¿Sabes? todo hay que sentirlo, notarlo, palparlo en lo más profundo de tu ser...

martes, 2 de agosto de 2016

La fuerza de mi vestido llamado: ser valiente


Aunque los bosques sean oscuros, con mi vestido desentono. Como esa gente que sabe bailar sin haber ido nunca a clases de danza o esa otra, esas maravillosas personas, que contemplan la vida en silencio y guardan hermosas experiencias en las retinas de sus ojos.

Las arrugas del tiempo nos afectan a todos, aunque no todos las mostremos, algunos lo llevamos más por dentro y pocas veces las sacamos afuera, un método evasivo para tapar sin ser vistos.

Te das cuenta que el silencio de la vida es un bien preciado, que el tiempo no suele correr a nuestro favor, que estamos rodeados de marcha atrás sin sentido porque no vamos para atrás pero sin embargo todo va restando hasta convertirse de nuevo en un cero, el final y el inicio. Pero ¿qué queréis que os diga? Soy adicta a esas cosas que no todos saben apreciar, no me gusta dejarlas escapar así como así. Observo el instante, lo cojo, lo veo desde dentro y entonces ya sí lo suelto... una vez que se ha ido será mio para siempre, es lo que tiene la memoria, ese conjunto colectivo de recuerdos donde cada vivencia forma parte de cada latido de tus propias células.

No te puedes hundir en ocasos emborronados ni en atardeceres cristalinos... la idea es seguir vivo, siempre seguir vivo. A mi me gustan las pequeñas cosas, prefiero una palabra a un objeto inanimado, será que es mi manera de darle sentido a esta vida donde lo efímero y lo barato va ocupando un preocupante y prestigioso puesto, mientras las cosas de verdad van quedando en segundo plano.

Me gusta una cal y otra de arena, las cercanías y los distanciamientos, coger una experiencia y morderla como una manzana del paraiso y que sea ese instante el que me inspire durante meses. Me gusta disfrutar de la ausencia y del completo placer de estar tirado en la hierba sin tener en que pensar. Esas cosas sencillas, que para mi son mucho más complejas,  guardan una filosofía tranquila y calmada de la vida que me protege de la siniestra moda de dejar de ser humanos.

No creo en las equivocaciones, solo en apuestas de todo o nada e incluso cuando sale nada y yo pierdo siento que no ha sido una equivocación, para mí esas cosas siempre son regalos del cielo.

Tenemos un descontrol desmedido sobre el ego, entonces no entendemos cuando tomamos una situación donde elegimos determinadas pausas y nada sale como queremos... En vez de alegrarnos a la voz de "¡será para bueno!" nos quejamos como criajos en plan "¡¡es que no es lo que quiero!!"... Esto no es más que una forma desagradecida e infantil de descontrolarnos, de ponernos en situaciones imaginadas, irreales y fantaseosas que nos alejan del verdadero presente, del aquí y del ahora.

Yo he sido mucho de planear, de hecho como he comentado en alguna ocasión sufro una especie de necesidad de control sobre muchos acontecimientos de mi vida, pero reconozco que esa actitud solo me ha llevado a frustraciones y el sabor de la frustración es doloroso, amargo, pegajoso y dañino, una bomba autodestructiva. Por eso, siendo consciente de mi misma, decidí que no podía seguir viviendo así y tomé cartas en el asunto, decidí que estaba bien si solo era un segundo porque a cada segundo se construye la vida, decidí que también estaba bien si nunca era, lo que fuese, si nunca era nada... porque lo cierto es que "la nada", en si misma, libera de cargas. Por ello construí dentro de mi determinadas premisas y consensos con mi cabeza, le dije que estaba ya bien de hacer tanto el garrulo y que debíamos aprovechar esta iluminación interior y física para hacer algo en la vida, aunque fuese único o repetido, duradero o efímero, importante o casual... Y llegamos al acuerdo, tras mucha charla nocturna con sabor a insomnio y cafés a deshoras para llevar mejor el avance del día, de que debíamos fijarnos en el ahora mismo, incluso con nuestras pequeñas manías, con nuestras barreras y nuestros obstáculos... Y lo firmamos con sangre y bajo el nombre de: soy valiente.

Por eso e hilo desde el principio, aunque los bosques sean oscuros con mi vestido desentono. Cuando las aguas son cristalinas atemorizan a los cobardes que son incapaces de verse el rostro reflejado en ellas, porque saben que estarían viéndose a si mismos y sibilinamente se deslizan entre las escapatorias más cercanas, entre las excusas más baratas y entre los silencios más prolongados... Sin embargo otros nos asomamos a esos lagos, esos ríos y esos mares infinitos y si hace falta nos bañamos en ellos, al grito de "¡aquí no me hunde nada!" sin vacile ninguno.

Recuerda: aunque la bruma sea densa, aunque el día esté negro, aunque el mundo cambie y tú no cambies de la misma manera, aunque estés fuera y a la vez dentro... recuérdate que los bosques pueden ser muy oscuros, pero tú siempre desentonaras en ellos, porque eres la fuerza de tu propia existencia. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario