Nos enseñan al desapego, a veces incluso al olvido, al soltar, también a volar, a saltar, a alejarse, a decir adiós... Pero poco nos enseñan sobre el valor sagrado de sostener.
Para que algo se mantenga, hay que sostener. Si quieres que tu bienestar se mantenga lo máximo posible, necesitas trabajar a favor de ello y sostenerlo. Si quieres que un templo sea el cobijo correcto para conectar con la divinidad, necesitas sostenerlo con el mantenimiento, si quieres que una práctica espiritual te ayude tendrás que sostenerla convirtiéndola en parte de tu día a día y abriéndote a la enseñanza que tenga. De igual manera, si deseas que tus relaciones sentimentales y de amistad sigan adelante requerirán de tu participación sosteniendo, para que se demuestre tu indudable entusiasmo hacia ellas y sobretodo tu compasión, admirando y protegiendo, comprendiendo y amando, por encima de lo malo y valorando con tesón y un profundo cariño todo lo bueno.
Nadie viene a decirte y a explicarte que para que algo se convierta en sólido, para que sea real, se trate de lo que se trate (incluso proyectos profesionales, artísticos o de vida) requieren de tu participación, sobretodo, sosteniendo. Para que algo que tienes en la cabeza vea la luz del sol convirtiéndose en una realidad tangible y física, es necesario que sostengas esa idea, ese sueño o ilusión con la constancia de la fe. Esa es la responsabilidad, la lucha y la creación, incluso cuando los tiempos sean difíciles y las pruebas de la vida te lleven al límite. Porque al final esos exámenes son una demostración de compromiso leal y fiel, quien los pasa con nota alcanza lo que tanto desea.
Quizás parte de la vida y de esa dureza con la que nos encontramos muchas veces, tiene que ver con la demostración de quién es auténtico con su alma y esencia y quizás son estos los que finalmente se encuentran dentro de ese camino que tanto les hace vibrar e ilusionarse, que tanto les aporta, por encima de la adversidad, de lo difícil y de la complicación.
El valor sagrado de sostener... Siempre que digo la palabra sostener, de manera inevitable me aparece una imagen clara y poderosa, como una diosa con las palmas hacia arriba, un símbolo donde recoge el peso de la energía sin permitir que se venga abajo. Creo que todos los seres humanos tenemos esa capacidad para sostener, tanto a nosotros mismos como a los demás (o lo demás) que nos rodea.
A veces fallamos un poco cuando se trata de nuestra persona, pero la ventaja es que somos seres sociales y eso nos permite abrir nuestro corazón permitiendo que en algunas ocasiones sean otros, con sus pequeños detalles y gestos, los que nos demuestren que si cultivamos relaciones saludables encontraremos personas dispuestas a sostenernos cuando nosotros dudamos. En ocasiones sostener a otros es recordarles que no están solos, es ponerles cara a cara consigo mismos para que no olviden lo más grande de su ser y no se pierdan en la inmensidad de los pensamientos.
Aprender a soltar es importante, así como el desapego y saber estar a solas con uno mismo, pero igual de importante es darle el lugar que se merece al sagrado valor de sostener, a la práctica del sostener... Permitirnos comprender que sostener es afianzarse en la confianza, es cuidar con mimo, es tratar la enfermedad desde el amor como una abuela hace con su amado nieto. Sostener es comprometerse, también es la forma que tenemos para manifestar nuestra verdadera intención.
Quien no sostiene, ni se sostiene, se arriesga de manera inevitable a que eso se venga abajo o a que él/ella mism@ se venga abajo. En la dificultad y la adversidad se encuentra la práctica más difícil para el valor sagrado de sostener, es ahí cuando las cosas no son fáciles, cuando todo se complica, cuando los bichos y las sombras ocupan lugares privilegiados que no les pertenecen, cuando tenemos que trabajar de manera más impecable, ardua, fiera y real sosteniendo lo que amamos, lo que deseamos, a quienes queremos, incluso sosteniendo nuestro propio océano de emociones antes de desatarlo provocando un huracán con efectos secundarios sin solución y arreglo.
Sostener es un valor de paciencia, amor, fé, confianza, constancia, cariño, humanidad, vulnerabilidad, firmeza, fidelidad, lealtad... Un acto divino para apoyar, mantener, favorecer, defender, perdurar, continuar, responsabilizarse, respaldar y reforzar. El valor sagrado de sostener no es en contra del amor propio, es en relación a entender lo "malo" del ego y a favor de la comprensión plena sobre los demás y sobre nosotros mismos. En muchas ocasiones es el amor que tanto necesitan nuestras sombras personales, nuestros propios demonios y también los ajenos. En otras ocasiones es la declaración contundente hacia el universo para enseñarle qué es lo que realmente sí queremos y que no es nuestro momento para rendirnos ni para tirar la toalla.
Todo lo que queremos que realmente prospere, avance, sea constructivo, florezca... En nuestro camino y vida, requiere de nuestra colaboración, participación y manifestación sosteniendo y permitiendo que otros nos sostengan, el gran círculo espiritual de la vida. Porque quien no se abre a sostener, posiblemente se arriesga a perder, a sucumbir ante los engaños del orgullo, el ego, lo inflexible, la rigidez y la subjetividad. Quizás cuando no te muestras a sostener, te conviertes en carne de cañón para que los miedos, la incertidumbre, la desconexión, lo banal, lo agotador... Te dominen y conquisten de tal manera que termines tirando por la borda cualquier oportunidad, toda la esperanza y por supuesto deshaciéndote del potencial.
Sostener es también valorar objetivamente, es cuidar el potencial, es proteger lo tierno, inocente y vulnerable.
Permítete sostener para demostrarte y demostrar que realmente observas, valoras y cuidas el valor sagrado de lo que te rodea.
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