La distancia es una bendición y un castigo... Te ayuda a estar contigo mismo pero si algún día no quieres estar contigo mismo no puedes teletransportarte para ver a los que amas.
La distancia es un sorbo de madurez con sabor a hiel, es crecer y observar, es sentir y con el paso del tiempo también es aprender a callar.
A veces para alcanzar lo que queremos tenemos que irnos lejos, separarnos en cuerpo que no de alma de aquellos que forman parte de nuestro ser, llenar de aire los pulmones y con la máxima valentía posible avanzar sin girar la cabeza hacia atrás... Cargar con el peso de tu ausencia y de la ausencia de todos ellos, recordar constantemente quién eres, de dónde vienes y que deseas lograr para no perder el norte entre tanta prueba vital.
La distancia es saber que ya no habrá pucheros de mamá, ni abrazos de la abuela tras una dura semana de trabajo... También es asimilar la ausencia de aromas, aroma a hogar, aroma a caricias...
La distancia es aprender a centrarse por encima del histérico comportamiento natural de la conciencia y el cerebro, tomar las riendas, poner los pies en el suelo y entender el verdadero significado de la morriña y el anhelo.
La distancia es entender las canciones de amor, la importancia de un "te quiero " telefónico y de una foto por la mañana... Es saber que los que no están siguen estando aunque no sea presente, es entender que aunque pases un año sin verles todo está bien... La distancia es regalo como aventura y condena, en muchas ocasiones, como soledad y echar de menos.
Para mí la distancia es amar sin estar, pero esperando ser sentida.
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