¿Sabes? todo hay que sentirlo, notarlo, palparlo en lo más profundo de tu ser...

jueves, 25 de octubre de 2018

La verdadera intimidad es para valientes:


Crear intimidad real, con aquellas personas que son importantes para ti, es algo muy difícil. Requiere de coraje, honor, voluntad, de buenas intenciones, honestidad, transparencia, humildad... Y más difícil es aún cuando lo que está en juego es nuestro pleno corazón. 

Hace algunos años un profesor me recomendó ver la película "El indomable Will Hunting" y me lo recomendó porque decía que aquel protagonista era yo, en muchos aspectos. En aquellas yo sólo tenia 14 años y había importantes matices que escapaban a mi comprensión, con el paso de los años me gusta volver a ver películas importantes para poder sacarles aún más jugo con la sabiduría y la experiencia que te van dando los años.  Y hace poco me topé con ésta magnífica imagen que dió un vuelco a mi corazón. 

Un básico tan mágicamente resumido sobre un concepto tan poco defendido. Y es que en los años que pasan parece que cada día todos de nosotros vamos más a peor, nos cuesta realmente ser quienes somos en esencia y nos sobreprotegemos o arrastramos destructivas conductas y patrones que condicionan lo mejor de nuestra vida y también que cohíben las mejores de nuestras experiencias. Entre esa maraña o abanico de posibilidades, la mayoría de las veces uno se encuentra el contacto en pareja, el amor, la intimidad, la conexión, la interconexión de varios polos que crean un contacto real y auténtico para que se de un desarrollo diferente en sus vidas. 

Como dice una buena amiga mía "las personas no somos islas" Esto quiere decir que por mucho que queramos aislarnos, una provocadora naturaleza emanará de nosotros para hacernos conectar con otros, pues por mucho que huyamos nuestra innata habilidad es socializar con los demás. De no ser así, seríamos caracoles o plantas hermafroditas. 

Pero más allá del concepto de la reproducción se encuentra el complejo concepto de la emocionalidad humana, aspectos psicológicos que nos componen y nos describen, que nos acompañan, nos condicionan, nos liberan o nos hacen ser los animales que somos. Esa parte de nuestro ser que admiramos profundamente a la vez que rechazamos, porque es sinceramente la parte más difícil de todo lo que nos compone. 

Y sobre esta parte va dirigido este texto. Como se resume en la imagen, cuando encontramos a alguien lo más importante no es que sea una persona perfecta, porque la perfección no importa. Tampoco es que nosotros seamos perfectos, porque sinceramente muchas veces no nos acercamos ni siquiera a ser buenos, hay días que somos cacas gigantes y está bien, eso también es humano. El punto a tener en cuenta, el núcleo de la cuestión, es si eres perfecto en conexión con la otra persona. Y aunque ahí no lo ponga, creo que está implícito que para poder admirar y ser objetivo con esto uno debe ser valiente... El primer paso para ser valiente es quitarse las máscaras y caretas, el segundo es reconocer que tienes miedo y el tercero es hacer, lo que tantas ganas tienes de hacer, aunque lo hagas con miedo. 

Esto es como cuando me propuse conducir: me daba tanto pavor que sufría ataques de ansiedad. Pero día tras día iba a clase, me presenté a los exámenes, aprobé a la segunda, lo abandoné por un tiempo, volví otra vez a retomar la conducción... Y actualmente me hago más de 60km diarios. Lo conseguí, lo convertí en un hábito natural y estable, pero para poder lograrlo al principio tuve que hacerlo con mucho miedo, temblando, dudando de mi misma, viéndome incapaz... Creo fervientemente que hay una parte en la intimidad, en la conexión, en la creación con el amor, en el dar en paso en pareja, en la honestidad y la vulnerabilidad que se hace desde el miedo. Uno no se desnuda con total alevosía y alegría a la primera, porque dejar el alma al descubierto da pavor. Pero hacerlo día tras día, aunque tengamos dudas, aunque a veces nos planteemos huir pero no lo hagamos, aunque  tengamos terror... Es lo que marca la diferencia. 

En el amor, como todo en la vida, si quieres algo... Tienes que ir a por ello. Y en el amor, como en muchas cosas en la vida, para ir a por algo tienes que dar pasos aunque tus piernecitas tiemblen como un flan y tu cabeza esté inundada de ansiedad, miedos, pánicos... Aunque las palpitaciones te hagan temblar las manos y aunque te quedes sin saliva. Pero cada vez que te des un paso, incluso con miedo, estarás un paso más cerca de vaciarte de ese miedo y de crear en estabilidad y confianza. Que nadie se crea que la confianza, real, llega de la nada y se establece ahí para siempre jamás. 

Confiar, en uno mismo o en los demás (incluso en la vida) requiere de un arduo y complejo ejercicio de tolerancia, convencimiento, honestidad... A través de la constancia.Y eso es repetir el mismo ejercicio una y otra vez: hacer lo que nos da miedo, hasta que deja de darnos miedo y se convierte en algo donde tenemos confort y confianza, porque ya sabemos que sentimos, quienes somos, donde estamos, donde vamos, qué queremos. 

La constancia es la herramienta para crear cualquier cosa y que esa cosa sea sólida y estructurada. Sin constancia, todo se vence y se viene abajo. Constancia es la habilidad necesaria para lograr objetivos y cumplir metas, pero también el amor requiere de una constancia mental y psicológica; la constancia de saber el motivo por el cual estamos regando y haciendo emerger ese amor. La constancia de creer en la otra persona o de creer en el propio impulso de nuestras entrañas, que son las que nos empujan a adentrarnos y a ser valientes.

He aquí la más importante inflexión, el centro y el sol de ese nuevo sistema solar que estamos construyendo a nivel emocional. 

A todos nos da miedo el amor, a todos nos da miedo salir rotos, a todos nos da miedo el abandono, las heridas, las trampas y los juegos sucios. A todos nos da miedo ser mejor y que alguien venga para aprovecharse de nosotros y salga airoso mientras nosotros nos tiramos un ratito recogiendo pedacitos de nuestro ser que queda esparcidos tras un choque tan profundo. 

Pero quien no juega, de seguro no gana. Y quien no arriesga, no conseguirá nada. 

La verdad sobre las personas no es analizarlas viendo si son la mejor apuesta, si son lo más adecuado y lo que mejor se adapta a nuestro ideal... Porque quien busca un ideal no está buscando a un ser humano. La verdad, en estos casos, es tener en cuenta aspectos como si esa persona nos hace luchar o nos ayuda a luchar por algo mejor, si sirve de apoyo, si es consuelo cuando todo es desconsuelo, si nos sentimos mejor a su lado, si nos hace sentir fueguito, si nos hace conectar y aprender, expandirnos... Y sobretodo, si sentimos la seguridad de que será capaz de acompañarnos incluso en las peores tormentas que la vida siempre tiene preparadas. 

El punto sobre el que reflexionar o sobre el que tomar consciencia es saber si es una persona que se le ve lo suficientemente valiente y atrevida como para lanzarse a la piscina con nosotros. Si comprende el verdadero significado del honor, de la lealtad. Si conectamos en lo que realmente importa, que es algo mucho más profundo que gustos artísticos, hobbies o música. 

Ese es el verdadero punto sobre el que tenemos que dar vueltas. Y también el mismo que debería abrirnos los ojos para ver la verdadera grandeza de las personas. Y comprender que éstas oportunidades no abundan, saber aprovechar los regalos que desde su inmensa generosidad nos entrega la vida. Y valorarlos, realmente, sin cuestionarnos nada más. 

Para terminar; no romanticen el amor, no romanticen a las personas. Ni el amor, ni las relaciones... Serán siempre un bálsamo de paz. A veces no serán bálsamo de nada, a veces serán pruebas extremas que nos harán replantearnos muchas cosas sobre nosotros mismos y nos llevarán a desconocidos rincones de nuestra psique. 

La paz es un estado maravilloso, pero la vida en si misma es una vibración metamórfica que se mueve en diferentes niveles y no está constantemente en el nivel que más nos mola, de ahí que sea algo tan esencial e importante saber adaptarse a cada una de sus formas, para saber surfear las olas naturales del vivir. 




jueves, 18 de octubre de 2018

Ghosting: la nueva era de la no responsabilidad emocional.


