La mujer que se amaba era fuerte y valiente, se permitia perdonarse, equivocarse y ver sagrados cada uno de sus pasos.
La mujer que se amaba crecía venciendose a si misma con cada aprendizaje, re-aprendiendo y dándose cuenta de que hay cosas que simplemente uno necesita dejar atrás... la mujer que se amaba escuchaba por encima de todo a su instinto, ponía su cuerpo y su corazón en un pedestal, se rezaba a si misma y lo compartía con el mundo, hundía sus manos en la arena y disfrutaba del canto de las ballenas.
La mujer que se amaba caminaba solita hasta que alguien se animaba a hacerlo con ella, primero observaba pero pronto se rendía a los encantos de un amor compartido, dejaba que las cosas fuesen como debían ser y disfrutaba de ellas... aprendió a hacerse el amor a si misma y a compartirlo con aquellos que se atrevieron a mirarla realmente a los ojos.
La mujer que se amaba nació siendo una niña que no supo quererse, creció siendo una chica joven que se atacaba a si misma y se dañaba por dentro y por fuera, llegó a hacerse profundas heridas. La mujer que se amaba aprendió a ver sus cicatrices, a dejar que éstas se borraran verdaderamente para poder amarse.
La mujer se amaba, amaba tanto como a ella misma a aquellos que la rodeaban. La mujer que se amaba adoraba sentir el agua caer por su piel, reir a carcajada profunda, examinaba a las personas y consideraba que lo que aprendía de ellos es lo más bello que existiría; aprendió a observar y encontrar el placer de saber ver los detalles.
La mujer que se amaba, se sigue amando hoy en día... la mujer que se ama es capaz de leerse en éste texto.
Éste fue un regalo de una amiga que me conoce muy bien y sabía que me encantaría tu escrito, como así fue. Te conocí a través de esta mujer que se ama y me hermané contigo al saber que sabias lo que era ser una osa con forma de mujer. Gracias por tus palabras.
ResponderEliminarGracias a ti por leer(me) :-)
EliminarEs la psicomagia del todo conectado...