¿Sabes? todo hay que sentirlo, notarlo, palparlo en lo más profundo de tu ser...

miércoles, 23 de abril de 2014

Batalla contra la parte oscura y sus bichos.



Y es que bajo esa canción que se esconde en un pasajero amanecer, bajo esa estela de luces nocturnas, esos látidos sordos, esos pasos mal dados, había un secreto a voces que se mecia entre acántilados.

Las rocosas paredes de un corazón endurecido, los lamentos como barrancos humedecidos, la aridez del camino allanado por lo que es más fácil que por la lucha consigo mismo... hacer lo que los demás esperaban y no lo que su cuerpo ansiaba.

El anhelo se convirtió, sin esperarlo, en el sonido diario de su rutina. El tintineo de las cadenas de su propia condena, amarrada con fuerza a sus tobillos y a su espalda, comenzaba hacerle mella en ese cuerpo físico, que parecía tan grande y tan duro, pero que en verdad como de materia blanda que es, era frágil. Y la estupidez de la mente humana, aprovechó aquella gran brecha para hacerse hueco e ir introduciéndose de lleno, más y más profundo, hasta lo más oscuro y removerlo todo haciendo surgir lo que uno debe desechar, su amor propio ya flaqueaba bastante desde antaño, en aquel momento, en aquel instante, se abandonó por completo... se cortó el brazo, se hirió la cabeza, se escoció sus propios ojos de tanto llanto y se rasgo el alma, dejándose vencer por la incertidumbre y la duda. Aquel bicho, que se había descontrolado dentro de si mismo, surgió sin compasión alguna, desgarrando su carne desde dentro y acomodándose fielmente a su espalda, como si fuese una chepa, repartiendo latigazos sin miramiento y en todas direcciones, cada instante parecía más insufrible y el peso de semejante bestia le hacía creer que cada día era más insignificante.  Sus miedos vencian la batalla, porque desde chico nadie le dijo que en la vida la guerra más dura es aquella que uno tiene consigo mismo y que, generalmente éstas guerras sólo se vencen con la constancia de la confianza y el amor por la vida. Por muchas canciones que escuchaba, por muchos sorbos que bebía, por muchas caladas que inhalaba... todo se quedaba corto, nada le satisfacía.

La pasión se consumió incluso en si mismo y decidió aislarse en aquella cueva que su propio cazador había tallado con mesura en lo más profundo de su oscuridad, creyéndose a salvo se arropó con el sufrimiento, la queja, el desconsuelo y las dudas, se acomodó entre el dolor, los miedos, la incertidumbre, las náuseas, las angustias... y se amarró fuerte, para sentirse acompañado, de la lógica creyendo que aquello debía ser así porque sólo la lógica le hacia verlo con sentido, a pesar de todos esos sentimientos que no se pueden razonar. Asi fue deshojando a cada instante su propia esencia.

Y aunque tituteaba cuando de cerrar los ojos y echarse a dormir se refería, finalmente lo hizo, los cerró. Las pesadillas comenzaron a hacerse hueco dentro y fuera de su vida, lo rodearon todo, incluso más allá de la inconsciencia del mundo de los sueños, allí estaban ellas con su actitud, acechando en guardia y dispuestas a machacar cualquier atisbo de brillo, nada dentro de si mismo iba a quedar impune de culpa, dolor, de rabia, de frustración o de miedo ¿cómo de otro modo podía ser?.

El mayor sentimiento, que creía agotado, consumido, terminado... dentro de si mismo, sintiéndose tan inutil, decidió recuperarse de aquello e ir resurgiendo como sólo la luz sabe hacer: a ritmo armonioso, lento pero eficaz, con paciencia, esmero, sabiendo repartir consuelo y calma. Y haciéndose un hueco entre aquella densidad, pudo, por un instante recuperar el control de aquel cuerpo físico... lo suficiente para quedar registrado en la memoria y en el consciente y en el subconsciente. El amor se implató, impoluto y perfecto, generando un llanto descontrolado de limpieza y de realidad, de aceptación.

Un simple "está todo bien" fue suficiente para recuperar algo de paz, más otros pequeños detalles, también sencillos, pero importantes... y así se dió cuenta de que los miedos pueden ganar la batalla, pero cuando uno está realmente enamorado (de otra persona, de la vida, del camino, de los detalles...) y pide consejo chillando fuerte al universo, su voz retumbará desde dentro de si mismo, desde dentro de su propio universo hasta el universo común donde todos habitamos. De ésta manera, Dios, se hizo ver entre las dudas y los demonios, entre el infierno de su ser, tocó un instante de su camino, suficiente para calmar las aguas a pesar del trabajo que quedase para limpiar todo aquello más adelante.

A veces, el ser humano, se deja destruir por si mismo... porque es más fácil derrumbar algo que construirlo, pero si una parte de si mismo, aunque sea pequeña, implora con fuerza ayuda y sosiego, templanza y serenidad, calma... el amor, la energía más grande del mundo, se implantará con fuerza dándonos todas las oportunidades que necesitemos. Aprovecharlo ya es una elección completamente nuestra y personal, fuera incluso de la fuerza del destino; la acción de aprovechar forma parte de nuestra fuerza única, personal e intransferible, de nuestro libre albedrío.

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