Me has acostumbrado a los límites... a los límites en el amar.
Me has acostumbrado a las pequeñas dosis, a darlas y a recibirlas.
Me has acostumbrado a la ausencia, a la falta, a la resignación como sonido habitual.
Me has enseñado que la mente me engaña, las expectativas posibles me pegan una paliza cada vez que no se cumplen... me he quemado las manos y sigo agarrada a un palo ardiendo. Me has acostumbrado a me justifique con la esperanza y a que maquille la realidad. Me he acostumbrado a encogerme de hombros, a los puntos suspensivos y a las palabras no dichas, a la rutina vacía de vernos sin hablarnos, rozarnos, sentirnos y más tarde, callarnos.
Y entre tantas brechas se ha generado un monstruo, contra el cual me vi "batalleando" y al final, lo miro a los ojitos y lo acaricio, no es tan malo ¿lo sabías? Debe ser mi vena vegetariana que me ha hecho hasta cogerle cariño y agradecerle, me ha enseñado a ponerme en mi sitio y hemos jugado a un rato a la pelota, tiene pelos, es a veces muy rígido y te puedo asegurar que le sobra mucho orgullo ¡pero me ha enseñado a ser mejor guerrera! al ponerme en mi lugar me ha enseñado mi magia y me ha mostrado de donde ha nacido él, lo mismo en este periodo de tiempo, lo que dure, lo adoptaré como otro más en mi familia animal... ya veremos.
Lo que quería decir, es que, me has mal-acostumbrado a lo malo, tanto, que para mi ya es como un proceso que se repite cada poco tiempo y que gira desde el mismo patrón... la que ha cambiado, en cómo actuar cada vez que renace ésta situación, he sido yo.
Te espero, viviendo.
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