Las relaciones son complicadas, no podemos negar eso. Es complicada una relación con papá y con mamá, con los hermanos, los primos y los abuelos... Es complicada una relación con los vecinos del piso, del barrio, con los compañeros de clase o del trabajo, con los amigos y los mejores amigos... Y también es complicada una relación donde se ven implicadas otra clase de emociones, profundas, donde nos sentimos ilusionados a la par que intensamente vulnerables. 

Lo he comentado muchas veces: las relaciones emocionales/sentimentales descubren diferentes caretas y facetas de nuestra persona. Nos enseñan verdades de nuestro ser muy importantes, rondan desde los miedos y pánicos que tengamos hasta los rolles de comportamiento que solemos adquirir, llevar a cabo, aceptar... Para conseguir o cumplir nuestras necesidades y para cumplir también con nuestros objetivos o expectativas.

Ésta clase de relaciones, más que las de amistad o incluso en muchas ocasiones más que las familiares, dejan al descubierto verdaderas heridas de nuestro ser, nuestras sombras y luces se muestran completamente desnudas sin filtros ni excusas. Y empieza un juego, un sencillo juego de proyecciones, respuestas, preguntas, acciones y reacciones, de pensamientos, de creencias, de huidas y regresos. Todos buscamos algo si entramos en relación, esto es un hecho real que no puede ser negado. No nos podemos abrazar a la idea de la new age sobre que entramos en relación sin buscar nada, eso no es cierto. 

Los seres humanos somos emocionales y tenemos necesidades, en ocasiones éstas necesidades son sencillas y pueden ser cubiertas y solucionadas por nosotros mismos. En otras ocasiones estas necesidades no son tan simples, porque el tema emocional no siempre es práctico, y entonces nos encontramos enlazando una parte de nuestra vida con otro ser humano. Un completo desconocido o desconocida que llega a nuestra vida para convertirse en alguien y dejar la etiqueta de "desconocido" en el pasado. 

Hoy en día tenemos un profundo analfabetismo emocional. Esta ignorancia, que muchas veces alimentamos porque puede ser la mejor excusa para no ser responsables, es la que nos lleva a como dije en un texto reciente: provocar muchos cadáveres emocionales. ¿Qué es un cadáver emocional? Me gusta definir así la muerte e vida de los sentimientos de otra persona por la falta de cuidado, compromiso, honestidad y responsabilidad que ha tenido otra persona. 

En ocasiones estos cadáveres emocionales resurgen y se convierten en zombies emocionales, comportándose como aquella persona que los ha convertido en lo que son. Igual que en una película, estos seres humanos han sido mordidos por la falta de compromiso, responsabilidad emocional, cuidado del prójimo y la empatía, y observando que aquellos que hacen daño a los demás no salen mal parados, olvidan lo mejor de su ser y se sumergen en esa transformación convirtiéndose y adquiriendo la misma conducta y comportamiento que la persona que a ellos les hizo daño. Evitar esto es un arduo trabajo muy ligado al compromiso con uno mismo y a creer fervientemente en que nosotros somos los únicos responsables para crear el mundo que nos merecemos: nuestras respuestas, comportamientos y actitudes son el reflejo más importante de la sociedad que nos compone, si olvidamos básicos humildes y caemos en el juego sucio, pero fácil, de ser todos unos capullos... Tiraremos por la borda cualquier posibilidad de generar una realidad mejor y de ser mejores. 

Debido a este analfabetismo y a los comportamientos adquiridos, porque pensamos que determinadas conductas y respuestas no tienen consecuencias, sumado a la facilidad de encontrar hoy en día cualquier persona a través de muchos caminos: desde salir de fiesta hasta usar redes de contacto, se está expandiendo la sucia costumbre de no dar explicaciones, no comunicarse, no ser sincero, no abrirse desde la verdad... De esta manera muchas personas huyen de situaciones que les parecen abrumadoras o de las que no se quieren responsabilizar haciendo una traicionera bomba de humo, donde faltan respuestas, donde falta coraje y un dialogo adulto. 

Ésta conducta, bastante reconocida a nivel mundial, recibe el nombre de ghosting. Un ghosting, dicho rápido y mal, es cuando alguien desaparece de la noche a la mañana de tu vida sin mediar palabra. Una persona con la que te habías ilusionado o que había tenido varias citas contigo, una persona con la que habías iniciado un proceso para conocerse y que te hacía tilín y te gustaba... Alguien con quien había un feeling, o eso parecía, te deja abandonado de la noche a a mañana sin decirte ni una sola palabra. Desaparece, tal y como apareció en su momento y no se responsabiliza de manera adulta de lo que esto supone. 

Al otro lado queda la persona abandonada (como si los seres humanos no tuviésemos suficientes heridas de abandono) que se siente desconsolada porque necesita, como es lógico, una razón, un motivo, una explicación... Y en muchas ocasiones no es para intentar convencer al otro de que vuelva, es simplemente porque la naturaleza humana es comunicativa, necesitamos y buscamos comunicarnos de todas las maneras posibles, compartir esa comunicación aunque recibamos respuestas que no nos gusten o que no esperábamos. El dolor de una ausencia "de repente", sin una sola explicación y respuesta para poder crecer y responsabilizarnos de lo que nos corresponde, para poder hacer instrospección y desarrollarnos, para poder darle definición. Necesitamos, muchas veces, definir las cosas para comprenderlas. 

Puede que no encontremos definición exacta o unánime sobre algunas emociones y sentimientos, pero necesitamos definir, describir, poner nombre, dar forma... A aquello que ocurre en nuestra vida, a las respuestas que damos nosotros y a las que otros nos dan a nosotros. 

Pero no, con el ghosting no ocurre esto. Es un vacío, una ausencia que nos hace sentir destrozados, nos sentimos perdidos. Esto puede llevarnos a conductas ansiosas, perdemos mucho tiempo buscando esa explicación dentro de nuestra cabeza o incluso nos obsesionamos con la persona que lo ha causado, que nos ha provocado un daño sin explicación, sin respuesta y sin motivo. Nos sale rabia y sentimos profundamente rotos, estamos hechos añicos en ese momento. Y morimos un poquito, porque donde pusimos ilusión, cariño y buenas intenciones, hemos recibido silencio, abandono, soledad... Sentimos que nos han desechado como basura y arrastramos esa emoción y esa tristeza. 

¿Qué debe pasar por dentro de las cabezas de las personas que se comportan así? Para empezar creo que el problema raíz y de base es que al no recibir una educación emocional profunda y auténtica, no somos conscientes de esa realidad. Aún en ausencia de esa educación y de ese conocimiento, quiero hacer un inciso importante: TENEMOS UNA RESPONSABILIDAD EMOCIONAL CON LOS DEMÁS. Huir de ello no hace que desaparezca, solo crea una falsa película en tu cabeza que demuestra tu falta de empatía y de honestidad. 

Ahí está el problema: carecer de empatía nos convierte en personas sumamente egoístas que no necesitan dar explicaciones para hacer que sus actos y gestos sean impecables. La impecabilidad poco importa cuando te mueves solo en favor de un bienestar que está por encima de el bienestar de los demás. Mientras quien hace esto se siente normal o bien consigo mismo, con lo sencillo que es hablar y comunicarse, otra persona queda realmente tocada y hundida. 

Comprendo que a veces uno empieza relaciones con la mejor de sus ilusiones y de sus intenciones y que puede darse, tarde o temprano, que esa relación ya no encaja contigo. En ocasiones esto ocurre más pronto de lo que nos gustaría porque el propio subidón hormonal y las propias ganas, naturales, de sentir ilusión y amor nos aceleran y hace que corramos más que el tiempo que necesita una relación para desenvolverse de forma saludable y con naturalidad. Pero incluso si esto pasa antes o después, lo que me parece esencial y primordial es que una ruptura, un final... Sea lo más "sano" posible. Y aunque queden las dos partes heridas, o solo una, lo mínimo es dar una explicación, un motivo, una conversación... Aunque sea corta y de tres frases. Eso es mejor que un repentino e inesperado silencio. 

