¿Sabes? todo hay que sentirlo, notarlo, palparlo en lo más profundo de tu ser...

miércoles, 17 de marzo de 2021

Adversidad, vida y nacimiento.


 

Hay gente que teme la adversidad, lo incómodo de la adversidad le genera asco, rechazo... O como diríamos los más jóvenes (y ya no tan jóvenes) la adversidad les raya. Yo, yo sin embargo la encaro.

El propio inicio de la vida siempre me ha parecido una peripecia ingeniosa para sobrepasar la adversidad. Si analizamos poéticamente un parto podemos ver una madre que sufre, lucha contra el dolor, el dolor siempre es una sensación adversa que nos genera temor, lucha contra todo lo pulcro, lo llano, lo fácil... Porque, yo no he parido, pero he visto parir y os digo que no es nada fácil. 

Naces acompañado, posiblemente, hasta de mierda. Literal. No te asustes, del camino de dificultad y de mierda que vas a tener en la vida, posiblemente, sea el que te resulte más fácil (si todo va bien). Tu madre te empuja con todas sus fuerzas, las mismas fuerzas que puedes tener o necesitar para superar obstáculos más adelante, te empuja y llora porque le duele parir como una punzada que le divide el cuerpo en dos, creo que tu madre a partir de ese momento se ha encontrado con la versión más fuerte de si misma. Y bueno, ella empuja, viendo anonadada cómo la vida se abre paso entre sangre, desgarrándola, amando la vida a la vez que le atemoriza. Y aunque tu madre sea atea, rezará, rezará para que todo vaya bien y sobre todo rezará para que tú, por encima de ella, nazcas sano y con vida. Porque tu madre, que ya ha visto mundo antes de que vengas aquí, sabe que la vida es dificultad, que está llena de imprevistos inesperados y que muchos son desagradables, negativos, difíciles... Algunos ni siquiera tienen solución. 

Y así ocurre. Quizás la felicidad solo sea una hebra abriéndose paso por un montón de caca que nos descoloca. La felicidad existe, pero no es para siempre, es como esa cosas que te llenan de golpe pero que sabes que por su naturaleza no pueden quedarse ahí, estáticas y permanentes. Ocurre con la belleza de un ramo de flores, efímero y colosal en su estética, pero temporero y caduco con el tiempo. Su naturaleza es así, lo has arrancado y ahora el tiempo no corre a su favor. Pero la felicidad es también así. 

Ocurre que nos mal educamos y mal acostumbramos a ese subidón y a esa comodidad. Como si una zona de confort se mantuviese para toda la vida y no fuese sensible a los cambios inherentes de la existencia. Eso es imposible, amigos y amigas, imposible. Lo único seguro en esta vida es el cambio, no apuesto por nada más. La muerte también forma parte de este cambio. 

El subidón nos vuelve adictos. Lo necesitamos como agua de mayo, como un perdido náufrago en una isla rodeada por un mar que si lo bebe le causará aún más deshidratación y busca desesperado una fuente de agua dulce. Y esto nos empuja a sentir rechazo, asco, a perder importantes herramientas para desenvolvernos con soltura y autonomía ante los problemas de la vida, ante los palos inesperados, ante las dificultades, ante lo que nos desborda. 

Hay personas que se hunden en la adversidad de la vida. Les sobrepasa de una manera indescriptible. Se vuelven niños pequeños sin herramientas, como si toda su vida de adulta desapareciese de golpe y plomazo. Y solo buscan y rebuscan en la vida un camino pausado, suave, sin problemas de ningún tipo, sin piedras... Quieren andar a su ritmo y que nada ni nadie pueda venir a destruir esa falsa sensación de bienestar. 

Pero la vida se abre paso, igual que se abrió paso cuando tú naciste, y les pone cara contra la realidad del mundo. La gente que aman pueden enfermar o morir, para saber querer en relación hay que tener mucha madurez y afrontar muchas cosas, para lograr cruzar metas más altas hay que luchar contra nuestra sensación de pereza y comodidad... La vida les da un golpe detrás de otro enseñándoles que nada es sencillo, nada es tan fácil, ni siquiera para la naturaleza salvaje lo es. La vida tiene mucho de difícil y también mucho de cruel, aunque queramos romantizarla constantemente para hacerla más llevadera, que me parece maravilloso y perfecto, pero la realidad difícil de digerir va a seguir ahí aunque cerremos los ojos apretándolos con fuerza. 

En la vida hay dos clases de personas, como os digo, los que con la dificultad y la adversidad se mueren en vida o huyen aterrados buscando el consuelo de las faldas de su mamá y los que asumen que la adversidad está ahí, que hay que hacerle frente y que muy posiblemente ese contacto con lo adverso también cambiará quienes son ellos, pero eso es algo inevitable y que forma parte del crecimiento y de la madurez.