¿Sabes? todo hay que sentirlo, notarlo, palparlo en lo más profundo de tu ser...

domingo, 26 de julio de 2020

El alud de Kali:


Me han dado tantos palos que aún quedan moretones hasta en zonas inexistentes de mi ser. Se me rompió la sonrisa del alma con una innumerable cantidad de hostias, se fragmentó mi motivo de existencia al poco de tomar consciencia de mi misma y hay una parte de mi que murió y que jamás volverá. Quizás sea esa a la que siempre echaré de menos. 

A pesar de los daños y a pesar de los años, siempre me propuse ser la mejor versión de mi misma y desgraciadamente no es algo que pueda cumplir a diario. Todo esto me hace bailar entre el miedo y el amor, en un vaivén no apto para personas que sufran de vértigo.

Adquirí patrones que detesto porque fueron los únicos que me mantuvieron a flote, empecé a fumar a la edad de los 26 años porque la vida me consumía tanto que quise tomarme algo que me diese una pausa entre tanta guerra, a pesar de destruirme por dentro... Ya me sentía llena de escombros.

A nadie le recomendaría pasar ni por la mitad de lo que he pasado. Dentro de mí vive una bestia que lo único que le importa es que salga lo menos herida posible, cuida con recelo lo más importante de mi, porque es lo único que me queda. 

Empecé vidas desde 0 y las perdí con mucha más facilidad que como las construí, dejé mi confianza en manos que escondían puñales y he visto la traición detrás de la palabra familia. La soledad siempre ha sido una fiel compañera y gracias a ella, a pesar de mi carácter sociable, me he mantenido curándome las suturas del alma. Me gusta pensar que hay un cambio en mi, pero a veces creo que quizás es solo una falsa ilusión. 

Me he esforzado por no rendirme del todo cuando me quedé sin nada y aún hoy no siento cual es ese lugar donde encajo, como una pieza en este inmenso puzzle. Todo me llega directo al corazón y es que a pesar de las corazas y del radicalismo, lo cierto es que lo vivo todo tan intenso que parece como si las paredes de mi interior fuesen de papel de fumar. Dejé de serme fiel y sé lo que duele, es como una sensación de auto-rechazo y un castigo que se arrastra de por vida, porque esos recuerdos jamás se olvidan. 

Con pena, reconozco que cuando me sobrepasa algo soy un alud que embiste todo, escupo arrasando con lo que hay por medio. Aunque he de decir que jamás lo escondí, llevo tatuada en la piel el símbolo de esa parte de mi. No me hace mejor, pero intento consolarme sabiendo que dentro de mi hay dos yo: Kali y Adi Shakti. 

Kali, salvaje e irrefrenable. Adi Shakti con la luz más constructiva del mundo, la más potencial, la más poderosa desde esa claridad. 

A veces soy incapaz de sostenerme cuando el miedo se convierte en una ansiedad que me quita el poco calor que me mantiene estable. Y en contra parte, intento hacer del mundo un lugar mejor o aportar la comprensión que tanta gente a mi alrededor necesita. No me enorgullezco de mis propias sombras y de mi parte oscura, pero al menos soy lo suficientemente fuerte como para reconocerlas. 

Si me siento especialmente enamorada de mis amigos es porque todos ellos han visto todas mis caras y aún en el camino siguen conmigo, demostrando una intachable lealtad que está por encima de cualquier comprensión humana. Me llenan de amor recordándome lo mejor de mi misma y siempre me devuelven una sonrisa y una escucha activa que tiene un valor incalculable. 

Yo cuando digo algo lo cumplo, porque como muchos de mis amigos dicen "eres el ejemplo de la más pura integridad", pero eso no quita que para que esté ahí todos ellos han tenido que aprender a convivir con Kali para poder disfrutar después de Shakti. Esta metáfora con el hinduismo no es más que el claro ejemplo de luces y sombras que componen la propia vida y nosotros somos la vida hecha humanos. 

Yo he ondeado como la más valiente la bandera a favor del amor, creyendo en hacer todo por esta emoción y he terminado pisoteada sin saber ni siquiera qué había pasado. He perdonado lo imperdonable y he cedido ante lo más cruel. He perdido amigos por esa decisión, algo que no me perdonaré jamás... Y me he alejado, física y emocionalmente, de personas que eran mis pilares de existencia. Perdóname, resulta que ahora el amor me da un pánico que te cagas y cuando todo parece que puede ir por ahí como en un pequeño detalle parezca que no, Kali sale para arrasar con todo aquello que pueda hacerme volver a caer... Generando un caos destructivo. 

No tengo ni idea de muchas cosas importantes en la vida y a pesar de las profundas sabidurías en mi, muchas veces me siento como una niña desvalida y desnuda, perdida en cualquier sitio sin comprender cómo he llegado hasta allí. Me faltan muchas herramientas y posiblemente me sobran otras tantas, que quizás ya no sean tan necesarias.

