¿Sabes? todo hay que sentirlo, notarlo, palparlo en lo más profundo de tu ser...

miércoles, 2 de diciembre de 2020

La efímera belleza del tiempo:

 


La efímera belleza del tiempo que avanza sigiloso convirtiéndose, rápidamente y de manera inevitable, en pasado. Soy muy consciente de todo el tiempo que he perdido, a pesar de mi juventud. Cuando me di cuenta de que había tirado un año de mi vida sin vivirlo, sufriéndolo más que disfrutando, caí en la cuenta del valor tan increíble que tiene cada minuto irrecuperable. 

Desde entonces me propuse hacer algo más con cada segundo. Me propuse valorar la presencia de los que amo, ser cortés con su existencia y apreciar con gratitud cada segundo que comparten conmigo. 

La efímera belleza del tiempo es lo que te recuerda que han pasado más años de lo que crees, te das cuenta al ver la foto más antigua de tu galería. Te das cuenta cuando un recuerdo intrusivo cruza por tu cabeza. Te das cuenta cuando te miras al espejo. También te das cuenta cuando te escuchas hablar o cuando miras a tu entorno y ves el cambio que hay en ellos, ese que tanto te cuesta reconocer a ti pero que también está en tu interior. 

La efímera belleza del tiempo nos hace estar más presentes, pero solo si somos testigos presentes de su avance. Y es que el tiempo nos empuja a aprovechar las cosas de verdad. El mismo tiempo nos sana y nos vuelve a llevar hacia caminos de aventura, de amor, de atrevimiento, de decisiones... Y lo único que avanza es, como siempre, el tiempo. Es interesante cómo hemos intentado huir constantemente de esa realidad, porque nos acongoja la verdad que esconde el tiempo, y es que todo tiempo tiene un fin y un final y en ambos polos nos sentimos incómodos. Sin embargo, la disyuntiva de esta situación se encuentra en que si uno es capaz de valorar el tiempo, exprimirá aún más su propia vida y su propia existencia, he ahí la belleza del tiempo, la cual a su vez es efímera como el propio tiempo.

No resulta extraño escuchar a nuestros mayores hablando de su pasado, como si fuese algo que ocurrió ayer. Las arrugas de su piel nos indican que esa historia tiene como mínimo 20 o 30 años, aunque en sus recuerdos esté imborrable y con la frescura que desprendía en aquel momento.

A menudo me ocurre que por mi manera profunda de vivir las cosas muchas personas de mi edad se sienten sorprendidas, miedosas, inseguras... Al escucharme hablar de esto. Sin embargo yo lo hago como una ofrenda, un regalo de quien desea que abras los ojos. Quién tiene consciencia sobre algo, puede sacarle más poder, más valor y disfrutarlo mejor. 

Si te dijesen cuándo vas a morir, dejarías de procrastinar las cosas y a las personas que te importan por otras decisiones que no suman ni aportan calidad de vida. Ese es el truco, no lo sabemos, solo somos conscientes de una certeza: el tiempo avanza. 

El tiempo avanza y es por eso que deberíamos vivir más. El tiempo avanza y es por eso que deberíamos amar más. El tiempo avanza y por eso que deberíamos abrazar más, bailar más, esforzarnos más... Pero que esto no lleve al lector a una vana idea equivocada de un "carpe diem" irresponsable. No va por ahí la intención de este texto. Intento acompañarle a observar las cosas que tienen un valor más emocional y sentimental, precisamente esas cosas que infravaloramos en un mundo de materia superficial, de inmediatez y de ligereza. 

Hemos llenado nuestro tiempo de vacíos, no de personas. Hemos llenado nuestras conexiones de superficialidad, no de profundidad. Nos hemos puesto una venda en los ojos, pero el tiempo avanza. Avanza con su belleza y también con todo aquello que rechazamos de su avance.

El tiempo nos lleva a despedidas, esperadas e inesperadas. Nos lleva a la vejez, donde a menudo nos sentimos orgullosos por haber vivido un pasado donde preveníamos o nos arrepentimos por haber vivido un pasado sin pensar más allá del ahora. El tiempo nos lleva a un instante donde quizás nos paramos a pensar en como habrían sido las cosas si fuesen diferentes. Y nos lleva a madurar. 

El tiempo es uno de nuestros compañeros más fieles, siempre está ahí, nos enseña sobre humildad, sobre perdón, sobre progreso, sobre errores, sobre sabiduría, sobre amor y también sobre nosotros mismos. El tiempo es el maestro que nos hace ver la vida y la muerte, mientras nosotros seguimos caminando. Y esto no es malo, uno no se debe aterrorizar por lo natural y por lo inevitable, uno debe ser consciente de que esas cosas ocurren para poder sacar el mayor partido de lo que ahora tiene. Sólo así comprendes la efímera belleza del tiempo. 

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