He perdido muchas cosas en esta vida por ser impulsiva. La impulsividad es como un subidón que te arrolla y mal aconseja, que te empuja hacia una conducta de la que, muy probablemente, terminarás arrepintiéndote. Cuando hablas precipitadamente haciendo daño a los demás, porque estás en el pico de la ola de un cabreo, ahí estás siendo impulsivo.
La impulsividad es una conducta, en muchas ocasiones, de ansiedad que además puede estar aún más intensificada con el orgullo. Si a una persona orgullosa se le junta ser además una persona impulsiva, entonces tenemos una mezcla química que supone un mejunje peligroso y explosivo.
Lo reconozco, cuando la sangre parece que me va a brotar de la piel y el corazón se me acelera, cuando mis inseguridades me denominan y me enfado me conquista, cuando no entro a razones, cuando me da miedo perder, cuando siento celos, cuando siento algo injusto, cuando alguien se sobre pasa, cuando me siento amedrentada, cuando siento que me ningunean, cuando alguien me miente a la cara, cuando alguien me oculta, cuando me hacen daño con intención, cuando me intentan embaucar, cuando me intentan manipular, cuando me ponen de loca por decir la verdad, cuando me infravaloran, cuando minimizan mis emociones, cuando siento que se ríen de mi, cuando alguien es deshonesto, cuando juegan con mi lealtad... En todas esas, y en muchas otras más, puedo llegar a ser tremendamente impulsiva. Y por desgracia es algo que en muy pocas ocasiones logro controlar.
Es un veneno que ha destruído cosas a su paso. Y es un veneno, que incluso en su mejor versión, también ha sido negativo para mi. Cuando uno es impulsivo con la mejor intención, incluso en esas, tampoco funciona. Cuando uno se ve exaltado y toma decisiones que parecen llenarle de ilusión, pero desde la impulsividad, ahí la estás cagando y posiblemente pierdas más de lo que ganas. Porque incluso la impulsividad, en un contexto que aparente ser positivo, puede ser perjudicial.
He sido impulsiva por enfados y emociones destructivas. Pero también por amor y emociones positivas. Y en ninguna me ha salido bien jugar desde el impulso.
Serán los años que te van dando más tranquilidad, un piano-piano y una replanteamiento de las situaciones. Quizás con el paso del tiempo ya no te tiras nunca más de pleno a una piscina de la que no te fías, te metes con cuidado y sigues manteniéndote agarrada con una mano por el bordillo, no vaya ser que se vuelva a liar. Quizás ya no te haces la mochila y te tiras al "lo que ocurra", ahora intentas trazar un plan e incluso dentro del plan tienes en cuenta un montón de posibilidades que se pueden cruzar.
He sido impulsiva amando a la gente y dando todo de mi. También lo he sido yéndome, alejándome y arrepitiéndome de todo.
"Maldito el momento en el que tomé X decisión" Ha sido durante mucho tiempo un amargo dialogo interno que me ha reconcomido por dentro impidiéndome disfrutar de la vida y amargándome.
Ser impulsiva no me ha llevado a ningún buen puerto. Me ha alejado de perspectivas realistas y me ha conducido siempre a torbellinos emocionales que me han afectado duramente. Se me ha dado mal poner en práctica la templanza y es quizás ahora cuando estoy logrando objetivos. Admiro a las personas que no son impulsivas y que con su caminar transmiten esa paz, esa confianza, esa tranquilidad... Los ves andar en su vida y es como si diesen pasos sobre seguro. Se toman su tiempo para decidir, después de reflexionar con sabiduría y su archivo de arrepentimientos, a mi parecer, es considerablemente más pequeño que el mío.
La impulsividad es lo que lleva a unas personas a ser infieles a otras. Lo que lleva a romper parejas por tonterías. Pero también lo que lleva a perder ciertos beneficios de la vida o ciertas estabilidades por lanzarse a ilusorias imágenes que después se disiparán.
Admiro a la gente anciana porque ellos caminan a una energía donde la impulsividad no puede encontrar una fuente donde nutrirse y aparecer.
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