Es un poco duro, en ésta tierra que nos acoge hoy en día, ser un alma vieja cuando solo se le da valor a los años físicos, palpables... a los años que todos pueden comprobar.
A veces el camino se vuelve muy empedrado, nos toca agarrarnos a esa sabiduría interna de almas que ya han vivido mucho y aún les queda por seguir viviendo.
Lo más dificil es amar siendo un alma antigua, un alma vieja... con esas capacidades que has ido obteniendo a lo largo de cada vida experimentada. Porque te das cuenta de lo que es amar de verdad y porque, al contrario que las almas jóvenes, terminas por perder el miedo al amor (complicada enfermedad tan extendida en la sociedad occidental). Ser un alma vieja es recomponerse a cada paso, tener un suspiro y un consejo para quien está realmente dispuesto a escucharte, es un trabajo para contigo mismo y a la par, para con los demás. Las almas viejas están transformadas en personas que parecen corrientes, pero con dones... son esos sanadores innatos, consejeros, esas brujas y esos magos... ya portan una mirada sabia desde el dia de su nacimiento.
Las almas viejas son aquellas que han cargado con mucho dolor por confundir responsabilidades que no debian acarrear, aquellas que en ocasiones se sienten con la responsabilidad de cumplir con aquello que los demás esperan de ellos... son los mismos que al verse comitiendo éstos errores, los van intentando solventar dejándose guiar por el corazón y no por el ego.
Hermoso Ami... Cómo tu
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