Así la práctica del Ghosting es común en cualquier soltero, por encima de edad, género, condición gustos sexuales... Abarca todas las edades y todas las posibilidades. Uno puede justificarse en que cuantos menos años tiene una persona, menos consciencia y responsabilidad tiene también y por eso huye de hacer o de comportarse de determinada manera, porque quizás esa falta de experiencia y madurez le lleva a no saber qué es realmente la sinceridad y la impecabilidad, pero lo cierto es que esto también ocurre en personas mucho más mayores. Al final se desenmascara esa amarga realidad de que todos somos niños en pañales y algunos, inconsciente o conscientemente, se excusan en ese niño para no dar crecimiento y desarrollo a partes que sí lo necesitan. Precisamente regar estas partes es lo que nos lleva a ser sabios.

Cada vez parece que resulta más y más difícil entablar una relación sentimental constructiva. Cada vez nos cuesta más hablar con total plenitud y apertura de nuestras emociones, de quienes somos nosotros, cada vez nos resulta más incómodo mostrarnos vulnerables, cada vez huímos más de tirarnos a la piscina, de enamorarnos, de encariñarnos, de permitirnos sentir. Cada vez buscamos más y más sin elegir, sin quedarnos, sin ser leales y fieles, cada vez huímos más, nos excusamos más, nos rendimos más... Olvidamos que las relaciones emocionales son para valientes y si no eres un valiente, mejor déjate de historias y sé sincero o sincera desde el minuto uno. Nos olvidamos de que somos sensibles, emocionalmente frágiles... Y parece que nos olvidamos de incluso nuestras propias heridas cuando nos comportamos mal con los demás y hacemos como que nos da igual. 

Cada vez intentamos huir más, espantar más... Y construímos una vida que a nivel emocional se encuentra en soledad, en una profunda y dolorosa soledad, porque no podemos compartir de corazón con los demás, porque no nos atrevemos, porque nos da pánico, pavor, porque imaginar esa idea nos causa una angustia profunda, porque pensamos que no somos suficientes o que los demás no son suficientes para nosotros... Y resguardamos en corazas, armaduras y caretas. Y perdemos raíces con el tema de los compromisos a si que nos aceleramos mucho o pisamos tanto el freno que antes incluso de sentir una leve llama en nuestro interior, tiramos la toalla y a otra cosa mariposa. 

Bienvenidos al S XXI y sus miles de anglicismos que definen cosas tan complejas y profundas como que el ser humano, cada vez más, huye del amor, del compromiso y sobretodo de ser honrados: con uno mismo y por ende con los demás.


lunes, 15 de octubre de 2018

Tenemos una responsabilidad con otros corazones y almas.

As de copas:
En el tarot representa una de las mayores demostraciones de emocionalidad, generosidad y amor (en todos los sentidos posibles del amor). También fuente principal de entusiasmo, vínculos afectivos, sensación de familia y feminidad.
Son las aguas emocionales del ser, del cuerpo físico y etéreo. 

Tenemos un trabajo que hacer cada día para mejorar nosotros y para lograr que éste sea un mundo aún más auténtico, verdadero y honrado. Ese trabajo es ser honestos. 

Necesitamos de la honestidad para que nuestros actos y palabras se vistan transparentes y transmitan la verdad de que habita en nuestros pensamientos y en nuestra alma. Para ello tenemos que saber ser honestos y sinceros con nosotros mismos y quitarnos el miedo a decir la verdad. Quien vibra en verdad huye de manipular al prójimo, de hacer daño o de ocultar cosas fundamentales para que todo fluya de una manera auténtica. 

Esto es algo muy común a día de hoy en muchos tipos de relaciones, incluyendo también la amistad. Muchas veces nos cuesta decir la verdad a los demás, desde nuestra mejor intención y sin imponer, no sabemos compartir que quizás hay algo que nos ha molestado o algo que nos ha dolido o algo que necesitamos, y vivimos encerrados en una actitud autoprotectora y a la defensiva donde preferimos un silencio incómodo y poco enriquecedor, antes que una liberación y una comunicación sincera. 

También nos pasa con nuestras decisiones sobre nuestra vida, a menudo nos encerramos en una costumbre de autojustificación porque nos duele ser sinceros con determinados aspectos de nuestra rutina: quizás nuestro trabajo no nos guste, a lo mejor es momento de compartir piso con otras personas, quizás estamos eligiendo mal a nuestros compañeros y compañeras de camino... Sentimos algo incómodo en nuestro día a día, pero antes que darle la atención y la definición que se merece, preferimos ser deshonestos con ese sentir y buscar mil y una excusas para mantener determinadas situaciones y relaciones que nos consumen y nos dañan. 

En este mundo si uno no puede hacer algo consigo mismo, como por ejemplo ser honesto y practicarlo con su ser, muy difícilmente podrá compartirlo y ponerlo en práctica con otras personas. Ocurre similar cuando uno no sabe comunicarse consigo mismo, es muy difícil y complejo que sepa comunicarse con otros. O cuando uno se miente a si mismo, es más fácil que también mienta a otros. O cuando uno se machaca profundamente, es fácil que viva en un enfado constante y una desilusión que muchas veces le empuja a hacer que otros se sientan igual. 

Pero hoy quiero centrarme en algo muy importante, la honestidad para con nosotros y para con los demás, sobretodo cuando hay por medio mucha emoción, pasión, cuando hay corazones y almas que se pueden ver repercutidos por nuestras decisiones, palabras, intenciones y gestos. 

Hace poco me sorprendí en una conversación con una persona que, aún muy enfrascado en su propio camino y en sus propias crisis, estaba llevando a cabo actos, gestos e intenciones poco nobles con su compañera (y como compañera en este caso me refiero a pareja).  Yo también me he equivocado, hace años, y quizás por eso a día de hoy intento transmitir lo doloroso que puede ser romperle la confianza y el corazón a otra persona. 

Él iba en una búsqueda intencionada para encontrar otra persona sin haber dejado y soltado su relación actual y se encontró conmigo. Lejos de seguirle el rollo le expliqué que no era justo para él ni para ella esa situación sobretodo cuando las cosas se pueden hacer bien. 

Y aquí viene la frase que me salió del alma y que me ha inspirado para este texto: cuando estamos en pareja tenemos una responsabilidad con el corazón y el alma de la otra persona, en la medida de lo posible debemos evitar destrozarla y hacerla trizas con nuestras decisiones o actos egoístas, sobretodo porque no sabemos cómo de profunda puede ser la herida en la otra persona y cuanto tiempo puede tardar en superarlo, si es que llega a superarlo. 

Y ahí está: tenemos una responsabilidad emocional con aquellas personas que nos conocen. Ésta responsabilidad es en todos los ámbitos de nuestra vida: conocidos, amigos, familiares, parejas, compañeros... Cada ser humano que entra en nuestra vida traza un vínculo sagrado con nosotros, de mayor o menor intensidad dependiendo del tipo de relación, pero en toda unión hay una conexión, un dar-recibir, una intervención emocional y psicológica y miles de máscaras, intenciones, palabras, posibilidades... Que se pueden dar, que pueden ocurrir, que se pueden desvelar. 

Precisamente por ésta realidad tan "mágica" en cada relación, nosotros en la medida de lo posible tenemos que ser honestos, nobles, leales, sinceros y transparentes. Hay verdades que duelen, ésto los sabemos desde hace mucho tiempo, pero ninguna verdad duele más que una mentira. Porque en la mentira se hace añicos el valor sagrado de la confianza y a veces no somos conscientes de la verdadera magnitud que tiene la confianza. La presencia de la confianza es un vínculo de protección, de zona segura, es sin duda un lazo de amor para cualquiera. 

Confianza es lo que se traza entre un humano y su compañero animal, por eso hay u amor entre especies que lo une y hace que todo sea posible. Hay una empatía, un cariño diario y un vínculo de generosidad, afecto y cuidado. 

Confianza es lo que se traza entre un padre y su hijo, cuando comparten un sencillo instante de charlas, comida, paseo, compartir una cerveza en una terraza o incluso hablar de cosas banales. Pero ahí hay tejido algo con mucha más presencia y grandeza: hay tejido una red de apoyo, de moción y de un amor honesto y profundo. 

