Leon el profesional. |
Y aunque el tiempo pase, habrá heridas que sigan sangrando. Una vez que se rompe la parte más valiosa de ti, nada vuelve a ser igual que antes de ese suceso. Porque entre tanta rotura y batalla, lo que realmente estamos buscando con nuestros pasos son lugares donde estar a salvo, sentirnos protegidos y poder respirar mientras alguien nos cubre las espaldas por un instante, luego volveremos otra vez a esa zona de conflicto, pero mientras por un segundo necesitamos esa protección, ese cariño.
Valientes aquellos que no han perdido la humanidad, a pesar de la adversidad. Valientes aquellos que no han perdido los principios, a pesar de los golpes. Valientes aquellos a los que les cuesta horrores seguir caminando, pero no se rinden ni se lo plantean. Valientes aquellos que incluso hartos, hechos jirones y destrozados, cuando te miran a los ojos te sonríen y te preguntan cómo estás, a pesar de que quienes merecen esa pregunta son ellos antes que nosotros. Valientes aquellos que aguantan con su mejor temple y no pierden esperanza.
Todos hemos sido revoleados varias veces en el pasado hasta llegar a este presente, convirtiéndonos entonces en personas muy diferentes. A veces echamos un vistazo a los recuerdos, a los cuadernos, a las memorias, a las fotos... Y cae de golpe y porrazo la realidad de cada suceso. Volvemos a sangrar de nuevo donde nos hirieron, volvemos a sentirnos abatidos, volvemos a sentir esos pedazos que se rompieron y que pensábamos que ya no teníamos o que se habían ido.
La vida no es un camino de rosas para nadie que merezca la pena, es una prueba continua de voluntad, intención y principios. Es un examen para el alma y para el corazón. Nos rompemos, nos recomponemos como podemos y salimos de nuevo al sendero y así infinitas veces hasta que ya no estamos más aquí. Nuestros espíritus son valientes por elegir esta experiencia por encima de cualquier otra, por habernos traído hasta aquí, porque aunque pensemos que no... Siempre estamos preparados para todo aquello que pueda venir.
El mejor regalo que podemos recibir es un lugar donde sentirnos completamente seguros y poder entonces ir cosiéndonos, poco a poco, con lo que aún nos quede, con lo que no se ha esfumado. El mejor regalo que podemos ofrecer es permitir a los demás abrirse frente a nosotros y hacerles sentir que es un lugar sagrado, un encuentro importante, una conexión valiosa... Y que no serán juzgados por sus brechas, sus heridas, sus cargas, sus llantos, sus miedos, sus pánicos, sus inseguridades, sus percepciones...
La vida muchas veces es, literalmente, una mierda pero sería mucho más llevadera si entre todos nos cuidásemos con empeño para sentir que aunque estemos a cachos, aunque nos falte de todo, aunque no podamos con lo que vamos cargando... Hay alguien que nos abraza y nos permite apoyarnos hasta recuperar fuerzas de nuevo y devolver ese valioso gesto haciendo lo mismo.
Si no hacemos esto, solo somos zombies perdidos dando tumbos sin sentido dañando por el odio almacenado, por la falta de amor, porque nadie nos ha dejado expresar con honestidad nuestros sentimientos y estos quedan presos en nuestro interior pudriéndonos conforme pasa más tiempo.
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