¿Sabes? todo hay que sentirlo, notarlo, palparlo en lo más profundo de tu ser...

jueves, 12 de junio de 2014

El frenesí de sus corazones que nació de su mundo:



Qué podemos decir... ella era así, creaba cuando los demás estaban absortos en todo lo demás, y le gustaba beber café aunque no lo hacía a menudo, soñaba, pintaba con los dedos, comía con las manos y era capaz de besarte desde la punta de los pies hasta el último pelo de tu cabecita. Porque ella era así, tan pura y tan llena, tan como es ella. Y él... él se estaba descubriendo a si mismo ¡ah! que momento más dulce, ese en el que uno comienza a darse valor, comienza a sanarse y comienza a atraverse con todo lo que antes le creaba un miedo tan grande ¡que le hacía huír despavorido!.

Ella nació con un manual de amar bajo el brazo, de pequeña se encariñaba con los pájaros que rescataba de una muerte segura y les ponía nombres de Dioses o personajes importantes en la humanidad... porque decía que los pájaros eran los dioses encarnados que nos vigilaban de cerca, que nos regalaban los cantos... no le fué difícil adaptarse al amor: al amor infantil, al amor adolescente y poco más adelante, al amor adulto, quizás en lo que tardó algo más fué en el amor propio... pero por repartir amor ¡que no fuese! lo hacía con una singular facilidad.

¿Casualidad que se encontrasen? Las casualidad no existían en su mundo, ni en éste mundo... estaba todo hablado y era todo parte del juego del universo.

Él, nació con una asignatura pendiente: amar, amarlo todo, amarse a si mismo, saber amar a otro, compartir amor... siempre se había esforzado, pero no desde el corazón, porque nadie le había advertido que para amar de verdad uno tiene que tirarse sin miedo al abismo del amor. Hasta que ella apareció en su vida, pero nuevamente cuando re-apareció: más curtida, más engalonada, más sabía, más adulta... todo fué diferente.

Atrás quedaron los juegos de niños, comenzaron a amarse como adultos, desde el roce de la piel con la lengua, hasta las palabras e incluso alguna que otra pelea para añadirle algo de pimienta a la situación.

Ella era puro yin, y él estaba comenzando a darse cuenta de que era el yang que podía complementarlo todo. Lo cierto es que pertenecían a mundos realmente diferentes, pero con muchas variantes en común, la más importante de todas, la que perduraba por encima de todo, era que el "te quiero" y el "te amo" eran sinceros y se quedaban por encima de cualquier obstáculo, sobrevivían a las embestidas, a los llantos, a los "no comprendo"... y otra cosa, también muy importante, sobrevivían al ego. Ámbos eran mentalmente muy inteligentes, podían expresarse con rapidez y cambiar conceptos con el sólo uso de su imaginación, claro que sus neuronas tenían la capacidad de recorrer caminos cortos para llegar a conclusiones extensas, aunque pocas veces compartían ese tipo de conversaciones porque sabían que su relación, aquello que ellos compartían, no se alimentaba de una admiración en base a un juicio mental... no se necesitaba una demostración de inteligencia, aquello se alimentaba de emoción, de pura sensibilidad a flor de piel, eso era lo que realmente compartían: pura sensiblidad a flor de piel.

Otra peculiaridad que compartían esque ambos portaban una mirada, unos ojos, realmente singulares... los de ella grande y oscuros, mirada profunda, inquietante... el reflejo, de como ya he comentado, lo yin que era. Él, ojos claros, critalinos y cambiantes con la luz, pupilas que hablaban por si mismas y que se dilataban al son de las pulsaciones del corazón. Había demasiadas cosas en común, pequeños detalles ¡los más importantes! que daban verdadera importancia a lo que compartían... a quienes eran, a lo que conseguirían.

Aprendieron a hacerse el amor con las caricias, a compartir momentos en silencio, ambos aprendieron a escuchar, aprendieron la importancia de las oportunidades... ella podía parar el ruido del mundo, solamente, para escucharlo a él y él comenzaba a aprender a hacer lo mismo, la curiosidad le vencía cuando ella le invitaba a ver las cosas que descubria dentro de si misma... y él miraba, al principio no muy convencido, pero luego si ella le cogía la mano era tan fácil dejarse llevar. Se complementaban incluso en aquello a que a ella a veces le enrabiataba: ella escribía, a él no le gustaba leer... él luchaba, a ella no le gustaba la violencia... ella no podía permitirse tirarse un día entero durmiendo porque lo consideraba como una falta de respeto hacia la vida, él era amigo íntimo de la pereza y se tomaba su tiempo consigo mismo abrazado a la almohada; la mayor demostración de que aquello debía funcionar, una demostración defendida por las ciencias: los polos opuestos se atraen.

El sexo era mucho más que un polvo pasajero donde desahogarse, la energía comprendida entre aquellos cuerpos desnudos o semidesnudos ¡aquello era magia!... era mucho más que unos gemidos entre sábanas, habia miradas, frases entrecortadas, había bocanadas de aire, había sensaciones humanas muy primarias, pero sobretodas las cosas, no cabia duda de que había una demostración física del amor, del puro amor. Ella habia sentido cosas que jamás experimentó con sus amantes del pasado y en silencio se aferraba a que fuese recíproco: que ambos se hubiesen ofrecido, en ese aspecto, algo que jamás pudieron ofrecer a otra persona... y que ambos lo hubiesen experimentado, de una manera tan pura, tan natural... y sobretodas las cosas, tan inolvidable e irrepetible.

Aquello era una canción en movimiento, una batucada, una percusión de la pura vida sujeta a la atracción de 2 corazones portadores de almas que se reconocían en cada encarnación... así, de aquel mundo que creaban simplemente viéndose, sanándose mutuamente, perdonandose y siento valientes al saltar, al unisono, hacia el amor... nació el frenesí de sus corazones, una energía tan alta que creaba estrellas en el cielo, flores en el campo y esperanza en el mundo entero.




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