¿Sabes? todo hay que sentirlo, notarlo, palparlo en lo más profundo de tu ser...
jueves, 4 de agosto de 2016
Las personas pasamos a ser trapos.
Que irónico pensar que con la evolución de la sociedad el ser humano evolucionaría en valores, igualdad, respeto, amor, conciencia... Porque lo que te encuentras a día de hoy, en pleno meollo del S XXI es un estancamiento y una considerable desmejoría de muchos puntos importantes para ser realmente humanos.
Las personas debemos evolucionar pero no por ello perder la conciencia hacia el otro, eso es algo que se nos da especialmente bien porque solo requiere de egoísmo y el egoísmo es algo bastante fácil de llevar ¿sabéis por qué? Porque solo tienes que pensar en ti mismo.
Somos millones de seres humanos en el mundo, algunos con corazones dolidos, otros con mentes dolidas, otros enteros y puros... Nos mezclamos y nos vamos conociendo, coincidimos y pensamos que son casualidades, desaprovechamos instantes que aunque no pudiesen ser eternos podrían ser enriquecedores, damos puerta y nos vamos a otra cosa que la vida son dos días, porque bien que nos hemos aprendido el "carpe diem" como sinónimo de un libertinaje dañino, sin embargo se nos han olvidado otras muchas frasecitas que tatuarnos en el alma, sin ritintín en latín, frases como: no seas bobo colega, ámate que eres hermosa, eres un privilegiado ¡disfruta de ello!, agradece con el alma ancha... y mi favorita por sobre todas: es un honor que seas el principal testigo de tu maravillosa existencia.
El amor propio es fundamental pero claro siempre bien llevado. Muchos confunden el amor propio con el narcisismo o con una actitud ególatra y peligrosa. Amarse es importante, también amar al resto... y entre ello se encuentra el respeto a uno mismo, la conciencia tranquila ante las heridas que podemos ocasionar (es decir, evitarlas en la medida de lo posible) y también el respeto, fundamental, hacia los demás... ¿acaso es tan difícil ser sincero? El mundo se desborda de mentiras tras mentiras con un único fin: acrecentar lo que es mío para mí independientemente de cómo puedan sentirse los demás. Podríamos tipificar esta situación como un mal menor si no fuese porque se ha extrapolado al ámbito de relaciones personales y sociales, algo que hace tambalear peligrosamente la perspectiva colectiva sobre las personas, los demás, las relaciones y además sobre cómo mostrarnos hacia los demás. Nos importa ya poco si mentimos y somos cazados, pues lo volvemos a hacer, es más fácil que mostrarse como uno es ¿no? que rollo eso de ser sincero y vulnerable, de ser humilde, honrado, noble... Os propongo un pequeño y sencillo juego, tenéis 3 minutos para decir al menos el nombre de 5 personas que consideréis al 100% y sin duda alguna que cumple con los requisitos de un ser humano humilde, honrado, sincero (sin ser dañino), noble y real... Os sorprenderéis al ver que la mayoría fallan en algo.
No digo que debamos ser todos Ghandis que cambien el mundo, pero sí que conservemos una sencilla perspectiva de que todos los que nos rodean también sienten. Nuestro ombligo no es el centro del universo ¡ni mucho menos!, el universo es infito en su propia existencia, algo que personalmente me tranquiliza bastante pues esa palabra abarca muchísimas posibilidades, a todos los niveles posibles en la vida.
A día de hoy nos vamos lanzando a un abismo donde solo descansan nuestras almas olvidadas y nuestros corazones desgastados, nos quedamos con nuestros cuerpos y nuestros antojos, nuestros enchochamientos mentales, nuestras contradicciones como excusas y nuestras excusas como más excusas ¡valga la redundancia! y a todo ello se ha sumado un sistema que se forra, literalmente, de ese vacío que vamos generando... desde redes sociales de contacto, citas exprés, locales solo para contactos esporádicos... Se agotan las citas con nervios, los te quiero en bajito después de un pequeño beso, el enamorarse al acostarse por primera vez con alguien, el descubrir e ir abriendo capas con empeño y se desbordan todas las demás cadenas, los momentos con polvos vacíos que se convierten en algo habitual, el no dormir en casas ajenas, el escapar de puntillas nada más ver el sol entrar por la ventana, las despedidas en silencio, los picos como un último "jamás nos volveremos a ver"... Y entre tanta mierda, ahí estamos nosotros, los que seguimos creyendo a pesar de encontrar un tropiezo tras otro.
Las personas pasamos a ser trapos donde se vende humo a cambio de una noche de sexo, que además en muchas ocasiones deja mucho que desear (¿o será que soy demasiado exigente?). No sabéis la cantidad de veces que me ha apetecido decir "quedas lejos de ser el top 1 de mi lista de polvos mágicos" total, ellos ya mataron tus ilusiones con sus balazos, a si que te queda destruir lo poco por lo que barren, pero no lo hago porque ante todo intento cumplir esas pautas de ser realmente una buena persona, que no se diga nunca lo contrario de mi... esa es mi meta a cumplir en la vida.
Estoy cansada del pico y pala incesante para luego decirte adiós al instante de probar a qué sabes. Esos juegos de manipulación, de cazador que encima hace sentir culpable a la presa, de ser humano corrompido por dentro. Uno puede desear solo sexo y eso está muy bien, pero hacer determinadas acciones, pronunciar determinadas mentiras y caminar por determinados lugares para hacer daño emocional a una persona y conseguir solo sexo, personalmente lo veo demasiado trabajo para un solo polvo y demasiada energía derrochada, además de demasiado daño generado.
Que pena esto ¿eh? Con la cantidad de cosas buenas que tenemos los seres humanos y nos hemos quedado en aprovecharnos de la energía mágica de otros para hacer simplemente más muescas en el cinturón que nos rodea, hasta batir un récord o hasta rozar un futuro arrepentimiento al vernos solo rodeados de sexo, porque el sexo sin más no será quien el día de mañana venga a abrazarte cuando algo de tu vida se venga abajo, ni cuando estés enfermo, el sexo no podrá luchar en contra del mundo por preservar tu santo hueco en el que mereces ser respetado y amado, querido y valorado... El sexo sin más es precisamente eso y al final es solo un número más, un gemido más y un amor menos.
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