Confianza es lo que nace y emerge cuando dos desconocidos comienzan a conocerse, con el paso del tiempo, de los días, de los momentos compartidos... Esa confianza hace que esa unión se defina y se convierta en algo más. A veces esa unión es una fructífera y hermosa amistad, los amigos son la familia que nosotros elegimos. A veces esa unión es una fructífera y hermosa relación sentimental, la pareja es otro de esos miembros fundamentales de la familia que nosotros forjamos. 

Pero la confianza no es capaz de darse, crecer, expandir sus alas y su belleza frente a la presencia de la mentira, del juego sucio, de las intenciones dañinas, de las palabras ocultas... Y lo que ocurre es que si la confianza se rompe, en algunas ocasiones con esa ruptura también va una ruptura de nuestro corazón y nuestra alma. Y aunque es cierto que parte del camino natural de la vida es romperse y recomponerse, también es cierto que de eso mismo se encarga sola la vida y no necesita que nosotros sigamos exponiendo a otras personas a esos sufrimientos. Ahí se encuentra nuestra mayor responsabilidad. 

En ocasiones vamos caminando y nos damos cuenta de que estamos rodeados por personas que son cadáveres emocionales, son los restos de la falta de compromiso y responsabilidad que han tenido otras personas que les han conocido. Eso es lo que tenemos que evitar, tenemos que ser consecuentes y evitar en la medida de lo posible que existan más personas tan destrozadas y tan rotas que ya no se atrevan a volver a confiar. Esto es más común en el ámbito de las relaciones sentimentales, aunque realmente es algo que puede darse en cualquier circunstancia donde alguien, como decía, juegue o rompa nuestra confianza. 

Creo que para evitar todo esto quizás lo más efectivo es ser honesto, hablar profundo y sincero, ser auténtico con lo que decimos, hablar de manera sincera, mostrar nuestras verdaderas intenciones desde el principio, expresarse sin dar error a dobles interpretaciones, ir de cara... Y también hacer todo esto con nosotros mismos. Si lo que hacemos puede causar un daño tan grande y tremendo en los demás, imagínate cómo se queda nuestro corazón después de ser testigo de nuestra falta de humildad y de empatía. 

Tenemos una responsabilidad emocional con los corazones y almas de otras personas y eso también implica que tengamos una responsabilidad, igual de grande, con nuestro propio corazón y alma. La armonía que habita en hacer bien las cosas, en que nuestro corazón y alma se encuentren en paz con nuestros actos, se llama conciencia y no hay almohada más cómoda sobre la que apoyarse cada noche que una conciencia tranquila. 

martes, 9 de octubre de 2018

Hay heridas que no se van a ir jamás:


Aunque pasen los años y te cruces por el camino alguien super interesante que te ofrezca dos tipos de píldoras para poder observar la vida y comprender la realidad, hay heridas que no se van a ir nunca, jamás. Aunque pasen los años y te cruces por el camino un psicológo genial, con el que hacer terapia y desarrollarte como persona, hay heridas en la vida que no se van a ir jamás. 

Aunque pasen los años y te topes, de repente, con alguien que es un gran terapeuta y te ofrezca una experiencia maravillosa o te recomiende hacer constelaciones que cambien tu percepción de las cosas, hay heridas que no se van ir... jamás. Y, aunque esto pueda escocer a alguien, lo mejor que podemos hacer es aprender a vivir con ellas. 

Algunas de ellas se superan y otras, otras no. Algunas dejan de escocer y otras... no. Y es natural, porque aunque pase el tiempo, hay cosas que cicatrizan sin dejar huella, tanto en la piel como en el alma y otras cosas dejan huella tanto en la piel, como en el alma. 

Aunque superes una ruptura o miles, hay algunas que te dejarán marcado para siempre jamás y otras, otras no significarán nada. Aunque pierdas a una persona porque ya no esté en tu camino, hay personas de las que nunca más te acordarás y otras que tendrás presente toda tu vida. Con las heridas, con las experiencias del vivir, ocurre igual. 

Y es que hay traumas que se convierten en sabiduría y otros, que incluso ya convertidos en sabiduría, siguen doliendo y escociendo cuando son recordados. Porque no estamos hechos solamente de superación y de avance, también estamos hechos de recuerdos, de realidades crudas, de cosas indigestas y a veces nos proponemos y empecinamos con querer cambiar tanto nuestros registros de momentos del pasado que nos olvidamos de que hay cosas que no se van a marchar y eso es lo que más nos duele: no aceptar la realidad de que hay heridas que no se van a ir, nunca, jamás. 

Ocurre con las heridas como ocurre con las relaciones, con las personas, con las experiencias... Tanto con aquellas que han sido buenas como aquellas que no han sido tan buenas. Por mucho que crezcamos, inexplicablemente terminamos acordándonos de algunas personas, incluso aunque ya no estén con nosotros, aunque no sepamos nada de su camino ni de su vida, de manera rara vuelven a nuestra cabeza de una forma inesperada. Y por muchos años que pasen son personas que no se van de nuestro interior y de nuestra esencia, que no se marcharán jamás, aunque físicamente no las veamos y no tengamos más relación con ellos. 

Quizás una importante parte de camino es aprender a vivir sabiendo que nosotros, de alguna manera, también somos una colección de lo que nos hace ser nosotros: de experiencias, de situaciones, de momentos, de personas, de instantes... Buenos, malos y regulares, transformados y no transformados, normalizados y no normalizados, superados y no superados, cambiados de lugar en la memoria o estando en un lugar inamovible... Estas son parte de esas "marcas" que no se van a marchar jamás, ni aunque tengamos 80 y tantos años y andemos rozando el último adiós. 

A veces sólo nos toca convivir con lo que hemos vivido, sabiendo que quizás nos ha cambiado para siempre y que eso es algo que no podemos deshacer, sabiendo que una parte de nosotros se queda pintada, como por un suave pincel, que fue aquella experiencia o vivencia, aquella persona, aquel acontecimiento, aquel recuerdo... Porque hay cosas, en la vida, que no se borran jamás, que no se van, que no se marchan, que se quedan en nosotros por todo lo que necesitemos, por todo lo que necesiten o incluso por toda la vida. 

Hay heridas que no se van jamás, y aunque al principio pueda sonar amargo, con el paso del tiempo nos damos cuenta que precisamente esto es lo que nos hace aún más humanos. Mucho más humanos. 

A si que no estás loca o loco por sentirte como te sientes y no necesitas, ni mereces, seguir atacándote por no conseguir cambiar algo, por no conseguir olvidar a alguien, por no conseguir borrar algo... Porque hay cosas, y personas, perennes en nuestro corazón, en nuestra alma y en nuestros recuerdos, que se quedan intactos, con la misma esencia que el primer día. Y no hay nada de malo, absolutamente nada de malo, en reconocerlo, en ser capaces de ver esa vulnerabilidad y esa parte tan tierna de nuestra persona. 

lunes, 8 de octubre de 2018

Cuando corremos más que el propio tiempo:


Existen diversos motivos por los que sentir ansiedad y existen diversas formas de tratamiento para la ansiedad, pero hoy quiero hablaros de un motivo que conozco personalmente: correr más que el propio tiempo. 

Ya sea por este sistema que nos rodea, consumido en un ritmo desgastante o incluso por nuestro propio ímpetu, miedos o fobias... En ocasiones nos aceleramos más de la cuenta, sin ser conscientes de lo que esto puede llegar a suponer. 

Nos aceleramos y vamos antes que el propio tiempo, vamos por delante de los propios acontecimientos, precipitándonos irremediablemente a un dolor profundo y una sensación de asfixia y de que algo nos agota y nos destroza. 

En ocasiones puede ocurrir incluso con nuestra mejor intención, cuando vamos muy rápido al conocer a alguien. Nos adelantamos a los sucesos reales, a lo que es material, tangible... Y corremos más, incluso, que la propia evolución natural de la relación, corremos más que el propio amor y nos precipitamos, aunque con toda nuestra ilusión, a toda prisa sin tener en cuenta los procesos de la propia vida, los procesos de las personas involucradas en esa relación... Y finalmentes nos encontramos, en muchas ocasiones, con millones de castillos en las nubes que se deshacen y de vienen abajo, y ahí viene: el efecto secundario de haber corrido antes que el propio tiempo, la sensación de desgarro, los añicos por el suelo, algo que se nos rompe. 

En otras ocasiones esa manera de acelerarnos viene de la mano de que no sabemos vivir sin saber, sin conocer... Y es que consciente o inconscientemente siempre buscamos una seguridad. Hasta cierto punto es natural: somos animales y buscamos estar seguros. Pero esta búsqueda de seguridad, a veces, viene teñida de inmensas expectativas en relación al futuro, sin embargo el futuro en algunos momentos es algo incierto que sólo se desenvuelve y se da si nuestra intención es de confianza y de pleno compromiso con lo que esa confianza significa. A veces olvidamos que el futuro es simplemente tirarse, como el que salta en paracaida,s y ver que se va dando mientras nosotros nos desenvolvemos con nuestra mejor intención, porque en ocasiones incluso teniendo todo atado, programado y organizado, el futuro es caprichoso y se pueden dar obstáculos y dificultades con las que lidiar y que nos cambien, repentinamente, el rumbo de esa historia que habíamos construido. 

Quizás existe otra manera más de sentir este tipo de ansiedad y es cuando nos adelantamos incluso a nuestra propia edad. Las crisis existenciales, fundamentales para el desarrollo del ser humano, a veces vienen acompañadas por periodos diferentes de edad. Cuando la sociedad nos empuja a crecer antes de tiempo, como ocurre actualmente con todos esos niños y adolescentes, perdiendo una parte de la educación y del desarrollo del ser humano que es fundamental, son más propensos a sufrir determinadas crisis antes de tiempo. El cerebro humano evoluciona según la edad en la que se encuentra y también según las circunstancias que se encuentran en esa edad, es cierto que incluso teniendo unos u otros años podemos ser más o menos maduros, pero nunca tendremos tanta sabiduría como una persona que nos doble o triplique la edad, biológicamente esa persona ha sido expuesta a diferentes adversidades que quizás nosotros aún no hemos experimentado y su cerebro y sus conductas han desarrollado diferentes patrones de conocimiento, supervivencia y aprendizaje. 

El problema es que muchas veces nos adelantamos a nuestra propia edad, adentrándonos en crisis asfixiantes e innecesarias, porque ahí sí que vamos más acelerados que el propio tiempo... Creando agotadoras dudas, lagunas enormes de dudas existenciales, donde nos perdemos en esa profunda inmensidad. Dudamos constantemente de si lo estamos haciendo bien, de si el futuro se dará bien, de si somos lo suficientemente responsables con nuestra propia edad, de si se nos acabarán las oportunidades, de si perderemos trenes esenciales, de si será la última vez... Y así nos olvidamos de nuestro presente, de nuestra edad y de la realidad de que la vida, en si misma, tiene miles de oportunidades hasta que finalmente nos morimos. 

Porque, aunque suene radical, es más fácil morirse que perder trenes que nunca jamás van a volver. La frecuencia de la vida, en muchas ocasiones, es repetitiva y si no hemos aprendido algo o no hemos aprovechado algo, se termina repitiendo más adelante, en ese sentido podríamos vivir mucho más tranquilos, sin embargo nos condicionamos de manera habitual a infinitos ultimatums que ni siquiera existen de forma natural en la vida, son como pequeñas trampas mentales, emocionales y psicológicas que nos imponemos. 

Así nos habituamos, como una mala rutina, como algo frecuente en lo cotidiano, a correr más que el propio tiempo, olvidando que todo necesita de su tiempo, de su propia frecuencia y sobretodo de paciencia para mostrarse, para darse y desenvolverse. 

Cuando esto me ocurre, que durante mucho tiempo precisamente este patrón de conducta ha sido el peor de mis enemigos, recuerdo que la mayoría de las veces lo que ocurre en nuestra vida, lo que está por ocurrir, lo que significa vivir, el momento en el que nos encontramos... Es como sembrar una semilla. 

Nosotros podemos aclimatar correctamente el lugar para sembrar y hacer germinar una semilla, pero no podemos acelerar su proceso para echar raíces y crecer. Por mucho que la reguemos, por mucho que la pongamos a la sombra o al sol según el momento del día, por mucho que podamos o queramos usar productos fertilizantes... Hay algo, que está más allá de nuestro control, y es el tiempo natural y biológico que necesita esa semilla para convertirse en planta o en árbol. Igual ocurre con muchos de nuestros procesos y momentos en la vida, sobretodo los referentes a las relaciones y al futuro: por mucho que hagamos, no podemos evitar que cada una de estas circunstancias necesiten de su propio tiempo para darse correctamente y si corremos más que el propio tiempo que necesitan, nos exponemos a sufrir y a caer de lleno en un patrón de control que es destructivo y bastante tóxico. 

Cuando corremos más que el propio tiempo, nos adelantamos a que el tiempo nos pueda mostrar aquellas cosas buenas que tenía entre manos y que tanto quería enseñarnos, impidiendo que esto ocurra.

domingo, 7 de octubre de 2018

Inclinación sexual y espiritualidad: Sí, soy bisexual.


Una no decide ser bisexual, una siente que es capaz de amar (física y emocionalmente) a diferentes personas y entre ellas personas de sexo y género igual y distinto. 

Y no es una experimentación, es un estado latente que está innato en ti. Te das cuenta conforme creces de que te has sentido fuertemente atraída por otras mujeres pero siempre has sentido que la vida te reprimía. Y cuando barajas la posibilidad de que esa condición sea para ti, que esa sea parte de tu personalidad y de tu naturaleza innata, las dudas de los demás, tan acostumbrados a tener todo definido en A y B, te llenan y te desbordan. Y ahí comienzas a elegir caminos socialmente aceptados y reprimes una parte de tu ser, que intenta mostrarte que tu naturaleza va más allá de la aceptación y de lo que otros son capaces de ver. 

Un día reconoces, en la intimidad, que te has enamorado de una mujer. Otro día reconoces, en la intimidad, que te has besado con mujeres. Otro día reconoces, en la intimidad, que te has acostado con mujeres y que te ha gustado y que has buscado más y que has repetido, pero que también sigues sintiéndote atraída por hombres que también te gustan, con los que también te acuestas.

 Y resulta harto complicado encontrar palabras que definan, con exactitud, que las mujeres te aportan cosas diferentes a los hombres y que los hombres te aportan cosas diferentes a las mujeres, y que no prefieres a unos sobre otros, simplemente cada uno te aporta algo esencial. Resulta muy complejo definirlo con palabras porque es un sentimiento... Es como si realmente quisieras encontrar la definición universal del amor, no puedes porque cada uno en sus carnes lo experimenta de una manera distinta... Pues la atracción, la condición sexual, la inclinación sexual es una forma de amar, de sentir el amor... Quizás es amor sólo durante una noche o quizás es amor durante toda la vida, quizás encuentras una pareja larga y estable o quizás muchas parejas cortas e inestables, pero ahí hay sentimiento y hay cariño y hay amor. 

El ser humano se intenta condicionar con la excusa de lo natural pero sin embargo si abrimos los ojos a la naturaleza, además de encontrarnos cosas muy crudas y muy duras que no se pueden dar dentro de nuestros protectores muros de sociedad que construimos, también veremos que en la propia naturaleza existe la condición de la bisexualidad como algo natural y recurrente en diferentes especies. Cuando la moralidad religiosa se mezcló en la vida de los humanos, separando el concepto de ser religioso con el concepto de ser espiritual, se impuso a la fuerza un sólo tipo de vida, un sólo tipo de modelo, un solo tipo de conducta... Y así el ser humano ha sido castrado por si mismo hasta que de nuevo ha tomado el poder para resurgir y despertar. 

Algunas personas que se definen a si mismas "espirituales" o "maestros" o "chamanes" o cualquier representación ególatra sobre el poder del desarrollo humano, el conocimiento del espíritu y del alma y la filosofía del cosmos como un ser energético, juzgan la libertad sexual y la condición sexual de otras personas criticando esa forma natural que existe en el ser humano de descubrirse a si mismo y de descubrir lo sagrado de estar vivo. 

