Se me antoja una realidad, no sé si ficticia o de verdad. Se me atraganta y se me engancha, la tengo atravesada en los párpados y me sesga por dentro, me rompe y a ratos me vence, sale victoriosa en una encarnizada lucha interna.
Me cuesta, en esa realidad, diferenciar lo que es para bien y para mal, lo que viene a crear o lo que viene a vaciar... Y surge, titubeante entre la verdad o la imaginación, como un caos creador de un universo paralelo. Perpleja me encuentro ante tanta energía que me agarra por dentro, me reconcome los sesos y acorta, peligrosamente, mis horas de sueño.
Se me antoja una realidad, una dimensión paralela, un pensamiento, una idea o quizás una vana ilusión pasajera, hija de esta necesidad mía, de esta creencia enraizada, de esta educación asesina. En ella todo se encuentra en una estado latente pero a mi pesar sin paz ni sosiego, un momento en el que todo se detiene, se sostiene en el aire sin soporte alguno, vacila descaradamente a las leyes universales y también a la maldita gravedad, esa puta gravedad que lo deja caer todo por su propio peso, por su propia naturaleza, por su propia esencia... En este pensamiento, que ahora es escrito para darle algo más de real sin que llegue a rozar la locura, se me vencen las horas y los días, los bucles hacia el infinito son una expansión de fuera hacia dentro corrompidos por los miedos
Me ha capturado esta creencia mía, esta entidad pensada, imaginada, esbozada en la nada... Me ha capturado como una filosofía aprendida, un patrón comportamental: excusa y verdad, condición y promesa, cadena y libertad...
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