¿Sabes? todo hay que sentirlo, notarlo, palparlo en lo más profundo de tu ser...

miércoles, 23 de mayo de 2018

Mis animales me han hecho mejor persona:


Cuando tenía 18 años decidí adoptar a London y unos años después, como cuenta gotas, llegaron a mi vida el resto de mi pandilla: mis cuatro gatos. 

Ahora con 26 años sigo compartiendo vida con cada uno de ellos y no os engañaré: no ha sido fácil y no es fácil. 

He estado a punto de verme en la calle y nadie ha querido (o podido) ayudarme por la familia que he formado, he estado con relaciones amorosas donde todo se ha ido al garete porque prácticamente no los toleraban o me hacían decidir entre su amor (y sus pelos) o los amores y pelos de los sujetos humanos implicados. He tenido que priorizar por su alimentación antes que por la mía, porque yo he tenido épocas de vacas flacas y famélicas. Me he enfrentado a toda mi familia porque desde un principio no los aceptaban, a pesar de vivir independizada y además rechazaron darme algún tipo de ayuda. Con el paso de los años, el roce que hace el cariño (y de rebozarse y rozarse los perros y los gatos saben bastante) han pasado de ser rechazados a ser amados, cuidados, tolerados y una parte importante de cada conversación que tengo con mi familia, donde realmente se preocupan de una forma comprometida por saber cómo están o si necesitan (necesitamos) algo. 

Definitivamente cada situación vivida con ellos, buena o mala, me ha convertido en una versión más reforzada, autentica y real de mi misma, y por tanto en una versión mejorada de mi persona. No es fácil vivir con tantos animales estando prácticamente sola, no es fácil cuando enferman y no tienes ayuda por parte de nadie para poder llevarles al veterinario y gestionarte el tiempo (ya no tanto el dinero) para que reciban los cuidados que necesitan. No es fácil llamar a una amiga y decirle "me puedes por favor acompañar a castrar a London..." y salir temblando por el miedo a que sea uno de esos escasos casos en los que, de repente, todo sale mal y tu amiga peluda ya no vuelva a casa contigo. 

Tampoco ha sido fácil toparte de bruces contra la realidad de la vida y de la sociedad, cuando ves que la mayoría de personas no son capaces de empatizar ni de comprometerse con otras vidas, más allá de la suya propia o más allá de la vida humana. No es fácil, a veces, vivir con la etiqueta de ser "la loca de los gatos" o "la que tiene muchos animales". Y a veces resulta incómodo la evidencia constante, no siempre puedo llevar la ropa sin un sólo pelo ¡ya lo sé! no necesito oirlo a diario. 

Quizás lo peor de todo es verse tan jovencita, como he visto en algunos momentos, sintiéndome tan sola y apoyándome sólamente en la promesa y el compromiso que tomé con mucho respeto cuando reconocí la existencia sagrada de cada uno de los animales que vive actualmente conmigo. Y también, otra cosa que es muy dura, es ver cuándo realmente en una relación no hay amor y tener que experimentar la cruda realidad de cerrar esas conexiones porque hay 5 vidas que dependen de tu compromiso con ellas. 

La adversidad de la realidad de ser dueña de animales, en una sociedad que aún sigue maltratándoles y que parece ser se dirige a una actitud cada vez más egoísta, es precisamente el ambiente que ha hecho emerger mis mejores cualidades. El no rendirme y seguir adelante, el saber gestionar mi economía... Han sido habilidades adquiridas gracias a las dificultades de tener ésta familia, y todas éstas capacidades re-aprendidas me han llevado también a ser una versión sobresaliente de mi misma. No podemos olvidar además el trabajo diario, emocional, que supone el convivir con especies diferentes que dependen de ti para comer y tener un bienestar también emocional y físico. Ellos son un reflejo de tu propio bienestar y viceversa. 

Éste compromiso diario, que no es moco de pavo, me ha convertido en una persona mucho más responsable. Si me involucro en algo, lo hago con toda mi responsabilidad y mi participación activa, sabiendo a lo que voy y lo que puede suponer... Algo que he aprendido al cuidar de todos ellos. 

Sé lo que es cuidar a alguien enfermo, lo que es no dormir por dar el biberón a seres muy pequeñitos que apenas tienen unos días de vida, sé lo que es adaptar partes de tu vida para poder hacerte cargo como te corresponde, sé lo que significa el sacrificio, también sé lo que significa compartir y sé lo que es la renuncia para que otros tengan algo mejor que tú sin que eso signifique una carga. No es todo un paseo suave y lleno de flores, ya os digo que yo he pasado las de Caín desde el primer día que decidí dar éstos pasos de tener mi propia familia de animales y que aún hoy hay días que se me hace cuesta arriba porque no tengo ni energías para cuidarme a mi pero hay 5 seres vivos, con capacidad para sentir, que esperan de mi atención y cuidados y entonces tengo que delegar mi cansancio para otro momento y encargarme de lo que me corresponde. 

Ellos me han enseñado a no rendirme y no es la primera vez que lo digo, pero es cierto, me han salvado la vida. Y no es una metáfora, el literal. 

Ellos han estado a mi lado cuando me he sentido como un ser completamente desamparado y perdido y no me han juzgado a pesar de vivir sin apenas nada. Siempre me han mirado como si fuese lo mejor que les ha pasado, han dormido conmigo cuando la depresión me ha abatido, me han acompañado cuando la ansiedad me ha consumido y son los que han estado a mi lado cuando he pasado por duros procesos de pérdida, incluso cuando mi abuelo murió. Son los que no han dudado un segundo de que nos sobrepondríamos a cualquier circunstancia y así ha sido siempre. 

Y también son quienes me han consolado después de todas esas rupturas amorosas donde yo había depositado tanto entusiasmo y ganas. Y gracias a su cariño constante he podido recoger cada pedacito de mi y volverme a recomponer. 

De lo que estoy segura es que al menos en ésta vida he salvado ya unas cuantas... Y no sólo por quienes viven conmigo, mi vida como amante de los animales ha sido mucho más intensa, hoy os hablo de mi familia pero tengo amigos animales con los que he pasado periodos de mi vida y que he rescatado de inhóspitas realidades donde estaban muriendo y donde nadie se paró a darles una oportunidad. 

Definitivamente, mis animales me han hecho mejor persona. Son unos grandes compañeros para la superación personal y para el contacto, real, de lo que significa ser humano. Y a pesar de todos los sufrimientos y las amargas incertidumbres vividas, volvería a tomar la decisión de compartir mi vida con ellos... Por muy duro que en algunas ocasiones se me ha hecho o se me hace. 

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