Me ha costado mucho, mucho, aprender esto. De hecho, me ha costado tanto que me tiré varios días en Italia probando una de las medicinas chamánicas más potentes que han llegado, por ahora, a mi camino.
Yo, que era de darlo todo e incluso traspasar esa frontera del "todo". Que era de renunciar a todo por todos y todo. Mi propio aire, mi propia esencia, mi propio camino... Era capaz de retirarme de cualquier lugar, momento, circunstancia, experiencia... Por darlo, por dar todo, por poner en bandeja de plata mi enorme corazón. Y me topaba una y otra vez con el mismo obstáculo, sin darme cuenta que el obstáculo no era la ausencia, ni el desagradecimiento, tampoco era la "no respuesta"... El obstáculo ha sido, precisamente, ese exceso de todo.
El exceso es tan malo como la escasez. Porque en ese exceso se genera un apego, insano y maltrecho, que nos encadena y nos hace perdernos por pedregosos y peligrosos senderos donde al final solo nos hallamos a nosotros atados por cadenas de la dependencia.
Seguro que tu abuela te ha dicho en alguna ocasión que todo en exceso es malo. Por eso, un dulce de vez en cuando no hace daño, pero si te tiras toda la vida comiendo dulces y cada vez en más cantidad es muy posible que sufras diabetes. Ocurre lo mismo con el amor, tanto en pareja como en familia y amigos (o hacia cosas o situaciones).
En esta era de la demostración de puertas hacia afuera, nos hemos embadurnado de la necesidad de tener que decir constantemente todo. Yo, por ejemplo, era de a cada segundo tener que demostrar mi más sincero afecto... No daba por supuesto que la otra persona, si se genera cierta confianza, ya sabe de antemano todos mis sentimientos. Esto no quiero que contradiga lo que hasta ahora he escrito, por supuesto hay que decirle a las personas que las amamos, es bueno transmitir que pensamos en ellas pero no en cantidades industriales e incapaces de ser digeridas de forma sana.
La indigestión emocional es real, está presente y ocurre. Cuando pasa, normalmente recibimos como respuesta la ausencia, la huída o ciertas faltas de compromiso que nacen de una manera que tienen los otros sujetos de protegerse a si mismo, de proteger su camino, su esencia, quienes son y sobretodo su libertad. Porque el exceso, de lo que sea, cohíbe la libertad y empantana las cosas buenas que nacen cuando uno aprende que lo bueno, en cantidades armónicas, es dos veces bueno.
No debemos pasarnos al otro extremo ¡ojo! porque la escasez es igual de mala que un "sin medida". Tampoco quiero que interpretes esto como una manera de construirte más muros, vamos a intentar centrarnos en verlo de otra forma... ¿Sabes lo que genera la confianza? La confianza genera la NO NECESIDAD de la demostración constante. Esa NO NECESIDAD es la libertad y el conectar, realmente, de forma natural con nuestro entorno.
Cuando vemos mucho a una persona podemos llegar a saturarnos de su presencia, igual ocurre cuando comemos mucho algo... Podemos incluso aborrecer su delicioso sabor, aunque al principio nos empecinemos con que eso es imposible. Vivimos en un mundo de imposibles que son siempre posibles. Por ello te pido que todo en su justa medida es lo más sano para tu vida y para aquellos que la comparten contigo.
Ese desbocamiento, muchas veces nace de miedos y son los miedos los que nos empujan a una manifestación insistente. Esa insistencia es el ego haciendo mella en algo que sería mucho más bonito si desde el principio, y dejando bien claras las intenciones de cada uno, lo viviésemos con la libertad que nos aporta el propio camino de la vida.
Un exceso de riego mata las flores de tu hogar. Un exceso de aire puede llegar a matarte a ti. Un exceso de sexo termina por mermar partes emocionales de una relación. Un exceso, es siempre, algo de más y todo lo que sea "de más" desequilibra la balanza de esa situación, acontecimiento, relación...
Normalmente después de esas exageraciones nos sentimos vacíos, percibimos que no recibimos lo mismo de la otra persona, que no hay un "quid pro quo" a la altura de lo que estamos haciendo. Esto ocurre en primer lugar porque nosotros mismos nos hemos desbordado y nos hemos vaciado, tanta emoción de golpe nos ha dejado secos y os aseguro que hasta que no pase algo de tiempo esos manantiales internos no se van a llenar de nuevo. Desde fuera nadie va a poder arreglar ese estropicio que nos hemos generado. Por otro lado, como comentaba, es fácil que la respuesta de la persona sea salvarse... Salvarse de esa abundante, requete-abundante lluvia de manifestaciones, que le hemos hecho caer encima. Como si de un diluvio se tratase su primer acto va a ser intentar no ahogarse, esto generará también sus propias batallas internas y es muy posible que, aunque esa no sea nuestra intención con tanto amor colosal, se sienta culpable porque notará el vacío que no puede llenar de nuestro interior más el aprecio que tiene sin poder encontrar herramientas para poder ayudarnos. Y ahí, ahí se termina todo. Por suerte.