A veces despertar algunos demonios internos míos es tan sencillo como un sutil gesto que de repente me ocasiona un infierno en mi interior. Me gusta escuchar canciones que hablan de que el equilibrio es imposible, me hace sentir mejor conmigo... A veces luz, a veces sombra, a veces sonrisa y a veces enseñar los dientes. A veces feliz y a veces triste.

No quiero seguir lamentándome, no eres el basurero emocional de mis errores, ni quiero que te conviertas en una lista interminable de cagadas que cometa a nivel emocional. Me hago cargo de eso... 

sábado, 25 de julio de 2020

Sparring emocional.



No somos sparring emocional de aquellos que no supieron vivir la vida desde lo más pleno de si mismos. Y hasta que no seamos conscientes de esto seguiremos atrayendo este tipo de personas, como polillas que se sienten atraídas por la luz o quizás nos sintamos nosotros atraídos por ellos.

Las polillas, en las noches cálidas de verano, se dejan freír en viejas bombillas que aún iluminan los porches de las casas bajas en pueblos y campos. Se chocan incesantes hasta reventar, a pesar de que saben que morirán y finalmente por los golpes o por el calor que desprende la electricidad, terminan fritas, muertas o exhaustas. La paradoja de sentirnos atraídos por lo que nos daña, la falta de valor hacia nosotros mismos... Y cuando ocurre de nuevo, ese amargo sabor de "otra vez".

Llegó un momento en mi vida en el que me di cuenta, no soy el sparring emocional de alguien que desordena sin permiso. Si quieres entrar, límpiate los pies, sacúdete el corazón y vístete con una sonrisa. Porque si diésemos el valor que tiene a cada ser humano, comprenderíamos la inmensidad de la belleza que cada uno porta dentro de su alma. Sin embargo todo parece lo contrario, entre complejos de polilla y desatada inocencia nos rompemos, nos dejamos romper, nos enredamos y nos permitimos herir.

Me faltará un ala, un montón de patas, pero resulta que ahora ya no me apetece perder mi sagrado tiempo en falsas luces, que lo único que hacen es asesinarte en los momentos de tu vida donde todo parece eternas noches de oscuridad. Y aunque caiga en el intento, soy más de buscar flores. Necesito el néctar de la vida, dejar de morir en la hazaña de intentar salvar a quien no sabe apreciar en plenitud los regalos de la existencia. No hemos nacido para sufrir, aunque la vida esté desgraciadamente rebosante de sufrimiento, porque a veces todo puede parecer una soez mierda repleta de purpurina, habrá momentos, segundos, instantes... Que darán un sentido a todas esas cosas que nos hicieron agonizar.

No nos volvamos a perder a nosotros mismos, ese es mi deseo cuando veo cruzar una estrella en el despejado cielo que observo tumbada en la orilla del mar. ¿Existe acaso algo más doloroso que estar vivo y no sentirte contigo? Yo ya sé a qué sabe esa basura, no podría volver a abandonarme, jamás. Prefiero los golpes por ser como soy, que los golpes por dejar de ser.

Me gusta ver las mariposas volando a la luz del día, ellas entendieron todo, no como esas polillas nocturnas... lejos de convertirse en Ícaro, las mariposas comprendieron la belleza de detenerse entre suaves vuelos, con una vida corta pero intensa, aprendieron a nutrirse de lo más hermoso de su entorno. Poder sentir como sus alas se mueven al ritmo de los latidos del universo. Y tomarlo como ejemplo.

El Principito decía "lo esencial es invisible a los ojos" y es que por los ojos nos dejamos embelesar con suaves juegos que poco tienen para aportar... Y si cerramos los ojos y vemos con claridad, distinguiendo qué es luz de verdad, qué es un pétalo y qué es la vida, sin esa adicción a las cosas que no podemos cambiar. Encontrar ese orden mental, conmigo. Compartir cuando siento que he logrado algo hermoso. Y vivir desde la felicidad, porque yo sé lo que es vivir sin felicidad y no quiero volver a esa sensación nunca más.

Me he prometido a mi misma que jamás dejaré de quererme. Y mi amor propio está por encima de cualquier otro amor, el sentido de mi vida nace del corazón que late cada día para mantenerme aquí y ahora. Quiero tatuármelo en la frente para verlo cada vez que me mire al espejo... La teoría la tengo muy aprendida, tocará ponerse con la verdadera práctica.

Sigo sin poder volar, voy andando lenta con las pocas patas que me quedan intactas, trepando por la hierba que crece a mis pies, con la esperanza de transformarme en algo diferente, conservando el deseo de una metamorfosis que supere las leyes de la biología.

Y que no te engañe, aunque ahora sonría, el miedo sigue estando a mi lado, de momento sin intención de abandonar.