¿Sabes? todo hay que sentirlo, notarlo, palparlo en lo más profundo de tu ser...

lunes, 21 de junio de 2021

Las puertas del inconsciente:

 


Me voy a tomar la licencia de invitarles a este pequeño viaje, que transcurre a través de mis palabras, donde les hablaré desde una perspectiva personal sobre lo que creo del inconsciente, esa parte etérea humana a la que se devalúa e infravalora y que sin embargo tiene una gran cantidad de información súper importante. 

Partamos, desde mi opinión, de que existen dos claros inconscientes: el colectivo y el del individuo. 
El inconsciente del colectivo sería, por así decirlo, un aspecto interesante a analizar, que engloba la humanidad en si misma y luego tiene subdivisiones enfocadas en diferentes sociedades. Así, algunos rasgos inconscientes están estrechamente relacionados con la cultura y a través de esto también surgen y nacen formas de pensamiento que condicionan o definen a las personas. 

Por otro lado, tenemos el inconsciente del individuo. Bastante más específico si nos ponemos a conocer a alguien. En el inconsciente se pueden encontrar esas cosas a las que no sabemos poner nombre o definir, también las heridas del pasado, los traumas, los miedos, aquello de lo que no hablamos pero que lidiamos con ello a diario, el dolor en general, el pánico, los motivos de la ansiedad... Existen unas puertas conscientes, un ejercicio de regulación emocional que nos permite tener eso dentro de nosotros mismos mientras lidiamos con la vida y con lo cotidiano. Esto nos ayuda a no sentirnos sobre pasados por las emociones de manera constante y a poder llevar a cabo las rutinas de las que depende nuestro bienestar. Sin embargo, todo aquello que queda en el inconsciente y que nos duele, seguirá ahí, se seguirá manteniendo ahí aunque nosotros conscientemente lo encerremos detrás de una puerta. Ocurre a veces que esas puertas se abren, bien por un interruptor a través de un suceso que nos recuerda a algo, bien por sobrecarga emocional o incluso por alguna variante externa que ha entrado en el juego, como por ejemplo cuando vemos a alguien borracho que se ha puesto a llorar por algo que le preocupaba o que arrastraba desde hacía tiempo pero que no exteriorizaba. 

Esas son las puertas del inconsciente, que a veces muy desafortunadamente se abren frente a personas o en situaciones delicadas generando una extrema sensación de incomodidad. 

El inconsciente siempre estará ahí, forma parte de la fascinante psicología humana. Algunas personas denominan el inconsciente como el basurero de nuestros sentimientos, emociones, recuerdos... Porque es como si fuese el registro donde se queda aquello que realmente nos ha marcado. De hecho es a través del inconsciente como nuestro diálogo interno se ve afectado y condicionado. Resulta harto complejo encontrar a alguien que pueda comprender cuando pasas por una fase donde tu inconsciente, de repente y sin previo aviso, se precipita al exterior y te arrolla. Esa parte de ti, también eres tú. Y no tenemos que denominarlo sombra, posiblemente sea una de las partes más vulnerables de nosotros mismos. 

En el inconsciente se encuentra el dolor que escondiste cuando esperabas una mano amiga que te ayudase y te viste solo, también se encuentran las heridas que te hicieron y te convirtieron en una persona más desconfiada, también el dolor de un duelo que siempre llevarás contigo e incluso la cantidad de veces que te has hablado de una forma despectiva y dañina. En el inconsciente se guardan también todas esas veces que el propio entorno te ha hablado mal o te ha señalado o juzgado, todas tus experiencias están ahí... Grabadas a fuego y aunque nos cueste reconocerlo, el inconsciente es también una parte que repercute en nuestra personalidad. 

La ansiedad es a veces una respuesta que emerge cuando el inconsciente está saturado, como si un pantano estuviese rebosando agua y necesitase abrir las compuertas para volver a regularse. Y entonces sin previo aviso ocurre algo que te hace llorar o te hace dudar o te mete en bucle en una mezcla desagradable de sentimientos y pensamientos que te afectan profundamente durante un periodo de tiempo, hasta que esa imaginaria presa pierde el agua que necesitaba para volver a funcionar con normalidad. También ocurre con el mundo de los sueños, donde muchas veces nuestro cerebro para procesar toda la información almacenada en el inconsciente genera unos viajes oníricos un tanto particulares y así es como regula una importante parte de nuestras emociones. 

