Y en este camino que se forja, casi sin buscarlo, casi sin pedirlo y casi sin llamarlo, te encuentras.
Te encuentras a ti misma, deseando y amando, despeinando la vida y pidiendo que ella te despeine también a ti. No esperas sorpresas a la vuelta de la esquina, ni ramos de flores en el felpudo de casa... y es que de los desengaños has sacado lo más sagrado, el deseo de lo humilde, el acercamiento a lo terrenal y esa efervescente excitación por la palabra bien dicha, la caricia bien puesta y la intención sin intención que llena dentro.
Cuando de repente te ves así, te vacías, y es que ya no quieres nada con tiempos, tampoco deseas etiquetas, porque un sentimiento lo vale todo y si no es sentimiento, por lo menos la sensación de vivir algo.
Cuando algo acaba es porque algo mejor empieza y quizás lo más interesante de todo se encuentre en ese comienzo dentro, en tu interior. Dejas de esperar y te tropiezas con que las expectativas no son más que otra carga y ya de cargas estas cansada.
Este es el preciso momento en el que te conviertes en una mujer. Tienes claro que si alguien quiere algún milímetro de tu piel tendrá que aguantar algo de ti, le guste o no y que la puerta esta abierta para los que se quieran ir y para los que quieran llegar también. Y estableces unos límites sagrados, que no hacen más que acrecentar tu valor personal y ese erotismo que parece haber resurgido, por momentos, de lo más profundo de tu ser.
Te encuentras entonces en la perfecta floración, del que nacerá ese fruto maduro que todos llaman poder, yo lo llamo pasión... pasión por ti misma y pasión por la vida.
Entonces quizás te pase como a mi. No te llena que un hombre te mantenga con las piernas abiertas si no indaga un poco más dentro, un lugar donde no se alcanza con la lengua, ni los dedos y mucho menos con el pene... y no hablo del corazón, a mi me llena que rebusquen en mi curiosidad y la tienten ¡eso sí que es meter mano!. Es este momento que no buscas solo un polvo de piel con piel, que aunque divertido en el recuerdo no deja de ser vanal, tampoco estas loca por enamorarte, te encuentras en un punto de curiosidad y de aventura donde quieres seguir sabiendo más a la par que sientes la libertad.
Que el gemido que compartas sea más que un afrodisíaco, que sea valorado como algo más sagrado. Y si no es el gemido, que sea la conversación después del sexo que esa también llena y calma, serena y reúne.
Y dejame que te diga, que en este final que a la vez es empiece es cuando estás bella de verdad, más que bella. Que nadie absorba tu seso, ni deje de nuevo tu corazón tiritando... tomate tu tiempo para saborear la piel, la boca y la saliva y todo lo demás irá viniendo si así tiene que ser. Y cuando en tu soledad te encuentres de nuevo con esa libido que parecía haberse perdido, dedicate unos minutos y ese orgasmo que está esperando reencontrarse de nuevo contigo, recuperarte de ese pozo... dedicate esa sensación de tocar el cielo con las manos aún estando tumbada en tu cama.
Eres sagrada mujer, no das vida solo cuando pares, das también vida cuando sanas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario