Mujeres, en ocasiones nos toca llevar a
cabo el papel de la fortaleza, la fuerza en si misma, del ancla que mantiene. En esas ocasiones puede
que tomemos decisiones difíciles, donde lo correcto está por encima del
impetuoso egoísmo y orgullo. Y es que, a veces, ser una mujer fuerte, y
consciente, no resulta nada fácil.
Tú y yo, somos el apoyo familiar, la
capacidad de unir y transformar un evento inusual en un milagro hecho realidad.
Somos arropo para aquellos que desfallecen, somos las palabras correctas y
también somos aquellas que miramos más allá y vemos la realidad venir, antes
incluso de que otros la perciban.
Para muchos amigos somos la solidez,
alguien con quien contar incluso en intempestivas horas. Somos el refugio, la
persona que va a rescatar y que se ofrece a cuidar por encima de cualquier
circunstancia. Somos el número de teléfono al que llaman cuando alguien, de
repente, siente un miedo terrible y no sabe con quien más hablar. Somos la voz
de calma para la ansiedad ajena, la confianza para la persona acobardada, el
ejemplo para aquel que se paraliza ante sus resistencias, somos la luz de la
confianza para quien ha olvidado quien es y somos la protección más imponente
para aquellos que se sienten vulnerables y desarropados.
Somos la terapeuta que responde lo más
rápido posible, que se vuelca en su oficio con mucho cariño, tesón y pasión.
Somos la canción donde otros se acuerdan de ti porque habla de fortaleza, de
amor verdadero, de transparencia y de coherencia alma-mente-corazón.
Somos el recuerdo imborrable, alguien con
quien siempre contar ya sea para enterrar un cadáver o para tomar un café (es
broma lo del cadáver). Somos parte de un equipo de trabajo donde aportamos
constancia, apoyo emocional, reconocimiento y agradecimiento.
Somos la hija que nunca cumplió con lo que
supone que tenía que cumplir, sin embargo, aun haciendo las cosas a su manera
se ha convertido en una pieza fundamental de ejemplo, escucha y demostración.
Somos la hermana que nunca deja para después, que prioriza por el amor de
alguien con quien comparte gran parte de su genética.
Somos la colega para tomar unas cañas y
fumar, mientras rodeados de humo, se piensa en cambiar el mundo ideando cosas
que conectan con la creatividad imparable que vive dentro del ser. Somos
quienes nos ofrecemos voluntarias para las tareas más complejas, somos madres sin
haberlo sido y cuando ya estamos en ello somos feroces, imparables y
luchadoras, constructoras.
Somos la persona a quien recordarás con
más cariño, incluso aunque nos lleves al límite de nuestro aguante y despiertes
nuestra rabia... Porque a pesar de nuestra respuesta impetuosa, tendrás muchas
más cosas buenas que decir sobre nosotras, que malas.
Hemos sido admiradas y valoradas y lo
seguimos siendo, pero también somos, por experiencias de la vida, el tren que
no pasa dos veces por la misma estación.
Somos las artistas que hacemos despertar
al mundo para que nunca olvide su potencial. Somos la energía chamánica que
fluye debajo de La Tierra, somos esas personas inesperadas con las que te topas
y ponen patas arriba tu vida para que siempre conectes con tu corazón y no
procrastines algo tan sagrado e importante.
Nosotras somos las mujeres de esta tierra
nueva; las que hemos decidido que el corazón es el símbolo que nos representa.
Las que a pesar de que las batallas internas son las más difíciles de lidiar
las llevamos a cabo intentando que salgan el menor número de heridos, y daños
colaterales, posibles.
Somos ese nombre que aparece en la
pantalla de tu móvil y tímidamente sonríes porque ha sido un mensaje inesperado
pero bien recibido, porque ha sido una llamada sorpresa pero en el momento
idóneo... Porque suena a casualidad, cuando siempre ha sido conexión
divina.
Somos la justicia ante una injusticia.
Somos la ética y la moral, somos quienes nos hemos puesto como proyecto de vida
y como meta personal la actitud más impecable. Somos las palabras claras.
