Hace días que tengo esta idea en la cabeza, pero no ha sido hasta hoy que he decidido sacarla a fuera. Sé que es un texto muy real, con sus porcentajes de crudeza, esperanza, espiritualidad y reflexión, por eso también soy consciente de que puede que no guste a todo el mundo y por eso, pido disculpas.
Resulta que vivimos constantemente en un día a día que hasta cierto punto parece imparable. Y es que esa sensación de: me levanto, voy al trabajo, vuelvo, como, salgo de paseo, voy a mis actividades en el gym, ceno, duermo... Junto con otros hobbies que hagas solo en compañía parece ser una rueda que jamás va a decir basta, con que tengas ganas y fuerzas suficientes tiras adelante sin más apreciación e importancia. Así es la vida: conoces gente, tienes relaciones de todo tipo, experimentas, ries, lloras, cantas... Y todo, todo, pasa en un margen que puede ser a la vez igual de grande que de pequeño, según se mire.
Pero ocurre una cosa y es que todo danza en una franja que es efímera y muy sensible. Esa fragilidad es la que da un valor especial a cada vida terrenal, a cada cuerpo en el que has habitado, habitas y habitarás. Ocurre también que para poder llegar hasta aquí debes, precisamente como decía, exponerte en un cuerpo físico que es un templo sagrado: un templo con el que amamos, besamos, gozamos, lloramos, reímos, corremos, saltamos, nadamos, dormimos, abrazamos, acompañamos, paseamos, escuchamos, vemos, saboreamos... Es magia pura por la que pasa todo, en la que también acumulamos recuerdos, emociones y sensaciones, es parte de nosotros y a veces es algo separado a nosotros que nos acompaña siendo fiel testigo de cada segundo.
Para que funcione correctamente debemos estar sanos, en la medida de lo posible y es aquí donde viene lo importante de este texto, el motivo del título: la sagrada y divina salud.
Con tanto vaivén rutinario y tantas cosas por hacer cada día, poco caemos en la cuenta de lo importante que es estar sano para poder disfrutar (sí, disfrutar) la vida. Porque la vida se puede vivir de muchas maneras y algunas de ellas duelen, mucho, por eso para que esta experiencia no sea un trauma todos merecemos vivirla disfrutando lo máximo posible y gran parte del disfrute, además de en la actitud, se encuentra en que nos sintamos sanos.
Es un hecho que aquellos que enferman encuentran dificultades, resistencias, obstáculos... A diferentes niveles que les impide abrirse en plenitud y poder expandirse desarrollando todas sus habilidades. Esto puede coartar parte de sus días y de sus experiencias, hasta lo que dure ese estado.
Nos ocurre, en pequeña escala, cuando caemos enfermos por un mal catarro o una gripe. Parece que el mundo se nos viene encima y con la nariz atascada anhelamos algo tan básico como poder oler una rosa, respirar sin dificultad o saborear un pedazo de tarta casera.
Por eso este texto es para nosotros que tenemos esta suerte de no convivir cada día con una enfermedad crónica, para que seamos conscientes de que dentro de ese circulo que no parece acabar nunca, de esos horarios, de esas costumbres y de esas prácticas... Hay algo por lo que deberíamos mirar al cielo y dar las gracias cada mañana, cada tarde y cada noche: porque estamos sanos.
Y de hecho depende en gran parte de nosotros mismos mantener esta salud. La salud no es solo un estado del cuerpo físico, dentro de ella hay una parte muy grande e importante que tener en cuenta: el bienestar anímico.
Nuestras emociones forman parte de nuestro bienestar, por ello yo empecé a escribir y a expresarme en este blog y con el paso del tiempo mi pequeño proyecto se va inclinando más a la apreciación de los procesos emocionales como un desarrollo importante de la persona, como una conexión con la paz física y mental, como una parte fundamental de una espiritualidad donde realmente se ponga en práctica los conocimientos y no se queden solo como un rezo sin movimiento.
La sagrada y divina salud, esa es la clave por la cual tú puedes estar leyéndome ahora. También es el motivo por el cual has podido tener un lunes dentro de lo que estás acostumbrado a tener, es también la razón por la que has podido disfrutar de tus pasadas vacaciones y además también, gracias a estar sano física y mentalmente, tienes más autonomía dentro de tu vida.
Supongo que este texto viene también inspirado por sucesos que me acontecen de un ambiente muy cercano a mi, pero es cierto que pensamos muy poco en qué pasaría con nuestra vida, incluso con esas cosas de las que nos aquejamos a diario y que no dejan de ser memeces, si de repente... No pudiésemos levantarnos de una cama. Si de repente, para poder respirar, necesitásemos de asistencia médica constante. Si de repente algo en nuestro cuerpo nos diese poco margen de vida... de repente todo se condicionase por culpa de un motivo que no pudiésemos controlar, manejar, solucionar... ¿Qué ocurriría con todo eso de los que te quejas? Y lo más importante ¿qué ocurriría con todo eso que apenas agradeces cada día? Sí, qué pasaría con todas esas cosas que puedes tener hoy y disfrutar, con todas esas personas que te acompañan, con todos esos momentos que has creado y que podrías crear, con toda esa libertad con la cual puedes avanzar... ¿Qué ocurriría con esos pequeños detalles? Que parecen insignificantes y sin embargo están cada día a tu lado, intentando que veas la fortuna de estar vivo y sano.
Es posible que entonces te echases las manos a la cabeza, te arrepintieses e implorases volver atrás en el tiempo para poder agradecer, para poder saborear cada instante, cada segundo, para poder realmente remolonear con unas maravillosas vistas a un paisaje increíble, con el tacto de una piel desnuda después de haberte acostado con alguien, con un vaso de vino, con un grajo de naranja recién cogida del árbol, con el sabor de una sopa casera, con una reunión de amigos, con la cena de navidad junto a tu familia, con el sonido de la lluvia, con el olor del mar, con ese viaje a la otra punta del mundo, con esa persona que te dio un vuelco el corazón... Es posible que entonces quisieras decir de golpe todos esos te quieros, quisieras apuntarte a todas esas carreras que nunca corriste, quisieras estudiar lo que nunca te atreviste... O simplemente quisieras estar presente, mucho más presente, de lo que jamás estuviste.
Aprecia la sagrada y divina salud, es un regalo que depende de nosotros, mucho más frágil que cualquier cristalería.