Nos queda mucho trabajo que hacer para la comprensión de nuestro propio inconsciente, aún más cuando se trata del inconsciente ajeno, del que emerge de otras personas o del entorno en general. Pero les recomiendo observar esa parte que hay en cada uno cuando una situación se convierta en algo extremadamente complejo, sensible o vulnerable. Cuando alguien, sin motivo aparente, comience a llorar o cuando veamos que el comportamiento de una persona pasa a estar inseguro o inquieto, incluso con ustedes mismos, pregúntense que mensaje les está mandando el inconsciente. 

domingo, 13 de junio de 2021

El castigo en la búsqueda de la perfección física.

 


No hay día que me junte con mujeres y que no hagamos un comentario referente al cuerpo, a la belleza, a lo exterior... Y lo peor es que en la mayoría de los casos esos comentarios suelen ser negativos, nos auto-rechazamos, no nos queremos y nos metemos en bucle con esa insaciable necesidad de perfección. Y eso me consterna, porque es un patrón que tenemos tan normalizado que ni siquiera nos asombramos de lo mal que podemos llegar a hablarnos a nosotras mismas y de cómo de integrado tenemos ese auto-diálogo interno de no-aceptación y machaque psicológico. 

Y he caído en ello cuando después de varias semanas hablando con diferentes mujeres, tanto de mi entorno personal como de entornos que han conectado conmigo pero que no forman parte de mi "habitual", me he visto charlando con todas ellas sobre kgs, ejercicios, gimnasio, dietas... Entonces he recordado mi propia historia personal. Cómo en plena adolescencia con un proceso emocional muy complejo me introduje de lleno en el mundo TCA (trastorno de comportamiento alimenticio) llegando a pesar menos de 40kgs. O de cómo eso repercutó años después en una especie de "efecto rebote" y al recuperarme llegué a pesar más de 68kgs. Cómo tiempo después llegué a encontrarme en mi mejor punto físico, gracias a la danza que practicaba, al deporte y a tomar consciencia de una dieta más sana, pero aún así yo seguía viéndome como un objeto al que rechazar, del que sentir vergüenza y que debía machacarme más emocionalmente en ese sentido. 

Los años fueron pasando e intenté equilibrar un nivel bastante alto de ejercicio con llevar a cabo diferentes trabajos, eso me consumió bastante y me llegué a quedar muy delgada por propia ansiedad. Pero ni siquiera con esa extrema delgadez que muchas personas desean, yo me sentía realmente satisfecha con mi cuerpo. No era eso lo que me transmitía felicidad, seguía comportándome de una forma tímida si me tenía que desnudar delante de otras personas, seguía evitando planes donde tenía que vestir en traje de baño, seguía mirándome mal en el espejo. Ni siquiera el deporte, que moldeó positivamente mi cuerpo a pesar de mi delgadez, me permitió sentirme mejor conmigo misma. Y a pesar de que genéticamente me puedo sentir bendecida por el tipo de forma natural que tengo en el cuerpo. 

Os cuento mi historia primero, antes de seguir compartiendo mi punto de vista, porque me parece un punto interesante a tener en cuenta, sobre todo porque mi historia es muy parecida a la de muchas mujeres en el mundo. Quizás hay que cambiar algunos detalles para que sea una historia calcada e igual, pero sin duda en todas esas historias lo que hay es un camino de tristeza contra el cuerpo físico, una herida emocional, hay una verdadera y cruel demostración de desamor personal. 

