una experiencia que tuve, no hace mucho, con setas-hongos alucinógenos. Así como se dice normalmente. 

No es mi primer contacto con alucinógenos y los que lleváis siguiéndome un tiempo sabéis que gracias a mi experiencia con la Ayahuasca pude superar y asimilar ciertos traumas personales, de la infancia,que cohibían cosas naturales de mi persona, de mi vida. 

Esta experiencia fue diferente. Me descubrí mientras descubría algunas realidades y teorías a las que no había llegado antes. Y lejos, muy lejos, de sentirme una histérica loca y fuera de si, tras ese primer contacto en concreto con ese mundo, el mundo de las setas, me encontré muy real, muy yo y es algo muy gratificante. 

También es cierto que no es oro todo lo que reluce y que una parte de mi experiencia fue reconocer algo que me "atormenta" a diario y es la sensación de aburrimiento diario, algo con lo que convivo como parte de mi rutina. Esa falta de estimulación fue una cosa que salió y se hizo evidente. Hizo evidente la necesidad y prioridad por llenar mi vida con cosas que sumen, que realmente me llenen, que realmente me hagan sentir en sintonía con quien soy, con lo que puedo hacer, con lo enorme que puede ser uno por dentro y con lo lejos que pueden llegar sus propias herramientas personales y capacidades. 

Las horas que duró la experiencia me hicieron también llegar a un punto de inflexión, también muy importante, en el cual me descubrí como una Alicia dentro de mi propio mundo de las maravillas. Topándome cara a cara con maestros de todas las formas posibles y todos esos maestros son un evidente y claro reflejo de mi capacidad para auto-ayudarme y para auto-guiarme. En ellos vi la misma vibración que hay en mi, una vibración de capacidad de conexión, de desarrollo y de crecimiento imparable. También de inspiración y de ayuda. 

Me sentí como ese conejo asustado porque llegaba tarde. Porque sinceramente una parte de mi tenía un pavor, un pánico, por estar perdiendo el tiempo en cosas que realmente en la parte más sagrada e importante de la vida, poco importan. Y ahí te paras a reflexionar, durante y post experiencia, y te das cuenta de la cantidad de segundos, minutos y horas irrecuperables y sagrados que invertimos en situaciones que poco tienen para sumar, que poco tienen para hacernos ser, que mucho tienen para entretener y solo adormecernos un poco más. 

Me di cuenta también de lo importante que es poder encontrar a gente que, aunque no esté de acuerdo con todo lo que pienses y digas y puedan opinar de forma diferente, te permitan ser tú. Te permitan, realmente expresarte y compartir cada vivencia con respeto, sin una pega, sin un prejuicio, sin una orden, sin un "si yo fuese tú...". Y es que no hay nada más íntimo que el contacto con sustancias que te hacen auto-descubrirte y en esa parte tan tierna, real, desnuda... Se encuentra una realidad muy valiosa de tu persona, una realidad que ojalá puedas descubrir frente a otros para que esos otros sepan quién eres tú. Sin más miramientos, cómodos y agustitos.

Todos merecemos decirle a la gente "viví aquello" y recibir a cambio una respuesta constructiva, lejos de prejuicios, de "yo más", de discusiones sin sentidos y lejos, lo más lejos posible, de comparaciones. Todos merecemos compartir "me atemoriza esto" o "mi peor experiencia en la vida ha sido tal", también merecemos compartir cómo hemos logrado superarnos a nosotros mismos o de donde hallamos la fuerza suficiente para recuperarnos cuando algo nos pega fuerte... Merecemos mostrarnos, compartir, hablar... Desde lo que hemos sido, somos y soñamos con ser.

Me di cuenta del disfrute de uno mismo y de la poca apreciación, a veces nula, que tenemos hacia  eso. Igual que también existe una nula apreciación-importancia hacia todo lo que nos rodea: plantas animales, objetos, instantes, colores del cielo... Y esa ausencia de darle valor a las cosas/seres también hace que nuestra vida carezca de un valor que no se puede llenar de otra forma.
Observé lo amplio y enorme que es el rango de hacer el amor y precisamente necesitamos hacer mucho el amor: primero a nosotros y luego a los demás. No solo con sexo, no os equivoquéis, también está hacer el amor con una sonrisa, con un "yo te escucho", con un "sigo aquí", con una llamada... Incluso con una mirada. Una buena amistad es hacer el amor, una buena presencia, ser buenos compañeros, ser buenos vecinos... Hay infinitas maneras de hacer el amor y necesitamos vivirlo, proyectarlo e integrarlo así. Y mientras lo vivimos, lo proyectamos, disfrutarlo. Encontrar el placer en que, muchas cosas de la vida, son hacer el amor y compartirlo. 

