No hay día que me junte con mujeres y que no hagamos un comentario referente al cuerpo, a la belleza, a lo exterior... Y lo peor es que en la mayoría de los casos esos comentarios suelen ser negativos, nos auto-rechazamos, no nos queremos y nos metemos en bucle con esa insaciable necesidad de perfección. Y eso me consterna, porque es un patrón que tenemos tan normalizado que ni siquiera nos asombramos de lo mal que podemos llegar a hablarnos a nosotras mismas y de cómo de integrado tenemos ese auto-diálogo interno de no-aceptación y machaque psicológico.
Y he caído en ello cuando después de varias semanas hablando con diferentes mujeres, tanto de mi entorno personal como de entornos que han conectado conmigo pero que no forman parte de mi "habitual", me he visto charlando con todas ellas sobre kgs, ejercicios, gimnasio, dietas... Entonces he recordado mi propia historia personal. Cómo en plena adolescencia con un proceso emocional muy complejo me introduje de lleno en el mundo TCA (trastorno de comportamiento alimenticio) llegando a pesar menos de 40kgs. O de cómo eso repercutó años después en una especie de "efecto rebote" y al recuperarme llegué a pesar más de 68kgs. Cómo tiempo después llegué a encontrarme en mi mejor punto físico, gracias a la danza que practicaba, al deporte y a tomar consciencia de una dieta más sana, pero aún así yo seguía viéndome como un objeto al que rechazar, del que sentir vergüenza y que debía machacarme más emocionalmente en ese sentido.
Los años fueron pasando e intenté equilibrar un nivel bastante alto de ejercicio con llevar a cabo diferentes trabajos, eso me consumió bastante y me llegué a quedar muy delgada por propia ansiedad. Pero ni siquiera con esa extrema delgadez que muchas personas desean, yo me sentía realmente satisfecha con mi cuerpo. No era eso lo que me transmitía felicidad, seguía comportándome de una forma tímida si me tenía que desnudar delante de otras personas, seguía evitando planes donde tenía que vestir en traje de baño, seguía mirándome mal en el espejo. Ni siquiera el deporte, que moldeó positivamente mi cuerpo a pesar de mi delgadez, me permitió sentirme mejor conmigo misma. Y a pesar de que genéticamente me puedo sentir bendecida por el tipo de forma natural que tengo en el cuerpo.
Os cuento mi historia primero, antes de seguir compartiendo mi punto de vista, porque me parece un punto interesante a tener en cuenta, sobre todo porque mi historia es muy parecida a la de muchas mujeres en el mundo. Quizás hay que cambiar algunos detalles para que sea una historia calcada e igual, pero sin duda en todas esas historias lo que hay es un camino de tristeza contra el cuerpo físico, una herida emocional, hay una verdadera y cruel demostración de desamor personal.
Como decía, estos días me he visto en la tesitura de escuchar como muchas mujeres delante de mi hacían comentarios sobre su propio cuerpo, rechazándolo. Comentarios como "tengo que perder kgs" o "mi handicap es mi tripa, debería tonificar mi tripa" o "tengo que hacer más deporte porque me sobra peso y tengo que tonificar" y así un lapidario comentario detrás de otro. Un amargo proceso de rechazo. Un proceso en el que yo he intentado sostenerlas recordando que su visión sobre si mismas no es realmente lo que ven, porque el humano tiende a verse de una manera mucho más crítica, más cruel, peor, más desmejorada... Que como nos ven los demás. Y lo cierto es que las personas que nos ven desde fuera son más objetivas, más realistas, sobre nosotras mismas que nosotras mismas.
Esa búsqueda constante de la perfección, comentarios del tipo: "tengo que ser la mujer perfecta en todos los aspectos de mi vida y desenvolverme de una forma perfecta", "tengo que ser perfecta a nivel físico, tengo que tener el cuerpo perfecto y si no es perfecto lo hundo con mis comentarios y me meto, sin ser consciente, en un proceso psicológico inconsciente de infelicidad y rechazo", nos está matando a muchos niveles. Una muerte emocional, una muerte de la apreciación con amor de nosotras mismas.
Vivimos de por si ya bastante machacadas con ese patrón que aún se conserva de alabar a las personas cuando cumplen con estereotipos. Aún tenemos que desaprender muchas cosas en ese sentido, aún tenemos que entender la diversidad física, aún tenemos que aprender de manera honesta a amarnos, aún tenemos que ser realistas con nosotras mismas y no seguir viéndonos desde una perspectiva tan distorsionada que nos asfixia, aún tenemos que entender la naturaleza del cuerpo físico y sus propios cambios que vienen dados por la edad, por el tiempo. ¿Cuántas veces has visto fotos del pasado, donde ya te rechazabas a ti misma, y ahora te ves como que estabas preciosa y no te puedes creer que te dijeras esas cosas? Pues las mujeres tendemos a vivir en ese ciclo constante de rechazo y arrepentimiento cuando vemos fotos de cómo éramos tiempo atrás.
¿Cuántas veces hemos asociado estereotipos físicos con una felicidad porque asumimos que cumplir esos estereotipos es el éxito de cara a la sociedad? ¿Cuántas veces nos hemos parado a vernos realmente desde el amor? Para crear una conducta más útil con nosotras mismas. Es un sin vivir estar casi siempre rechazándonos. Y nos amarga y nos destruye. Es un sin vivir intentar esconder esas inseguridades con las que luego nos vemos cara a cara en nuestra soledad, en nuestra intimidad y cómo esas inseguridades relacionadas con lo físico nos repercute en aspectos más profundos, más psicológicos, que no tienen que ver con lo físico porque nos afecta convirtiéndonos en inseguras, en personas que buscamos la aprobación constante externa. Es un sin vivir que no seamos capaces de decirnos a nosotras mismas que somos bellas, que somos muy válidas, que tenemos mucha suerte de tener el cuerpo que tenemos porque es funcional, nos ayuda a cumplir nuestros objetivos y es una obra de ingeniería biológica que se ha dado en unas circunstancias que pueden tener hasta un aspecto poéticamente milagroso.
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