Como decía, estos días me he visto en la tesitura de escuchar como muchas mujeres delante de mi hacían comentarios sobre su propio cuerpo, rechazándolo. Comentarios como "tengo que perder kgs" o "mi handicap es mi tripa, debería tonificar mi tripa" o "tengo que hacer más deporte porque me sobra peso y tengo que tonificar" y así un lapidario comentario detrás de otro. Un amargo proceso de rechazo. Un proceso en el que yo he intentado sostenerlas recordando que su visión sobre si mismas no es realmente lo que ven, porque el humano tiende a verse de una manera mucho más crítica, más cruel, peor, más desmejorada... Que como nos ven los demás. Y lo cierto es que las personas que nos ven desde fuera son más objetivas, más realistas, sobre nosotras mismas que nosotras mismas. 

Esa búsqueda constante de la perfección, comentarios del tipo: "tengo que ser la mujer perfecta en todos los aspectos de mi vida y desenvolverme de una forma perfecta", "tengo que ser perfecta a nivel físico, tengo que tener el cuerpo perfecto y si no es perfecto lo hundo con mis comentarios y me meto, sin ser consciente, en un proceso psicológico inconsciente de infelicidad y rechazo", nos está matando a muchos niveles. Una muerte emocional, una muerte de la apreciación con amor de nosotras mismas. 

Vivimos de por si ya bastante machacadas con ese patrón que aún se conserva de alabar a las personas cuando cumplen con estereotipos. Aún tenemos que desaprender muchas cosas en ese sentido, aún tenemos que entender la diversidad física, aún tenemos que aprender de manera honesta a amarnos, aún tenemos que ser realistas con nosotras mismas y no seguir viéndonos desde una perspectiva tan distorsionada que nos asfixia, aún tenemos que entender la naturaleza del cuerpo físico y sus propios cambios que vienen dados por la edad, por el tiempo. ¿Cuántas veces has visto fotos del pasado, donde ya te rechazabas a ti misma, y ahora te ves como que estabas preciosa y no te puedes creer que te dijeras esas cosas? Pues las mujeres tendemos a vivir en ese ciclo constante de rechazo y arrepentimiento cuando vemos fotos de cómo éramos tiempo atrás. 

¿Cuántas veces hemos asociado estereotipos físicos con una felicidad porque asumimos que cumplir esos estereotipos es el éxito de cara a la sociedad? ¿Cuántas veces nos hemos parado a vernos realmente desde el amor? Para crear una conducta más útil con nosotras mismas. Es un sin vivir estar casi siempre rechazándonos. Y nos amarga y nos destruye. Es un sin vivir intentar esconder esas inseguridades con las que luego nos vemos cara a cara en nuestra soledad, en nuestra intimidad y cómo esas inseguridades relacionadas con lo físico nos repercute en aspectos más profundos, más psicológicos, que no tienen que ver con lo físico porque nos afecta convirtiéndonos en inseguras, en personas que buscamos la aprobación constante externa. Es un sin vivir que no seamos capaces de decirnos a nosotras mismas que somos bellas, que somos muy válidas, que tenemos mucha suerte de tener el cuerpo que tenemos porque es funcional, nos ayuda a cumplir nuestros objetivos y es una obra de ingeniería biológica que se ha dado en unas circunstancias que pueden tener hasta un aspecto poéticamente milagroso. 


viernes, 11 de junio de 2021

Las formas de violencia:

 


La gente se escandaliza cuando te ve con un ojo morado, un diente roto, la nariz partida, una brecha... Porque alguien te ha "violentado" físicamente. Pero no se escandalizan igual cuando pierdes parte de quién eres, cuando pierdes tus pensamientos, cuando pasas a ser un trapo con una autoestima por el subsuelo, cuando tu único consuelo es llorar porque posiblemente no seas capaz de encontrar las palabras que describan cómo te sientes, qué es lo que te ocurre, cómo estás... 