Y digo por suerte porque lo que más necesitamos después de habernos pasado tres pueblos con nosotros mismos, al desocuparnos de nuestra persona y amor propio, es tomarnos un tiempo a solas. Recargar nuestras aguas internas, recuperar nuestro corazón que queda exhausto y mal herido después de haberle "obligado" a dar su propia vida, su propia vibración... en cantidades que ni él mismo produce de manera natural.
De nuevo te digo: ama y mucho, pero ama bien. Adora todo lo que hagas, pero adóralo bien. Vuélcate lo necesario sin convertirte en un vaso roto y vacío, carente de lo que realmente te hace brillar. Y ante todo... No te condenes, por favor, no vuelvas a fabricar esas cadenas porque pienses que sí o sí todo tiene que ser en superabundancia de ti hacia el entorno.
Fluir supone aceptar que las cantidades varían, que cada circunstancia tiene un porcentaje distinto para dar y recibir, siempre y cuando ese dar no sea una manera de verternos completamente hacia afuera. Cuida tu interior, cuida quien eres, cuida lo que sientes, lo que percibes y ante todo, cuídate de los engaños del ego.
Cuanto menos confianza y más inseguro se siente uno, más necesidades genera hacia los demás. Sé que esto en la teoría es muy fácil decirlo, pero estoy segura de que también te va a resultar fácil en la práctica ¡como me está resultado a mí! Solo necesitas una guía y aquí estoy, con mis palabras, para decirte cómo.
Lo único que tienes que hacer es seguir centrado/a en ti. Cuidar tu magia personal, hacerte cargo de tus compromisos para contigo, ser fiel a ti, no renunciar a lo que te hace único y ante todo... Comprender que la vida es un vaivén incontrolable.
Recuerda que como dije en otros textos, en el control no existe nada de felicidad, ni de dicha, ni de amor, ni de conexión... Solo existe mente y una imperiosa necesidad de inmolarse viendo explotar incluso lo más bonito que te puede pasar en la vida. Somos muy dados a los suicidios emocionales, porque somos muy dados a poner como primer y más supremo consejero al ego, a la razón y a la mente. Te estoy proponiendo otra forma de vivir, otra forma de amar, de sentir, de percibir, de entender el mundo, algo que se sale de lo común porque por desgracia lo común es precisamente esa actitud dañina de la que te hablo.
Salte de lo común. Sé valiente. Te aseguro que vas a recibir más haciendo esto, que dándote tanto hacia todo y todos. Solo es una forma sana de vivir contigo, no es egoísmo, es comprender que "más" no siempre es mejor, simple y llano. Y que te importe un pedo lo que los demás digan sobre tu nueva forma de moverte por el mundo, liberado/a de cadenas de que lo único que te generan es mucha adhesión, vas a terminar convirtiéndote en un ejemplo y no en alguien a quien juzgar.
Todos, en nuestro fuero más interno, amamos estar con un ave libre y salvaje. Y para ser libre y salvaje hay que saber manejar esa libertad que los demás merecen, ese tiempo y ante todo, acallar la imperiosa necesidad de tener que entregarnos hasta quedarnos sin nada para nosotros.
Te vuelvo a repetir: el exceso de riego mata a las plantas, no mates lo que adoras, lo que amas, lo que quieres, lo que te llena... Porque quizás estás echando demasiado y no deberías.
Amy, esta vez no sé de qué hablas.
ResponderEliminarYo amo lo que amo, en la cantidad que lo amo, y lo manifiesto como puedo o como quiero, en cada momento de una manera diferente, con mayor o menor intensidad, a veces dependiendo de si es lunes o me duele el pie izquierdo.
Me entrego justo lo que creo que debo hacerlo, o una cantidad infinitamente superior. Según va sucediendo.
Y en esto, en serio, creo que no hay reglas.
En serio. Creo que vivimos el amor y luego nos inventamos la teoría del amor. Yo sólo sé cuatro o cinco cosas que debemos hacer para que el amor no muera una vez que ha nacido.
Pero darse mucho... Joder, ¿cómo no te vas a dar?
Eso es lo que haces al amar: darte.
Hala, que mil besos, guapa, que te los mereces.
A veces das tanto que dejas de darte a ti mismo por dárselo a los demás. De eso habla. De que es malo dar tanto como para quedarte seco por dentro.
EliminarGracias por tus besos, te mando otros mil más de vuelta.
Un saludo!!