Me han dado tantos palos que aún quedan moretones hasta en zonas inexistentes de mi ser. Se me rompió la sonrisa del alma con una innumerable cantidad de hostias, se fragmentó mi motivo de existencia al poco de tomar consciencia de mi misma y hay una parte de mi que murió y que jamás volverá. Quizás sea esa a la que siempre echaré de menos.
A pesar de los daños y a pesar de los años, siempre me propuse ser la mejor versión de mi misma y desgraciadamente no es algo que pueda cumplir a diario. Todo esto me hace bailar entre el miedo y el amor, en un vaivén no apto para personas que sufran de vértigo.
Adquirí patrones que detesto porque fueron los únicos que me mantuvieron a flote, empecé a fumar a la edad de los 26 años porque la vida me consumía tanto que quise tomarme algo que me diese una pausa entre tanta guerra, a pesar de destruirme por dentro... Ya me sentía llena de escombros.
A nadie le recomendaría pasar ni por la mitad de lo que he pasado. Dentro de mí vive una bestia que lo único que le importa es que salga lo menos herida posible, cuida con recelo lo más importante de mi, porque es lo único que me queda.
Empecé vidas desde 0 y las perdí con mucha más facilidad que como las construí, dejé mi confianza en manos que escondían puñales y he visto la traición detrás de la palabra familia. La soledad siempre ha sido una fiel compañera y gracias a ella, a pesar de mi carácter sociable, me he mantenido curándome las suturas del alma. Me gusta pensar que hay un cambio en mi, pero a veces creo que quizás es solo una falsa ilusión.
Me he esforzado por no rendirme del todo cuando me quedé sin nada y aún hoy no siento cual es ese lugar donde encajo, como una pieza en este inmenso puzzle. Todo me llega directo al corazón y es que a pesar de las corazas y del radicalismo, lo cierto es que lo vivo todo tan intenso que parece como si las paredes de mi interior fuesen de papel de fumar. Dejé de serme fiel y sé lo que duele, es como una sensación de auto-rechazo y un castigo que se arrastra de por vida, porque esos recuerdos jamás se olvidan.
Con pena, reconozco que cuando me sobrepasa algo soy un alud que embiste todo, escupo arrasando con lo que hay por medio. Aunque he de decir que jamás lo escondí, llevo tatuada en la piel el símbolo de esa parte de mi. No me hace mejor, pero intento consolarme sabiendo que dentro de mi hay dos yo: Kali y Adi Shakti.
Kali, salvaje e irrefrenable. Adi Shakti con la luz más constructiva del mundo, la más potencial, la más poderosa desde esa claridad.
A veces soy incapaz de sostenerme cuando el miedo se convierte en una ansiedad que me quita el poco calor que me mantiene estable. Y en contra parte, intento hacer del mundo un lugar mejor o aportar la comprensión que tanta gente a mi alrededor necesita. No me enorgullezco de mis propias sombras y de mi parte oscura, pero al menos soy lo suficientemente fuerte como para reconocerlas.
Si me siento especialmente enamorada de mis amigos es porque todos ellos han visto todas mis caras y aún en el camino siguen conmigo, demostrando una intachable lealtad que está por encima de cualquier comprensión humana. Me llenan de amor recordándome lo mejor de mi misma y siempre me devuelven una sonrisa y una escucha activa que tiene un valor incalculable.
Yo cuando digo algo lo cumplo, porque como muchos de mis amigos dicen "eres el ejemplo de la más pura integridad", pero eso no quita que para que esté ahí todos ellos han tenido que aprender a convivir con Kali para poder disfrutar después de Shakti. Esta metáfora con el hinduismo no es más que el claro ejemplo de luces y sombras que componen la propia vida y nosotros somos la vida hecha humanos.
Yo he ondeado como la más valiente la bandera a favor del amor, creyendo en hacer todo por esta emoción y he terminado pisoteada sin saber ni siquiera qué había pasado. He perdonado lo imperdonable y he cedido ante lo más cruel. He perdido amigos por esa decisión, algo que no me perdonaré jamás... Y me he alejado, física y emocionalmente, de personas que eran mis pilares de existencia. Perdóname, resulta que ahora el amor me da un pánico que te cagas y cuando todo parece que puede ir por ahí como en un pequeño detalle parezca que no, Kali sale para arrasar con todo aquello que pueda hacerme volver a caer... Generando un caos destructivo.
No tengo ni idea de muchas cosas importantes en la vida y a pesar de las profundas sabidurías en mi, muchas veces me siento como una niña desvalida y desnuda, perdida en cualquier sitio sin comprender cómo he llegado hasta allí. Me faltan muchas herramientas y posiblemente me sobran otras tantas, que quizás ya no sean tan necesarias.
A veces despertar algunos demonios internos míos es tan sencillo como un sutil gesto que de repente me ocasiona un infierno en mi interior. Me gusta escuchar canciones que hablan de que el equilibrio es imposible, me hace sentir mejor conmigo... A veces luz, a veces sombra, a veces sonrisa y a veces enseñar los dientes. A veces feliz y a veces triste.
No quiero seguir lamentándome, no eres el basurero emocional de mis errores, ni quiero que te conviertas en una lista interminable de cagadas que cometa a nivel emocional. Me hago cargo de eso...