Pero es que la gente debería escandalizarse por igual ante todas las formas de violencia. Minimizamos los insultos porque "comparados con un puñetazo" no son nada. Sin embargo, qué pensarías si te digo que una retaíla constante de insultos en un entorno con el que convives o que para ti es importante puede suponer unas consecuencias tales como: problemas en tu personalidad, ansiedad crónica, pensamientos suicidas o cometer un suicidio, disociación personal, pensamientos intrusivos constantes, insomnio, depresión, dependencia o codependencia emocional, baja autoestima, incapacidad para cumplir con tus propósitos, falta de ambición, conformismo tóxico, infravaloración, tendencia a dejarse manipular con facilidad, tendencia a construir vínculos insanos y dañinos y un largo etcétera. Un moratón en un ojo se evalúa con unas pruebas médicas, un informe médico, un perito y los necesarios actos judiciales que se puedan poner en marcha. ¿Cómo evaluamos la parte emocional de las personas que ha sido destruída? ¿Qué test psicológico puede esclarecer con exactitud el tamaño real de tremendo dolor personal? 

Aún hoy en día hay personas que no dan importancia a ese aspecto. Incluso personas que culpan a las propias victimas de permitirse sufrir eso. Siempre uso esta frase porque creo fervientemente que es verdad: todos somos sensibles a ser manipulados, lo que pasa que no a todos se nos manipula de la misma manera ni por las mismas cosas. 

Las formas de violencia humana desgraciadamente son un abanico muy amplio que abarcan aspectos muy complejos, a los que en muchas ocasiones no se les da la importancia que les corresponde. Hay gente que cambia completamente la clase de personas que eran por traumas relacionados con violencia no física, y luego ya no pueden volver marcha atrás porque una vez que aparece una herida solo queda aprender a convivir con esa herida. 

Hay formas de violencia, incluso, relacionadas con la confianza y  que generan en las victimas una conducta, que puede durar mucho tiempo o toda su vida, donde se transforman en personas desconfiadas para siempre. La deslealtad, la falta de honestidad, las mentiras, el ocultar... Todo ello pueden ser herramientas de violencia, aunque nos cueste asumir esta verdad. 

Me di cuenta que cuando me sentí tan humillada por parte de mi ex, por más que intentaba sacar la cabeza a flote, la pesadez emocional y psicológica que me causaba me lo impedía completamente y me hundía como ser humano. Ahí hay partes que seguirán toda mi vida conmigo, en forma de cicatrices, de heridas, de experiencias... Y que no podré quitarme ni deshacerme de ellas. Después conoces a otra clase de personas, esas que evitan utilizar la violencia contigo y te das cuenta de la diferencia. Funcionan como un bálsamo para esas partes rotas. Son personas que te enseñan el otro lado, un lado donde la gente no tiene una necesidad de destruirte, si no de ayudarte a reconstruirte de mil formas distintas las veces que haga falta. Un lugar donde la hostilidad no está constantemente presente como una rutina y como parte de lo cotidiano. 

La violencia no física, como decía, no son solo insultos, ni infravaloraciones, no son solo juicios ni señalizaciones. La violencia no física es también manipulación, son también las mentiras, el ocultar, el engañar, el embaucar, el callar, el falsear, el utilizar por beneficio propio por encima de las consecuencias, es la falta de responsabilidad afectiva, es el egoísmo en casi todas sus formas, la falta de empatía, son las conductas narcisistas, ególatras, es la falta de perdón, es echar en cara constantemente, son las bombas de humo, el ilusionar a los demás para obtener un beneficio aunque no se cumpla con esa expectativa que generamos en otros, es callarnos las cosas, la falta de comunicación o los silencios incómodos o manipuladores para aumentar la sensación de culpabilidad, es el ciclo de aceptación-rechazo continuo, el no tener en cuenta tu opinión y pasar por encima de ella, el minimizar tus emociones o tu forma de sentir, el reírse de ti, el hacerte de menos, el convencerte para verte a ti mismo/a desde una perspectiva súper destructiva, es el generar culpa porque sí sin motivos reales, es no tener valor para cortar una relación cuando ya se sabe que está en las últimas alargando más el daño que generamos en la otra persona, es el no demostrar apoyo, no demostrar que defiendes a la persona con la que estás o que la acompañas en sus procesos, es la ausencia, el abandono, las bombas de humo, los ghosteos (te dejo de escribir sin darte explicación)... Y todo esto, y muchas cosas más que me dejo en el tintero, tanto por separado como en conjunto pueden llegar a destruir a una persona a todos los niveles posibles, incluso puede llevar a una persona a decidir quitarse la vida. Estas formas de violencia pueden ser proyectadas por las propias víctimas como violencia contra ellas mismas. 