Personalmente considero que es necesario separarse de éste tipo de personas, ya que creo que si alguien es capaz de juzgar a otra persona, tiene poco de espiritual y mucho más cuando es juzgado por las decisiones que toma para amar a otros seres humanos, para experimentar el sexo con otros seres humanos y para atreverse a ser él o ella misma por encima del que dirán. 

A veces nos quedamos al lado de personas que se han convertido en poderosos símbolos de inspiración, motivación, desarrollo, guía, consuelo, aprendizaje... Y consideramos que nos aportan mucho y nos ayudan mucho con nuestra faceta espiritual, sin embargo nada de lo que nos puedan estar aportando tiene un valor humilde, real, sincero, honesto y auténtico si en su naturaleza son capaces de señalar, jactarse, decir barbaridades, criticar, insultar o juzgar a otros. Toda la representación espiritual que ellos ondean como bandera al viento se hace añicos y se viene abajo cuando demuestran su más profunda falta de humildad juzgando la libertad del resto de seres humanos. 

La inclinación sexual, la atracción sexual, son partes fundamentales dentro del camino del desarrollo de nuestra alma, de nuestro ser y de nuestra personalidad. Quienes se atreven a juzgar y criticar esto, aprovechándose de su posición privilegiada de poder o creyéndose con la verdad absoluta, desenmascaran los diablos más destructivos de su propio ser y muestran que poco se merecen ese lugar privilegiado que les ha sido concedido u otorgado. 

No hay nada de "poco espiritual" en acostarse con personas del mismo sexo. Igual que no hay nada de "mucho espiritual" en acostarse con personas de otro sexo. La verdad absoluta sobre la sexualidad y las energías que crecen en ellas, no existe. No es más sano para el alma acostarse con personas de otro sexo si naturalmente sentimos que tenemos atracción por personas del mismo sexo. 

Lo que es realmente espiritual y saludable para nuestro cuerpo físico, mental y energético, es dejarnos guiar por nuestro sentir, por encima del que dirán y transmutar así los miedos descubriendo la naturaleza de nuestro ser. No se trata de cambiar quienes somos, se trata de descubrir quienes somos sin ponernos cadenas, condiciones, condenas y castigos. 

Es un castigo no permitirse a uno mismo ser quien es. Es un castigo, para el corazón y para el cuerpo, impedirle explorar aquellos senderos hacia los que se siente atraído y que por recorrerlos no hacemos daño a nadie. 

La inclinación sexual no está reñida con un camino espiritual, no está enfrentado a un verdadero desarrollo como individuos, como alma, como sociedad... Es más bien todo lo contrario: van de la mano. De la mano van la libertad de poder ser uno mismo, por encima de etiquetas (las etiquetas las pone la sociedad porque no entendemos las cosas si no las podemos definir y la falta de entendimiento puede poner muy nerviosa a muchas personas) junto con la espiritualidad y lo que cada uno encuentra dentro de lo que para si mismo significa ser espiritual. 

Todos encontramos muchísimos obstáculos y complicaciones en la vida, tenemos que lidiar con muchísimos desafíos, no podemos convertir también en desafío, obstáculo, en algo que nos aprese... La naturaleza innata que cada uno siente dentro de su ser.

Ojalá te viesen como te veo yo:


Ojalá pudiese decir a cada familiar de cada persona que siento especial, y que amo profundamente, que son las mejores personas que he encontrado. 

Que quizás en el ámbito familiar pueden verlos diferentes, que quizás en el ámbito familiar se han visto apretados o forzados, que quizás en el ámbito familiar han vivido cosas que les han dolido muchísimo o quizás el mismo ámbito familiar no ha sabido verles, sentirles, de forma completa. No han podido o sabido apreciarles, quizás han sido juzgados, puestos entre la espada y la pared, empujados, forzados. 

Ojalá ésta carta llegase a todos esos hermanos, padres, madres, abuelos, primos, tíos... De todas esas personas que forman parte de un grupo muy selecto en mi vida: mis verdaderos amigos. 

Ojalá pudiese hacer que esas familias leyesen que su hermano o hermana ha estado a mi lado en momentos muy difíciles. Que su hija o hijo me ha dado todo lo que ha tenido a su alcance para apoyarme cuando he dudado de mi propia existencia. Que su primo o prima resulta una constante esencial en mi experiencia de vida, porque se han portado como las grandes personas que son. Que su sobrina o su sobrino tiene mucho que aportar a éste mundo, porque lo veo cada día, partiendo de lo que aporta a todas esas personas que están cerca suyo ofreciéndoles su tiempo, su atención y sus mejores intenciones. 

A veces ocurre que los lazos familiares, los prejuicios de toda la vida que parecen inamovibles, las opiniones subjetivas... No nos permiten abrir miras y observar con amplitud la grandeza de una persona. A veces nuestros amigos ven regalos hermosos que quizás algunos miembros de nuestra familia no son capaces de observar, igual ocurre con nosotros y nuestros familiares... A veces no sabemos la magnitud, la presencia y la importancia que tienen más allá de los lazos de sangre, que tienen en esas personas que se toparon como inmensos desconocidos y han terminado siendo grandes amigos, la familia que uno escoge. 

Porque el ser humano no es visto de la misma manera por todas las personas, porque realmente nosotros no somos la misma persona con todos los seres humanos. Pero que por encima de lo que no parece tan bueno, por encima de esos disfraces o de esos condicionales que muchas veces no conseguimos soltarnos, somos alguien esencial para otros muchos "alguienes". Nuestra presencia y nuestra existencia es vital y fundamental para otras muchas presencias y vidas. 

Interactuamos con personas y hacemos grandes cosas en su vida, con la sola presencia de nuestro cariño y de nuestras mejores intenciones. 

Ojalá todos los miembros de tu familia, que no han querido ver de manera constructiva y positiva quien eres, fuesen testigo de lo mucho que eres amado, valorado y querido por muchas otras personas y que ese amor, ese cariño y esa apreciación es fruto de tu trabajo constante, de tu presencia constante, de tu generosidad constante, de tus buenas intenciones... Porque realmente eres una gran persona.



sábado, 6 de octubre de 2018

El sagrado punto de origen:


Bendice tu punto de origen. No te digo con esto que siempre ames a tus padres o a las personas que han compuesto ese punto de origen, entiendo que a veces uno no siente amor, siente incomodidad, rechazo, tristeza y enfado, porque el ser humano no es sólo luz, también es sombra, es dolor, es herida... Pero, por encima de la relación que puedas tener con tus padres/abuelos/antepasados, bendice tu punto de origen. 

Es impactante reconocer que el punto de origen puede llegar a ser, en la inmensa mayoría de los casos, ese lugar a través del cual sucederá toda la vida. Si tu punto de origen es en un país desarrollado, con opciones variadas, diferentes oportunidades, atención sanitaria gratuita... Ya tienes una ventaja mucho mayor que la mitad de la población mundial. 

Si tu punto de origen te ha permitido estudiar, viajar, explorar diversos ámbitos de la vida, te ha dado protección, cobijo, refuerzo... Ya tienes más que la otra mitad del mundo, porque por doloroso que sea lo cierto es que la mitad del mundo es pobre materialmente y la otra mitad es pobre emocionalmente, sin recibir el apoyo y el acompañamiento emocional que necesita el ser humano para desarrollarse y convertirse en adulto. 

Hay fases muy sensibles en la niñez donde uno evoluciona y donde crecen partes fundamentales como seres humano, y estas fases dependen en muchas ocasiones de las oportunidades que tenemos a nuestro alcance y muchas de esas oportunidades vienen por el punto de origen o por caprichosas "casualidades" milagrosas que interactúan con nosotros. Como esto es algo fundamental para la educación, el desarrollo de la personalidad y para tomar consciencia objetiva y constructiva sobre el camino que queremos llevar en nuestra vida, existen muchas organizaciones a nivel mundial que fomentan otra posible realidad para personas que lo necesitan. Éstas organizaciones rescatan a seres humanos de su propio punto de origen, porque hay puntos de origen que son muy crudos y devastadores donde solamente la intervención exterior es capaz de cambiar todo el destino que ya parece marcado para esas personas. 