Y que es urgente y prioritario que vivamos haciendo el amor, para aprovechar la vida, para aprovechar la experiencia terrenal, para aprovechar el tiempo en si mismo, para no arrepentirnos, para que nunca sea demasiado tarde ni lleguemos tarde y sobretodo para encontrarnos. Es hacerte el amor priorizar por lo que realmente es tu sueño y hacer lo posible porque sea una realidad. Es hacerte el amor tomarte un momento para disfrutar, esforzarte al máximo para cruzar una meta, proponerte retos, abrirte a alguien, dar un paso decisivo, atreverte, ser valiente, hablar con el corazón... También es hacer el amor la aceptación plena incluso de cosas que nos desagradan, aprender a fluir, no tomarse nada a personal, entender que los demás son, no atormentarse con un error del pasado. 

Nos falta mucho de vivir haciendo el amor. Nos falta también aceptar que los demás encuentren otras formas de descubrirse, que si bien en primer lugar nos pueden producir rechazo, también hay otra parte de nosotros que desea o anhela (en cierta medida) poder hacer lo mismo, a pesar de esa incertidumbre o ese miedo que nos puede corromper. 

Me encontré con mi propia Alicia personal, autoexplorando un paraje interno lleno de pequeños alter-egos de todas las formas y colores, también de partes de mi persona ya liberadas y de una necesidad, imperiosa, por romper con cadenas que me adormecen mientras pasa lo único que no voy a poder recuperar jamás: la vida. 

Y me desperté, con mucho por hacer, otro tanto que integrar... Pero al menos una conciencia tranquila porque pese a todo, aún estoy a tiempo. Y también porque aunque cometa errores, equivocaciones o meta la pata (conmigo o con los demás) no son tan graves, no lo hago tan mal, no soy mala. Y eso ha sido un bálsamo para mi conciencia. 

Otro día os hablaré de la parte más entretenida de esta experiencia, que fue aceptar que la mente es algo que no se puede destruir y que el truco está en convivir con ella sin que acapare toda nuestra atención, tomándola como un visitante temporal que va y viene pero que no tiene más poder sobre nosotros que el que nosotros le permitimos. 

Ellos lo llaman amor líquido:



"Y cuando nos encontremos, esta mierda del amor líquido será algo del pasado más que superado.
Estaremos renovados. Y podré ser yo, con todo lo que ando descubriendo, sin que me juzgues, critiques o exijas a cambio. Y tú podrás ser tú y compartirlo conmigo.
Con mil viajes por compartir"

De una herida nació otra herida, quizás un poco más pequeña en algunos aspectos y quizás, solo quizás, un poco más grande en otros. Y de esa herida nació otra herida, con la misma descripción y  de esta otra nació otra más... Y así sucesivamente hasta llegar aquí, a este momento, a este ahora, este instante donde somos tú y yo. 

Nos preceden antepasados con mil historias que conocemos y otras tantas que desconocemos, entre ellas los entresijos más divertidos, como aquellos donde se esconden las emociones y los pensamientos, que son mucho de lo que somos y de lo que podemos influenciar en que sean otros. Y esos antepasados son también nosotros. Nos preceden historias, historias que preferimos imaginar que están olvidadas pero siguen habitando en nuestro ser, debajo de nuestra piel, latentes como el primer día.

En pleno S XXI es curioso como en una enorme ciudad te topas con muchas personas que llegan a un mismo problema (o no problema según para quien) y es la enorme dificultad de encontrar a alguien con quien entablar una relación, algo real de donde no haga falta escapar. 

Quizás la sobre-estimulación o el hecho de que tenemos a nuestro alcance cientos de oportunidades más, nos hacen volvernos más exigentes o no sé... El caso es que con unas cosas u otras vamos saltando de relación en relación, algo de lo que he hablado ya en varias ocasiones ne este blog. A lo que menos hincapié he hecho, y que sin embargo es muy importante, es que al saltar tan rápido de unos procesos emocionales a otros, sin integrar ni aprender, nos autocondenamos a repetir los mismos patrones y esa conducta repetitiva termina por convertirse en un hábito, una rutina en la que nos acomodamos a pesar del dolor que nos pueda transmitir, pero que cuando uno se acostumbra le coge cierta apreciación o cariño (porque es lo que tiene el roce, que produce cariño). 

De hecho es bastante común observar como muchas personas saltan de una relación a otra sin aprender nada por el camino y cuando ya han saltado lo suficiente como para sentirse exhaustos, terminan optando por una decisión desesperada: elegir por comodidad al compañero/a, en vez de por verdadera admiración y amor.