A veces una hostia duele menos que una forma de violencia no física. 



Impulsividad.

 


He perdido muchas cosas en esta vida por ser impulsiva. La impulsividad es como un subidón que te arrolla y mal aconseja, que te empuja hacia una conducta de la que, muy probablemente, terminarás arrepintiéndote. Cuando hablas precipitadamente haciendo daño a los demás, porque estás en el pico de la ola de un cabreo, ahí estás siendo impulsivo. 

La impulsividad es una conducta, en muchas ocasiones, de ansiedad que además puede estar aún más intensificada con el orgullo. Si a una persona orgullosa se le junta ser además una persona impulsiva, entonces tenemos una mezcla química que supone un mejunje peligroso y explosivo. 

Lo reconozco, cuando la sangre parece que me va a brotar de la piel y el corazón se me acelera, cuando mis inseguridades me denominan y me enfado me conquista, cuando no entro a razones, cuando me da miedo perder, cuando siento celos, cuando siento algo injusto, cuando alguien se sobre pasa, cuando me siento amedrentada, cuando siento que me ningunean, cuando alguien me miente a la cara, cuando alguien me oculta, cuando me hacen daño con intención, cuando me intentan embaucar, cuando me intentan manipular, cuando me ponen de loca por decir la verdad, cuando me infravaloran, cuando minimizan mis emociones, cuando siento que se ríen de mi, cuando alguien es deshonesto, cuando juegan con mi lealtad... En todas esas, y en muchas otras más, puedo llegar a ser tremendamente impulsiva. Y por desgracia es algo que en muy pocas ocasiones logro controlar. 

Es un veneno que ha destruído cosas a su paso. Y es un veneno, que incluso en su mejor versión, también ha sido negativo para mi. Cuando uno es impulsivo con la mejor intención, incluso en esas, tampoco funciona. Cuando uno se ve exaltado y toma decisiones que parecen llenarle de ilusión, pero desde la impulsividad, ahí la estás cagando y posiblemente pierdas más de lo que ganas. Porque incluso la impulsividad, en un contexto que aparente ser positivo, puede ser perjudicial. 

He sido impulsiva por enfados y emociones destructivas. Pero también por amor y emociones positivas. Y en ninguna me ha salido bien jugar desde el impulso. 

Serán los años que te van dando más tranquilidad, un piano-piano y una replanteamiento de las situaciones. Quizás con el paso del tiempo ya no te tiras nunca más de pleno a una piscina de la que no te fías, te metes con cuidado y sigues manteniéndote agarrada con una mano por el bordillo, no vaya ser que se vuelva a liar. Quizás ya no te haces la mochila y te tiras al "lo que ocurra", ahora intentas trazar un plan e incluso dentro del plan tienes en cuenta un montón de posibilidades que se pueden cruzar. 

He sido impulsiva amando a la gente y dando todo de mi. También lo he sido yéndome, alejándome y arrepitiéndome de todo. 

"Maldito el momento en el que tomé X decisión" Ha sido durante mucho tiempo un amargo dialogo interno que me ha reconcomido por dentro impidiéndome disfrutar de la vida y amargándome. 

Ser impulsiva no me ha llevado a ningún buen puerto. Me ha alejado de perspectivas realistas y me ha conducido siempre a torbellinos emocionales que me han afectado duramente. Se me ha dado mal poner en práctica la templanza y es quizás ahora cuando estoy logrando objetivos. Admiro a las personas que no son impulsivas y que con su caminar transmiten esa paz, esa confianza, esa tranquilidad... Los ves andar en su vida y es como si diesen pasos sobre seguro. Se toman su tiempo para decidir, después de reflexionar con sabiduría y su archivo de arrepentimientos, a mi parecer, es considerablemente más pequeño que el mío. 