Cuando naces en la más absoluta pobreza donde es habitual ver a alguien consumiendo alcohol y drogas, donde apenas tienes para vestir, para comer, donde no existe una prioridad por la formación y la educación, donde la ropa es un bien escaso y donde, prácticamente, desde el primer día te ves introducido de lleno en rutinas tóxicas y dañinas, toda tu vida parece predestinada a repetir los patrones y las conductas de ese entorno donde has nacido, de ese punto de origen. Pero en algunos casos hay una suerte mayor, personas que se implican y comprometen a encontrar ese tipo de vidas y darles un aire fresco, darles otra oportunidad... Como ocurre con casas de acogida donde se forman familias con niñas y niños de diferentes lugares pero que tienen todos un nexo en común: su punto de origen no era lo suficientemente saludable para aportarles una vida donde desarrollarse como personas con libertad o al menos, sin estar condicionadas desde el primer instante normalizando conductas destructivas. 

Bendice tu punto de origen, porque aunque a veces deseamos haber tenido otro, lo cierto es que nuestro punto de origen es lo que nos ha llevado a este presente. No te digo que bendigas a las personas que forman ese punto de origen, conozco casos muy extremos e dolorosos donde resulta imposible sentir apreciación y cariño por abuelos o padres... La realidad del mundo es que la vida es muy muy dura y en algunos casos es más dura, aún, de lo que podemos imaginar. Conozco casos de padres y madres que han abusado de sus hijos y esos hijos, a día de hoy siendo adultos, aún tienen que lidiar con esa sensación horrible de incomprensión. Pero por encima de esa tortuosa herida con la que toca convivir, hay un punto de origen mayor, algo que parece elegimos con consciencia desde el alma antes de nacer, algo que parece es también fundamental para poder entregar lo mejor de nosotros al mundo, algo que nos va a transmitir una parte inamovible de nuestra persona. 

Por encima de los errores de aquellos adultos que han formado parte de una importante esencia en nuestra vida, está el punto de origen y también herramientas básicas que nos han compuesto como seres humanos. Valores, decisiones, rasgos muy importantes de la personalidad como ser luchador, protector, soñador, constante, organizado, emprendedor... Todo esto también depende del punto de origen. Bien sea porque el punto de origen nos ha llevado contra la espada y la pared, haciendo que tengamos que arremeter contra cosas y obligándonos a crear nuevas filosofías de vida y actitudes o bien sea porque nuestro punto de origen ha sido un lugar de partida esencial, rebosante de motivación e inspiración que nos ha empujado desde el primer instante a abrir las alas, dar el salto y volar. 

Sea como fuere lo cierto es que en ambos casos necesitamos de una ventaja, una ventaja que viene compuesta en muchas ocasiones por el sistema donde hemos nacido, por el país de origen y la estabilidad que existe en ese país, por la educación recibida y las oportunidades para ir a clase, por la evolución y el desarrollo del ambiente en el que hemos sido paridos. Y aunque a priori todo esto lo tenemos tan normalizado que no le damos la verdadera importancia que tiene, lo cierto es que tiene mucha pero que mucha importancia y que en muchísimos casos éste punto de origen, que merece ser agradecido, bendecido y apreciado, marca una significativa diferencia en el camino a recorrer y dibuja un destino diferente. 

Si tu vida se hubiese dado en una realidad mucho más pobre, con muchas menos herramientas y oportunidades, con muchos condicionamientos dolorosos o que te hubiesen impedido el alcance de la cultura... Entonces comprenderías que el punto de partida en la vida es algo sagrado, fundamental y con un valor incalculable. 

No te digo que ames a todo el mundo, a veces no somos capaces de hacerlo, pero te digo que ames tu propio punto de partida, ese origen del que has emergido, sin la necesidad de compararlo con otros y viendo como gracias a él tienes hoy lo que tienes y eres hoy quien eres. 

jueves, 4 de octubre de 2018

La soledad y el desarrollo como mujer:


No hay nada más empoderante en éste mundo que aprender a estar con uno mismo y cuando ya nos referimos a nosotras, las mujeres, la cosa es aún más profunda y más importante de lo que parece a simple vista. Con el paso de los años he llegado a la idea, teniendo como ejemplo amigas, familiares, conocidas... De que cuando una mujer quiere realmente desarrollarse necesita de un periodo de soledad. A veces éste periodo implica un tiempo de soltería, donde una se descubre a si misma y se permite explorar diferentes ámbitos de su camino, de sus inquietudes, de sus gustos... Donde además experimentamos diferentes necesidades y donde hacemos emerger un sinfín de fortalezas y herramientas. 

En otras vidas éste periodo significa tomarse un tiempo para una misma, aún teniendo parejas y/o hijos. Éste tiempo puede ser un pequeño viaje en soledad, tomar un descanso, permitirse un fin de semana, regalarse un retiro de re-conexión... 

Y es que este periodo, considero, es fundamental. Aunque de manera subjetiva mi opinión, apoyada en mi propia experiencia personal, es que creo que todas las mujeres necesitamos explorar la libertad de nuestro ser a través de un periodo sin pareja. Pero bien es cierto que en ocasiones la vida, en si misma o el propio cosmos, no quieren lo mismo para todas las personas, pero incluso en estos casos es necesario y viene muy bien esas mencionadas "vacaciones".
¿Qué encuentra una mujer en soledad? Ciertamente se encuentra a si misma, sin más maquillaje ni mentira. Se encuentra tanto sus caras de abundancia, generosidad y honestidad como las partes más prostituidas de su persona, el valor económico y energético que se pone, sus papeles de víctima y verdugo que desarrolla como un método de supervivencia (porque al final mucho de los patrones que llevamos a cabo son estrategias que nos han ayudado o nos han mantenido con vida, a fin de cuentas es lo más importante en esta existencia: mantenerse con vida). 

Una mujer encuentra aquello donde se sentía cómoda y también los porqués de aquello donde se sentía incomoda. Desnuda su parte más humana y vulnerable porque se permite decir en voz alta y sin ser juzgada las necesidades y los miedos más profundos de su ser. Aunque como humanos todos tenemos y merecemos los mismos derechos, es cierto que dependiendo del género con el que nos sentimos reflejados nuestras necesidades, nuestras inquietudes, nuestros miedos y nuestros deseos pueden ser muy diferentes. La mujer tiene dentro de si misma infinidad de bosques salvajes que recorrer donde se tiene que hablar con claridad en temas profundos y trascendentales como puede ser la opinión propia sobre qué significa ser mujer hasta un abanico de un sinfín de temas como su sentir hacia el hecho de ser madre, su sentir sobre el amor y el enamoramiento (que en muchas ocasiones tenemos idealizado o incluso nos hemos puesto un precio, soportando lo insoportable por una percepción proyectada). La mujer tiene que lidiar con esa guerra constante de romper los patrones establecidos por una sociedad mientras encuentra la verdadera esencia de si misma, como individuo y como sexo/género al que pertenece. Y todo esto se desenvuelve y se da dentro de cada mujer, lo cual puede ser más difícil según el punto de origen del que provenga, ya que esto es fundamental para lo que se le permite y nos permitimos compartir de manera más exterior. 

Es en soledad donde una es capaz de entender que nadie vendrá a rescatarte de las torres más altas ni de los hoyos más profundos. Y aprendes, con amor o a la fuerza, a estar contigo sabiendo que jamás nadie, nunca, te aceptará como tu quieres ser aceptada ni te apoyará en todo lo que tú quieres y buscas constantemente ser apoyada. 

Nos queda mucho por desprogramar y reeducar, tanto en nuestra cabeza como en la cabeza de aquellas que serán el futuro. Nos queda el admitir la vulnerabilidad como un hecho fundamental para la fortaleza: llorar y buscar cobijo es tan importante como limpiarse las lágrimas y salir solas a luchar, porque sobre todas las cosas somos humanas. Pero ante todo tenemos que tener claro que no necesitamos de nada, ni de nadie, más que de nosotras mismas para hacer nuestro propio camino y que la aprobación de los demás no va a borrar de golpe y porrazo nuestros miedos más profundos. 