 Y claro, esto funciona a medias, por un lado se crea un cariño real porque hay un contacto cercano y real, por otro lado se convive consciente o inconscientemente con la ausencia de algo necesario: el fuego de una relación, el verdadero amor, aquello que te enciende la chispa. Y si bien es cierto también que esto se puede "solventar" con mucho de sexo, hay un momento que cuando terminas uno de esos polvazos te quedas mirando al techo y sientes, realmente lo sientes, que entre tanto contacto de piel falta algo necesario... Y no me refiero a malignas mariposas que generan expectativas y que nos condenan a caminos de amor romántico dañino, me refiero a una conexión más real, más de "esto sí es un verdadero desnudo". La ausencia de ese verdadero desnudo destapa otra realidad, de la que muchos no quieren hablar para no asumir que su relación se basa en una parte que no es auténtica, la realidad de que falta mucho para que puedas ser tu mismo, la realidad de que condenas muchas de esas ideas que compartes en voz alta a no hacerse realidad... La realidad de que sigues con una venda en los ojos, simplemente, por estar cómodo. 

Y al final esas relaciones se rompen y vuelve a surgir el mal hábito, ese amor temporero que ni es amor ni es ná, en las cuales te entretienes con sexo, algunas conversaciones sabor a cerveza donde nadie va a cambiar el mundo pero parece que sí, una amarga sensación de que todo es una mera ilusión pasajera y unos cuantos orgasmos más con los que al menos no te podrán quitar lo bailao. 

Ellos lo llaman amor líquido. Todas esas personas que analizan la complejidad de esta sociedad actual, donde somos adultos casi por imperativo legal, donde nadie nos ha dicho que nos faltan mil herramientas, donde se desvirtúa una parte que era el núcleo del humano como persona y como humano. Esta sociedad dividida en mil caminos, en millones de opciones, en tropecientas realidades que convergen y emergen, ellos lo llaman amor líquido... No he buscado el significado pero supongo, aunque no lo sé, que hace referencia a algo que cambia de forma, que no se puede atrapar, que te nutre y luego se marcha. Yo lo llamo heridas de heridas que tienen más heridas y no sabemos como salir de ese círculo. 

Yo lo llamo falta de compromiso, demasiadas dosis de miedo, lo llamo idealización de uno mismo y proyección de esa idealización hacia el otro. También lo llamo desesperación, no saber estar a solas, necesidad imperiosa por contacto porque se nos da fatal vivir sin que nadie nos toque bien adentro, aunque esa ausencia pueda ser para nuestro bien ya que nos ayuda a superar y sanar el pasado, y cuando hemos hecho esto es entonces cuando estamos dispuestos y preparados realmente para un re-contacto con otra piel. Yo lo llamo incoherencia, lo llamo no ser realistas con el paso del tiempo, no ser realista con uno mismo y por supuesto, falta de disposición. Seamos sinceros: hay muchas personas que no están dispuestas al amor.

Esto ocurre porque el amor es el maestro que hace resurgir tus verdaderos miedos. Patrones, memorias ancestrales, realidades de tu persona que solo salen a flote cuando estás conviviendo con una o un compañero. Cuando das ese paso de compartir, cuando ya el camino no es crecer solo, cuando el camino también es crecer en compañía. 

Nos enredamos en relaciones donde no somos capaces de decir "te quiero" o "te amo", sea ese amor para toda la vida o no, pero es que precisamente lo que nos faltan son relaciones con ternura, con cariño del bueno, con amor sincero. Todo se esconde detrás de una cortina donde existen bombas de humo tras las cuales muchas personas huyen, donde existen polvos vacíos, donde no existen conversaciones profundas, donde no podemos ser, donde no se dicen buenos días, donde no se integra al otro, donde se esconde y oculta una parte de tu vida porque no quieres que piensen que vas demasiado en serio, demasiado real, demasiado humano... No vaya a ser, pongamos un ejemplo, que realmente eso funcione y tengamos que ponernos manos a la obra con otra parte de la evolución y del desarrollo de nuestra persona y vida. No vaya a ser que todo eso cambie una parte importante de esta experiencia, no vaya a ser... Que al final funcione tan bien eso de tomarlo en serio que sea un presente y un futuro donde vivamos junto con alguien sin arrepentirnos ni un segundo. 

Pero no, no abrimos ni la más pequeña posibilidad. Estamos tan llenos de cicatrices, tan rotos y destruídos que a veces nos agarramos a la idea de que no merece la gracia ni la pena el más mínimo intento. 

Ellos lo llaman amor liquido, pero yo no creo ni que tenga amor, yo lo llamaría "ausencia de amor". Una ausencia de amor, propio y en conjunto, que nos hace ser así en ocasiones de la siguiente manera: sin empatizar, sin comprender, diciendo que a nosotros siempre nos duele más, sin querer si quiera imaginar cómo habrán sido los procesos del otro para llegar a ser quien es, sin indagar, solo exigiendo, solo tocándonos o pajeándonos con la idea del físico, de los besos, del calor... De todo eso que se humedece o se pone muy duro, bien duro. Y ahí, en ese abismo caemos una y otra vez, una forma repetitiva de conducir la vida, de conducir una parte de nosotros.