La impulsividad es lo que lleva a unas personas a ser infieles a otras. Lo que lleva a romper parejas por tonterías. Pero también lo que lleva a perder ciertos beneficios de la vida o ciertas estabilidades por lanzarse a ilusorias imágenes que después se disiparán. 

Admiro a la gente anciana porque ellos caminan a una energía donde la impulsividad no puede encontrar una fuente donde nutrirse y aparecer. 

miércoles, 17 de marzo de 2021

Adversidad, vida y nacimiento.


 

Hay gente que teme la adversidad, lo incómodo de la adversidad le genera asco, rechazo... O como diríamos los más jóvenes (y ya no tan jóvenes) la adversidad les raya. Yo, yo sin embargo la encaro.

El propio inicio de la vida siempre me ha parecido una peripecia ingeniosa para sobrepasar la adversidad. Si analizamos poéticamente un parto podemos ver una madre que sufre, lucha contra el dolor, el dolor siempre es una sensación adversa que nos genera temor, lucha contra todo lo pulcro, lo llano, lo fácil... Porque, yo no he parido, pero he visto parir y os digo que no es nada fácil. 

Naces acompañado, posiblemente, hasta de mierda. Literal. No te asustes, del camino de dificultad y de mierda que vas a tener en la vida, posiblemente, sea el que te resulte más fácil (si todo va bien). Tu madre te empuja con todas sus fuerzas, las mismas fuerzas que puedes tener o necesitar para superar obstáculos más adelante, te empuja y llora porque le duele parir como una punzada que le divide el cuerpo en dos, creo que tu madre a partir de ese momento se ha encontrado con la versión más fuerte de si misma. Y bueno, ella empuja, viendo anonadada cómo la vida se abre paso entre sangre, desgarrándola, amando la vida a la vez que le atemoriza. Y aunque tu madre sea atea, rezará, rezará para que todo vaya bien y sobre todo rezará para que tú, por encima de ella, nazcas sano y con vida. Porque tu madre, que ya ha visto mundo antes de que vengas aquí, sabe que la vida es dificultad, que está llena de imprevistos inesperados y que muchos son desagradables, negativos, difíciles... Algunos ni siquiera tienen solución. 

Y así ocurre. Quizás la felicidad solo sea una hebra abriéndose paso por un montón de caca que nos descoloca. La felicidad existe, pero no es para siempre, es como esa cosas que te llenan de golpe pero que sabes que por su naturaleza no pueden quedarse ahí, estáticas y permanentes. Ocurre con la belleza de un ramo de flores, efímero y colosal en su estética, pero temporero y caduco con el tiempo. Su naturaleza es así, lo has arrancado y ahora el tiempo no corre a su favor. Pero la felicidad es también así. 

Ocurre que nos mal educamos y mal acostumbramos a ese subidón y a esa comodidad. Como si una zona de confort se mantuviese para toda la vida y no fuese sensible a los cambios inherentes de la existencia. Eso es imposible, amigos y amigas, imposible. Lo único seguro en esta vida es el cambio, no apuesto por nada más. La muerte también forma parte de este cambio. 

El subidón nos vuelve adictos. Lo necesitamos como agua de mayo, como un perdido náufrago en una isla rodeada por un mar que si lo bebe le causará aún más deshidratación y busca desesperado una fuente de agua dulce. Y esto nos empuja a sentir rechazo, asco, a perder importantes herramientas para desenvolvernos con soltura y autonomía ante los problemas de la vida, ante los palos inesperados, ante las dificultades, ante lo que nos desborda. 

Hay personas que se hunden en la adversidad de la vida. Les sobrepasa de una manera indescriptible. Se vuelven niños pequeños sin herramientas, como si toda su vida de adulta desapareciese de golpe y plomazo. Y solo buscan y rebuscan en la vida un camino pausado, suave, sin problemas de ningún tipo, sin piedras... Quieren andar a su ritmo y que nada ni nadie pueda venir a destruir esa falsa sensación de bienestar. 