Somos las brujas de esta sociedad
desarrigada, somos el hogar para aquellos que se han visto desamparados y
completamente solos. Somos la conversación que nutre el alma. Somos la
demostración de que rendirse nunca es una opción, somos quienes reconocemos lo
que nos toca por reconocer y aprendemos del error propio, y del externo, para
hacer de nosotras alguien mejor, a pesar de la resistencia de la mente y de la
exigencia.
Somos el adiós en el momento que alguien
tiene que atreverse a decirlo. Somos la compasión, aunque deseemos en ese
momento ser todo lo contrario. Somos el esfuerzo de mejorar lo peor de nosotras
mismas, intentando a cada paso lograr superar metas de superación personal.
Somos el círculo, el deseo que despertamos
con nuestra sola presencia. Somos “las cosas” lo mejor hechas posibles y si no
salen bien, jamás nos podrán decir que nuestra intención no era buena, eso
nunca.
Somos la observación, la libertad, las
aprendices del desapego y del soltar. Somos en ocasiones la impaciencia
maquillada, porque años atrás fuimos mucho más impacientes aún si cabe… Y de
poco a poco, sin presiones, estamos aprendiendo a valorar y admirar el proceso
del saber esperar, de la santa espera hecha patrón en nuestro camino.
Somos el anhelo de alguien, porque lo
sabemos. Y también el deseo de otrxs tantxs... porque lo hemos vivido y nos
tocará seguir viviéndolo.
Despertamos, a partes iguales, comodidad e
incomodidad… Según con quién nos toque cruzarnos cara a cara.
Somos guerreras, independientes, capaces
de enfrentarse incluso contra el peor temporal del mundo y saber, que al
contrario de lo que los demás piensan, saldremos ganando.
Somos el amor propio que resurgió después
de mucho tiempo permitiéndonos sufrir y que nos hiciesen daño. A pesar de esto,
no, no siempre hemos sido, somos o seremos un ejemplo, porque asumimos que por
encima de todo somos seres humanos, personas sin un gramo de perfección.
Hemos ido contra nuestros principios hasta
que aprendimos que sin los principios uno no puede ser quien es y se pierde a
merced del control que otros pueden tener sobre ti.
Hemos sido nuestro peor enemigo, nuestra
batalla física y mental, la mayor destrucción contra nuestra persona y el odio
hecho persona. No lo negamos, porque parte de lo que somos ha sido una
transmutación y un resurgir de un pasado muy tóxico y dañino donde por poco nos
fuimos para siempre.
Hemos estado enganchadas a conductas y
patrones que nos han hecho explorar fondos oscuros. Adicciones y enfermedades
con las que nos hemos presentado, vínculos afectivos destructivos, uniones
sexuales que nos hicieron consumirnos, experiencias personales que hemos
repetido una y otra vez a pesar de que los resultados siempre eran catastróficos…
Sin todo esto no podría haber resurgido en nosotras la necesidad imperiosa por
mejorar, por vibrar diferente, por iluminar y sobretodo no habríamos aprendido
a comprender ni a ver /vivir de una forma diferente.
Hemos sido atacadas cuando apenas teníamos
herramientas para defendernos y hemos perdonado a esos “agresores” para
quedarnos cerca y ayudarles cuando no tenían nada más, entonces las caretas se
vinieron abajo y los rolles dejaron de tener importancia, entonces aquellas
personas vieron la verdad de quienes somos y entonces… Aprendimos lo que es el
amor real, el amor de acompañar y perdonar incluso a quienes más has querido a
pesar de que, durante largo tiempo, te condenaron bajo una etiqueta y un juicio
sobre quien nunca has sido, sobre lo que nunca has hecho, sobre una intención
que jamás fue así dentro de ti.
Somos esas raras bien, que caen bien (o
muy mal) porque se nos ve sinceras y sin medias tintas, se nos ve de cara y eso
es algo que una parte de la sociedad echa de menos porque cada vez hay menos.
Nadie se ha arrepentido en darnos una
segunda oportunidad porque hemos demostrado que somos metamórficas y ante todo
hemos demostrado lealtad.
Somos maestras y aprendices a tiempo
completo, que no desconectan de su humildad y de su humanidad para seguir
creciendo sin resistencias.