La única cosa que más me duele de viajar es regresar. Es la vuelta a casa, y no tanto por la casa o por la rutina, es por ese vacío que siento pocos minutos antes de llegar a la estación o al aeropuerto sabiendo que no hay nadie para recibirte con un abrazo.
Llevo muchos años cogiendo trenes de larga distancia, esto se debe a la separación de mis padres. Me encantaba bajar del tren y ver al otro lado de las puertas a mi madre o a mi padre esperando para preguntarme qué tal estaba, un gesto tan sencillo que para mí lo decía todo. Pero todo esto cambió cuando me volví adulta, ahora ya no tengo a nadie que me espere al otro lado de las puertas, todo se torna en una rutina habitual: tomar el primer transporte público más cercano de vuelta a casa, subir los cuatro pisos de casa, abrir la puerta y comenzar a colocar las cosas del equipaje.
Es una rutina casi robótica, llena de melancolía y de anhelo. Cuando nadie te espera en la estación, y ves que a la mayoría sí les esperan, sientes un fuerte golpe justo en el estómago, algo que te deja KO por unos segundos y donde te toca, de nuevo, re-digerir la realidad de tu actual vida. Esa vida de soltera, independiente económica y emocionalmente, con familia a cientos de km y amigos con vidas de agendas apretadas y ajetreadas... Welcome to the adult life. Básicamente así lo siento.
Fue doloroso el regreso de Costa Rica; cruzar el charco, coger la mochila de la cinta de equipaje y volver a casa en metro acompañada por mi infinita lista de reproducción de Spotify... ¡qué haría yo sin ella!. Y es igual de doloroso cuando vuelvo de cualquier viaje corto y me toca ir zigzagueando para esquivar a las personas que sí esperan a otros.
Poema: "Cuando nadie te espera en la estación"
Los viajes que en el alma cargo...
Los largos km recorridos...
Los paisajes que en la mirada guardo...
Y los tantos momentos compartidos...
Se convierten en efímeros recuerdos...
Cuando al regreso del hogar
No hay nadie que abrace con cariño...
Qué dolorosa es la ausencia
De cualquiera que quisiera verme...
De un "hola de nuevo"...
De un "te eché de menos"...
O un simple "¿cómo ha ido?"...
Qué bonito el viaje...
Qué bonito el viaje...
Con su sed de aventura...
Y sus inexplorados segundos por delante...
Que parecen dejar lejanos...
El momento amargo...
La realidad imborrable...
Ese instante en el que al bajarte...
Poner los pies sobre La Tierra...
Y retomar rumbo a casa...
No hay nadie esperándote.
Qué amarga suena la ausencia...
Que indigestiva se hace entonces la soledad...
La vida de quien sólo se habita...
De quien no puede avisar a nadie más.
En esos momentos...
Desearía ser niña de nuevo...
Tener ahí a papá o a mamá...
Un abrazo que significa un hola...
Un buen recibimiento.
Qué difícil es ahora volver...
Cuando sabes que no te esperan...
Ni con un par de besos.
Te entiendo perfectamente, yo me he sentido como tú en algún momento de mi vida. Ánimo, estoy convencido de que cuando menos te lo esperes aparecerá ese alguien que te abrace a la vuelta de cada viaje que hagas.
ResponderEliminarMuchas gracias Iván :-) Te mando un abrazo.
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