Pero la vida se abre paso, igual que se abrió paso cuando tú naciste, y les pone cara contra la realidad del mundo. La gente que aman pueden enfermar o morir, para saber querer en relación hay que tener mucha madurez y afrontar muchas cosas, para lograr cruzar metas más altas hay que luchar contra nuestra sensación de pereza y comodidad... La vida les da un golpe detrás de otro enseñándoles que nada es sencillo, nada es tan fácil, ni siquiera para la naturaleza salvaje lo es. La vida tiene mucho de difícil y también mucho de cruel, aunque queramos romantizarla constantemente para hacerla más llevadera, que me parece maravilloso y perfecto, pero la realidad difícil de digerir va a seguir ahí aunque cerremos los ojos apretándolos con fuerza. 

En la vida hay dos clases de personas, como os digo, los que con la dificultad y la adversidad se mueren en vida o huyen aterrados buscando el consuelo de las faldas de su mamá y los que asumen que la adversidad está ahí, que hay que hacerle frente y que muy posiblemente ese contacto con lo adverso también cambiará quienes son ellos, pero eso es algo inevitable y que forma parte del crecimiento y de la madurez. 


lunes, 11 de enero de 2021

La magia de sostener:

 



Lo más difícil que vas a hacer en esta vida es sostener. Sostener a quienes quieres y amas. Sostener a quienes acompañas. Sostener la fragilidad, pero también las sombras, sostener frente a la dificultad para impedir que todo se fragmente. Sostenerte a ti y sostener a otros. 

Esa es la mayor dificultad. Es una prueba de valor, de esfuerzo, de fortaleza y de confianza. Sostenemos a los demás cuando los sentimos vulnerables, pero también cuando dentro de su propio recorrido muestran sus características más inseguras. Nos enseñan a irnos rápido, a tirar la toalla y abandonar. Y está bien hacerlo, pero no siempre. Hay algo que terminamos identificando con la madurez de los años y la sabiduría adquirida y es el reconocer lo que vale la pena. Y está bien dicho "vale la pena", porque en la vida hay mucha pena, unas cuantas alegrías, pero sobre todo hay mucha adversidad. Vivir es un trabajo dedicado a las almas valientes. 

Uno no aprende a sostener de la noche a la mañana. Pero aprende con error y acierto. Aprende con el corazón y con voluntades llenas de consciencia, transparencia y cariño. Si las personas no aprendiésemos a sostener, habría muchas cosas en nuestra vida que no podríamos construir y entre las más importantes se encuentran nuestras conexiones emocionales. 

Sostenemos la mano de alguien que llora su propio duelo, sostenemos la mano de alguien que tiembla de miedo, sostenemos en un abrazo a alguien enfurecido por la frustración, sostenemos la mirada de alguien que nos encanta, sostenemos las sonrisas de alegría cuando compartimos diversión, también sostenemos cargas como pensamientos, sentimientos, obligaciones... Sostenemos desde la empatía y también desde la admiración. Sostenemos lo peor de las personas que consideramos importantes en nuestra vida, porque sabemos que son algo más que esas noches encapotadas oscuras y tenebrosas. Sostenemos porque quizás de forma recíproca esas personas también nos hacen sentir sostenidos cuando lo necesitamos. 

Sostener no es constante, no es algo que alguien nos empuje a hacer, no es todos los días... Es el momento correcto, en el segundo preciso... Así funciona el sostener. Cuando al mirar con los ojos del alma vemos al otro caer a un abismo, un profundo abismo dentro de su experiencia de vida, dentro de su existencia. Entonces lo sostenemos, antes de que se precipite sin solución y se estampe contra la oscuridad. 

Sostener es salvar a los demás de lo difícil del entorno y de lo difícil de si mismos. Y es, sin duda, el gesto más generoso y amoroso que podemos compartir. 

En la vida no se necesita mucho para ser feliz, pero saber sostener y que nos sostengan es sin duda una de esas piezas de valor incalculable que añaden bienestar. Dejemos de huir, de abandonar, de rendirnos... Y aprendamos a sostener, los que nos acompañan son tan frágiles como nosotros mismos.