Nos topamos con personas que al final ni llegamos a conocer, perdemos grandes oportunidades para madurar y enriquecernos, forzamos a otros a tomar las mismas decisiones que nosotros, nos creemos ejemplo cuando en nuestra relación realmente falta algo "más" pero la ondeamos al viento e intentamos que los demás caigan en esa misma trapa del ego: esa que no está conducida por el corazón. Generalizamos, no somos fieles al sentir de las entrañas... Si las bragas ya están un poco mojadas, cedemos. Aunque a nuestro cerebro le falten horas de lubricación y nuestro corazón anhele un beso real, sincero. 

Nos acostamos una noche. A la mañana siguiente nos levantamos y con un par de días nos damos cuenta de que no estamos para el otro, de que las intenciones se han esfumado, de que las admiraciones eran banales, de que todo ha sido efímero como el aire que entra en los pulmones y sale... Todo ha sido, sin ser, como un abrir y cerrar de ojos. 

Y cuando alguien nos pone patas arriba, cuando nos duele su ausencia, cuando su rabia porque hemos corrompido algo de su ser se posa en nosotros, nos autoconvencemos de que no amamos o no te queremos con pasión y desde el orgullo rompemos con todo. Yo también lo he hecho. Y entonces ahí es un adiós de una construcción que se viene abajo donde se quedan millones de raíces conectadas y que, en cierta medida, cohibirán quién soy y seré en un futuro con otras personas. 

Cuando alguien nos quiere realmente, cuando está dispuesto, a veces lo manipulamos y nos aprovechamos de su cariño sin fronteras, de esa demostración de "ey, te quiero y te amo más de lo que jamás te has querido y amado" y lo mantenemos con la puerta entre abierta, porque es cierto que nos aporta algo que nadie más nos aporta: amor real. Y aunque por las noches  nos entretenemos con fotos de otras y de otros, con besos de otras y de otros, cuando necesitamos amor real tiramos de esa puerta entreabierta. Esa puerta, que es un ser humano y al que demostramos que nos importa un pepino como se sienta consigo mismo y con este roll, con esta relación donde no se tiene en cuenta lo más profundo de su ser, lo más real de su persona... El amor que siente, el enganche que vive, el sufrimiento que experimenta cuando hacemos vacío pero luego, si nos conviene, reconectamos. 

Conocemos a alguien, conectamos maravillosamente una noche aunque solo sea con unos besos pasionales, nos abrimos un poco y nos entra un vértigo tan grande, tan enorme, tan... De eso que asfixia, que salimos corriendo y nos ausentamos con la excusa de lo mucho que siempre tenemos que hacer. Pasan los días, las semanas y de repente caemos en la cuenta: ese alguien nos gustaba, un poco más de lo que pensábamos y cuando volvemos a retomar contacto ese alguien ya no está, se ha esfumado, no podía tirarse la vida esperando a que nosotros llegásemos a ese reconocimiento. Y ahí lo vemos claro: hay trenes que se marchan y cuando deciden irse, jamás vuelven. 

Decidimos dar el paso de reconocer que algo es serio en un momento en el que una persona ya se ha cansado de implorarlo y luego cuando vamos a hacerlo y la otra persona ya no tiene interés en nosotros la culpamos. 

Repetimos nuestra disposición al tonteo con otras personas, a esa calentura temporal, aun cuando tenemos seguro cerca de nuestro corazón a alguien que para nosotros si es especial. Y esa actitud hace que esa persona deje de sentirse especial y todo se va deshaciendo y desvaneciéndose delante de nuestros ojos hasta terminar por desaparecer. Y ahí, es un adiós (o quizás un hasta luego) donde se queda mucho dolor, mucha responsabilidad y mucho por asumir y superar.

Damos segundas e incluso terceras oportunidades a personas que solo con mirarnos nos hacen sentir en casa y entre unas cosas y otras la final solo se convierte en un arrepentimiento, en una brecha enorme que vuelve a sangrar de nuevo, es una coletilla que nos atormenta con la frase de "ojalá no lo hubiese hecho". Ahí, nos encogemos de nuevo y volvemos a nuestra predisposición de ser piedras, de no abrirnos, de poner límites, de mantener a los demás muy lejos.

Y así, una experiencia tras otra, un ejemplo tras otro, una realidad tras otra que seguramente te suene conocida y familiar. Una historia tras otra donde suena la misma cantinela con otros colores de piel, otros nombres y apellidos, otros lugares.  

Ellos lo llaman experiencias del amor líquido... Yo lo llamo "me siento bien jodida por dentro".