Necesitamos más esperanza. Necesitamos saber que vamos a abrirnos sin problemas, que todo estará bien y que todo, finalmente, brillará.
Necesitamos recuperar ese tintineo en la mirada, el mismo que una niña o un niño te comparte cuando te habla de su ilusión más profunda, aquella que nace del propio núcleo de la inocencia.
Necesitamos más esperanza y es urgente y prioritario que seamos conscientes, cuanto antes, de ello. La esperanza es el único bálsamo capaz de mantenerte a flote y por mucho que otros lo nieguen, es la píldora adecuada incluso para el que vive entre incertidumbres, para quien teme la ambivalencia con la que convive, para quien tiene que verse cara a cara con la cruda realidad... La esperanza es mucho más que un acto de fe. Es también un acto rebelde contra todo aquel que ha querido mermar y destruir la parte más humana de tu persona.
Es necesario que volvamos a hablar de cosas cotidianas como si se nos saliese el corazón por la boca y en esa necesidad también merecemos recibir a cambio una admiración, una plena escucha de nuestras palabras y sobretodo de nuestros sentires. Eso nos hará crecer en esperanza.
La esperanza es la llamada al milagro. Quien no cree en ella no verá ante sus ojos ningún tipo de milagro, ni siquiera los que ocurren en nuestro día a día y de los que muchas veces no queremos ser testigos. La esperanza es la apertura al camino de la liberación y la elevación. Cualquier figura elevada y liberada que ayuda a la humanidad, ha depositado gran parte de sus aprendizajes y filosofías en una, o varias, conducta/s esperanzadora/s. También supone un hermoso trabajo con saber esperar, con comprender y abrazar el momento correcto.
La esperanza no es la tonta ilusión para quien le faltan raíces, es la medicina para quien se está perdiendo permitiendo que otros, ya contaminados, le contagien del vacío, de la pena, de la condena... Sobre la esperanza crecen y germinan los sueños y los actos que hacemos por lograrlos, también crece y germina la ilusión, la luz, la conexión real con la confianza hacia el mundo y hacia el cosmos.
Necesitamos más esperanza. Retomar hábitos esperanzadores y vibrar con la esperanza ajena. Comprender desde el corazón cuando alguien nos habla de algo que danza en esperanza y abrazarlo con una escucha real, con un tacto real, con una presencia real... Sin dárnoslas de sabiondos y sin romper la burbuja ni el globo que se infla. A veces, esperanza es lo único que tienen muchas personas en este mundo y su valor es tal que puede mantener la vida de alguien... Con esto quiero decir que muchas personas si no conservasen la mucha o poca esperanza que depositan en su vida, seguramente terminarían rindiéndose malviviendo o simplemente quitándose del medio.
Ojalá vendiesen esperanza como el que vende aspirinas, creo que el mundo sería un lugar mejor, que nosotros nos sentiríamos mejor y que tendríamos bastantes menos miedos, porque seríamos capaces de conectar y vivir a favor de una energía tan impecable, pura y real como la propia esperanza. La esperanza no es algo que se aprenda, es algo innato que ya se percibe en los niños cuando te hablan de lo que les gustaría conseguir o de sus propias inquietudes rebosantes de energía e ilusión, es algo que ocurre en cualquier parte del mundo porque es esencial para vivir, es esencial para crear, es esencial para creer y es esencial para ser la parte sagrada que realmente somos.
La palabra Esperanza viene de "esperar" del latín sperare (tener esperanza), vinculada con una raíz indoeuropea también presente en el adjetivo en latín "prosperus"(feliz/que se expansiona).
Por eso la palabra "esperanza" (ya solamente con decirla se percibe) abre nuestros canales, aumenta nuestro campo áureo, nos dota de una sensación de bienestar y felicidad que nos lleva a una expansión con la que contactamos con lo más elevado de nosotros. Es ahí, dure lo que dure, donde podemos sentir que somos capaces de cualquier cosa y precisamente también es en la vibración de la esperanza como mejor podemos mandar los mensajes al universo.
Cuando sientes esperanza es clarificador, sobretodo en el sentido de limpieza emocional y energética. En esperanza cualquier deseo que se manda encuentra muchas menos resistencias y obstáculos para llegar al destinatario más importante: el universo.
Esperanza es lo que mantienen algunas personas enfermas, aunque sepan que su enfermedad es para siempre o que puede que ese proceso les esté matando, porque es lo que les hace sentir que hay algo más allí y es precisamente la esperanza la que nos hace abrir los ojos, realmente, y percibir ese "más" tan importante que se encuentra detrás de cualquier acontecimiento.
Es urgente que podamos hablar con esperanza aunque sea en una charla entre cervezas o que podamos abrirnos a los demás con la esperanza de que todo va a ir bien y que esa persona es la correcta, es urgente que nadie intente destruir algo tan sagrado que realmente nos merecemos. También es imprescindible lograr comprender el mundo de los demás y cómo algo que para nosotros puede no tener ningún tipo de significado más allá, para esa persona es un chorro de esperanza y aire fresco.
No todo el mundo puede disfrutar de su mundo interior con toda libertad, tampoco todo el mundo puede disfrutar del mundo exterior con toda plenitud... A pesar de esto, incluso en ellos, quedan pequeños atisbos de esperanza floreciendo entre cosas "sencillas", "fáciles" o que para ojos de otros pueden no tener la mínima importancia. Frente a esto es primordial ver realmente a los demás, observar lo que dice su alma a través de su mirada o como se asoma una ligera sonrisa, quizás lo único que conservan de su niña o niño interior, lo único que les vincula a una parte de su inocencia donde aún habita la esperanza que los mantiene con vida.
La esperanza es puro potencial y su energía es tan grande e impresionante que recuperarla (cuando la hemos perdido) es sin duda una de las sensaciones más dichosas y enormes que se pueden experimentar.
Acompañar en el camino de la esperanza es un acto de mucha humildad y una gran demostración de humanidad.
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