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El viaje de reencontrarse, viendo como todo emerge en una franja de tiempo relativo y efimero. Corto, porque el tiempo siempre es corto y muchas, muchas veces, llegamos tarde: tarde a donde sea, tarde para quien sea, tarde con nosotros, tarde con la vida, tarde con el amor.
Todo esto viene inspirado por una experiencia que tuve, no hace mucho, con setas-hongos alucinógenos. Así como se dice normalmente.
No es mi primer contacto con alucinógenos y los que lleváis siguiéndome un tiempo sabéis que gracias a mi experiencia con la Ayahuasca pude superar y asimilar ciertos traumas personales, de la infancia,que cohibían cosas naturales de mi persona, de mi vida.
Esta experiencia fue diferente. Me descubrí mientras descubría algunas realidades y teorías a las que no había llegado antes. Y lejos, muy lejos, de sentirme una histérica loca y fuera de si, tras ese primer contacto en concreto con ese mundo, el mundo de las setas, me encontré muy real, muy yo y es algo muy gratificante.
También es cierto que no es oro todo lo que reluce y que una parte de mi experiencia fue reconocer algo que me "atormenta" a diario y es la sensación de aburrimiento diario, algo con lo que convivo como parte de mi rutina. Esa falta de estimulación fue una cosa que salió y se hizo evidente. Hizo evidente la necesidad y prioridad por llenar mi vida con cosas que sumen, que realmente me llenen, que realmente me hagan sentir en sintonía con quien soy, con lo que puedo hacer, con lo enorme que puede ser uno por dentro y con lo lejos que pueden llegar sus propias herramientas personales y capacidades.
Las horas que duró la experiencia me hicieron también llegar a un punto de inflexión, también muy importante, en el cual me descubrí como una Alicia dentro de mi propio mundo de las maravillas. Topándome cara a cara con maestros de todas las formas posibles y todos esos maestros son un evidente y claro reflejo de mi capacidad para auto-ayudarme y para auto-guiarme. En ellos vi la misma vibración que hay en mi, una vibración de capacidad de conexión, de desarrollo y de crecimiento imparable. También de inspiración y de ayuda.
Me sentí como ese conejo asustado porque llegaba tarde. Porque sinceramente una parte de mi tenía un pavor, un pánico, por estar perdiendo el tiempo en cosas que realmente en la parte más sagrada e importante de la vida, poco importan. Y ahí te paras a reflexionar, durante y post experiencia, y te das cuenta de la cantidad de segundos, minutos y horas irrecuperables y sagrados que invertimos en situaciones que poco tienen para sumar, que poco tienen para hacernos ser, que mucho tienen para entretener y solo adormecernos un poco más.
Me di cuenta también de lo importante que es poder encontrar a gente que, aunque no esté de acuerdo con todo lo que pienses y digas y puedan opinar de forma diferente, te permitan ser tú. Te permitan, realmente expresarte y compartir cada vivencia con respeto, sin una pega, sin un prejuicio, sin una orden, sin un "si yo fuese tú...". Y es que no hay nada más íntimo que el contacto con sustancias que te hacen auto-descubrirte y en esa parte tan tierna, real, desnuda... Se encuentra una realidad muy valiosa de tu persona, una realidad que ojalá puedas descubrir frente a otros para que esos otros sepan quién eres tú. Sin más miramientos, cómodos y agustitos.
Todos merecemos decirle a la gente "viví aquello" y recibir a cambio una respuesta constructiva, lejos de prejuicios, de "yo más", de discusiones sin sentidos y lejos, lo más lejos posible, de comparaciones. Todos merecemos compartir "me atemoriza esto" o "mi peor experiencia en la vida ha sido tal", también merecemos compartir cómo hemos logrado superarnos a nosotros mismos o de donde hallamos la fuerza suficiente para recuperarnos cuando algo nos pega fuerte... Merecemos mostrarnos, compartir, hablar... Desde lo que hemos sido, somos y soñamos con ser.
Me di cuenta del disfrute de uno mismo y de la poca apreciación, a veces nula, que tenemos hacia eso. Igual que también existe una nula apreciación-importancia hacia todo lo que nos rodea: plantas animales, objetos, instantes, colores del cielo... Y esa ausencia de darle valor a las cosas/seres también hace que nuestra vida carezca de un valor que no se puede llenar de otra forma.
Observé lo amplio y enorme que es el rango de hacer el amor y precisamente necesitamos hacer mucho el amor: primero a nosotros y luego a los demás. No solo con sexo, no os equivoquéis, también está hacer el amor con una sonrisa, con un "yo te escucho", con un "sigo aquí", con una llamada... Incluso con una mirada. Una buena amistad es hacer el amor, una buena presencia, ser buenos compañeros, ser buenos vecinos... Hay infinitas maneras de hacer el amor y necesitamos vivirlo, proyectarlo e integrarlo así. Y mientras lo vivimos, lo proyectamos, disfrutarlo. Encontrar el placer en que, muchas cosas de la vida, son hacer el amor y compartirlo.
Y que es urgente y prioritario que vivamos haciendo el amor, para aprovechar la vida, para aprovechar la experiencia terrenal, para aprovechar el tiempo en si mismo, para no arrepentirnos, para que nunca sea demasiado tarde ni lleguemos tarde y sobretodo para encontrarnos. Es hacerte el amor priorizar por lo que realmente es tu sueño y hacer lo posible porque sea una realidad. Es hacerte el amor tomarte un momento para disfrutar, esforzarte al máximo para cruzar una meta, proponerte retos, abrirte a alguien, dar un paso decisivo, atreverte, ser valiente, hablar con el corazón... También es hacer el amor la aceptación plena incluso de cosas que nos desagradan, aprender a fluir, no tomarse nada a personal, entender que los demás son, no atormentarse con un error del pasado.
Nos falta mucho de vivir haciendo el amor. Nos falta también aceptar que los demás encuentren otras formas de descubrirse, que si bien en primer lugar nos pueden producir rechazo, también hay otra parte de nosotros que desea o anhela (en cierta medida) poder hacer lo mismo, a pesar de esa incertidumbre o ese miedo que nos puede corromper.
Me encontré con mi propia Alicia personal, autoexplorando un paraje interno lleno de pequeños alter-egos de todas las formas y colores, también de partes de mi persona ya liberadas y de una necesidad, imperiosa, por romper con cadenas que me adormecen mientras pasa lo único que no voy a poder recuperar jamás: la vida.
Y me desperté, con mucho por hacer, otro tanto que integrar... Pero al menos una conciencia tranquila porque pese a todo, aún estoy a tiempo. Y también porque aunque cometa errores, equivocaciones o meta la pata (conmigo o con los demás) no son tan graves, no lo hago tan mal, no soy mala. Y eso ha sido un bálsamo para mi conciencia.
Otro día os hablaré de la parte más entretenida de esta experiencia, que fue aceptar que la mente es algo que no se puede destruir y que el truco está en convivir con ella sin que acapare toda nuestra atención, tomándola como un visitante temporal que va y viene pero que no tiene más poder sobre nosotros que el que nosotros le permitimos.
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