El miedo se deshace cuando una se supera a si misma y se hace cargo de hacer aquello que tanto le aterroriza. Y una mujer que ha superado un miedo es una mujer que ha dado un importante paso para si misma y para el resto de mujeres. Cada vez que una mujer logra un sueño, cumple una meta, supera un obstáculo, termina algo... Es un bien y una abundancia compartida para todas y son más y más puertas, fundamentales, que quedan abiertas para las futuras mujeres del mañana. 

Nos queda mucho por re-aprender, tenemos que re-aprender que no existe nadie que nos esperará. Igual tenemos que aprender que en nosotras no está el único peso de crear la familia. Todas aquellas que buscan crear una familia sienten en sus carnes un peso agotador, como si sólo dependiese de su propio esfuerzo y trabajo la armonización, el apoyo, la protección y la creación de esa familia. Lo cierto es que una familia es un conjunto de varios miembros y cada miembro tiene un porcentaje equitativo que llevar a cabo, un papel primordial que cada uno tiene que desarrollar. No puede ser que la mujer cargue sola con un peso que no le corresponde. 

Tenemos que aprender también a estar solas, sin ningún apoyo que nos saque la sonrisa. Tenemos que aprender a sacarnos a nosotras mismas la sonrisa. Y tenemos que viajar solas: más veces, más con nosotras. Y apoyarnos en esa búsqueda del camino solitario. 

La soledad y el verdadero desarrollo como mujer van de la mano. Porque es cuando estamos a solas que tenemos una conexión real con nuestras verdaderas necesidades e inquietudes. A solas nos atrevemos a escribir nuestro diario personal y a soñar con completa libertad sin recibir un reproche por esa imaginación desbordante que nos caracteriza. Es en soledad donde encontramos la solución a muchos de nuestros problemas y donde aprendemos a ser más coherentes y objetivas, sin buscar hacer lo que los demás esperan constantemente que hagamos. 

La mujer necesita ir en soledad a su propio desierto o refugio, y una vez que se ha desenvuelto ahí con total soltura y habiéndose enfrentado a lo más duro de si misma y del mundo, puede salir para compartir lo que le queda entre las manos: el verdadero fruto de su ser y del descubrimiento más importante de su persona. Y ese descubrimiento es, sin duda alguna, saber quien es una misma, saber cuales son tus puntos flacos y tus puntos fuertes, conocer con plenitud la grandeza de tu fortaleza como ser humano, haber habitado lo incómodo sin huir. 

Hay muchas cosas incómodas dentro de nuestro ser, como la no aceptación de naturalezas salvajes y humanas que nos componen, como los sueños impuestos que hemos mamado desde pequeñas, como los miedos impuestos que nos han nutrido a través de diferentes canales que componen la sociedad que nos rodea... Y todas esas cosas incómodas necesitan ser vistas, vestidas, comprendidas, analizadas, necesitan que sepamos que están ahí para poder transmutarlas y convertirlas en lo que realmente es una mujer: la mujer es la energía salvaje del cosmos dentro del cuerpo de un ser con capacidad para cuidar y cuidarse, dar a luz y alumbrarse, sanar y sanarse, crear magia e inventar magia. 

Hay algo más allá de lo celestial, más allá de todos esos cuentos que nos ponen la carne de gallina cuando los leemos y nos sentimos reflejadas con ese lado salvaje y femenino que los componen. Existe, lo sabemos, una realidad que es más que todas estas frases que suenan idílicas y heroicas... Y es que nuestro fuego profundo, de hembras, se despierta porque quiere ser reconocido. Es esa la verdad a la que me refiero, algo que va más allá de leyendas y mitos, y que forma parte de todas las culturas que han existido y existen en el planeta... Es una verdad pintada de "ficción" que habla de la mujer como ese ser capaz de ser Diosa creadora y destructora al mismo tiempo. 

Y resulta fundamental conectar con ésta parte de una misma para desarrollarse y para recuperar la humanidad y la realidad que nos compone y que es nuestro divino derecho, como mujeres y como seres humanos. Pero esta parte, esencial para encontrar quienes somos y para saber la verdadera magnitud, el verdadero volumen, la verdadera importancia y apreciar con totalidad qué significa y quienes somos, sólo se encuentra en los terrenos que una consigue recorrer sola. Sin soledad una parte de nuestro ser se queda sin desarrollar con plenitud. 

La soledad es una maestra difícil, pues cuando es impuesta se siente como una pesada carga, como un castigo que nos castra y asfixia. Y en muchas ocasiones su primera llegada suele ser como algo impuesto, inesperado, que llega de golpe a nuestra vida y resulta muy difícil habitar y convivir con ella. Pero con el paso del tiempo, cuando comprendemos su importancia y también cuando comprendemos la magia que nos aporta como puede ser la intimidad, la independencia, la capacidad para desarrollarnos y descubrirnos y todo lo que viene de la mano con ello como el amor propio, la autoestima, la individualidad... Vemos el verdadero y difícil papel que desempeña la maestra soledad y también vemos todo lo que en soledad se nutre y emerge, y que no puede nutrirse y emerger en otros ambientes. 

No es casualidad que en soledad muchas mujeres han logrado los mayores objetivos de su vida, o han llevado a cabo sueños que no creían posibles. No es casualidad que en soledad muchas mujeres  se han empeñado en mejorar su condición social, su propio camino... No es casualidad que en soledad muchas mujeres han recorrido el mundo, han llevado a cabo un proyecto con éxito, han experimentado el fracaso y han aprendido a mejorar para volver a intentarlo y lograr mejorarse. 

No es casualidad que en soledad muchas mujeres se han reforzado, han cruzado límites que creían imposibles, han convertido ideas en realidades materiales, han terminado carreras, han conseguido nuevos oficios... Y es que en soledad la mujer desarrolla su diosa más poderosa y se despoja, como puede y como sabe, de esa necesidad imperiosa porque sean otros los que nos saquen las castañas del fuego. 

Aprendemos, viéndose quemar esas castañas, que nosotras tenemos todas las herramientas necesarias para salir de cualquier circunstancia que se de en nuestro camino. Y aprendemos, también, a escucharnos a nosotras mismas antes que a otras personas. 

Y estarán conmigo, todas mis hermanas, en que la sensación es indescriptible cuando las mujeres nos concedemos un tiempo de soledad para con nosotras mismas, como un auto-regalo y como un permiso que nos merecemos. Todo lo que termina emergiendo en ese tiempo es algo indestructible que reestructura nuestra propia percepción de nuestras capacidades y de nuestra persona, que nos re-coloca y nos da una visión mucho más objetiva y poderosa sobre quienes somos y qué somos capaces de hacer.

No tengas miedo a la soledad, aunque a priori no lo parezca, siempre es la mejor amiga de la mujer. 

miércoles, 3 de octubre de 2018

En la búsqueda de mi Buda interior: mi viaje a Nepal.

Katmandú - Nepal
Hace unos años sólo repetía que quería ir a Nepal de viaje, no por el treking ni por sus hermosas montañas, sabía que tenía que ir, aún sin encontrar un motivo claro. Sabía que era uno de esos sitios que tenía que decir "yo he estado allí" y es que una naturaleza se despertaba salvaje implorando llegar a aquel lugar, como si reconociese una naturaleza innata en mi ser, como si tuviese que ir a recoger un pedacito que se quedó de otra vida dando vueltas por las caóticas calles de Katmandú.

Y así ha sido, el deseado viaje se ha dado. Se ha dado sola, con la más profunda compañía de mi misma, se ha dado con miles de oportunidades, se ha dado con nuevas amistades que he tenido el placer de conocer allí, se ha dado también con una intención de ayudar y habiendo ayudado, se ha dado con honestidad y con realidad, se ha dado con adversidad... Pero finalmente, lo que importa, es que se ha dado.

La decisión de irme a Nepal, finalmente, ocurrió en un momento álgido de mi vida. Una cantidad excesiva de estrés y de muchísimas situaciones que me mermaban y me empujaban de lleno a una ansiedad asfixiante. Recuerdo el día: de la noche a la mañana me compré los billetes y sabía que habiendo dado ese paso ya no podía dar marcha atrás.

Y los días pasaron y llegó finalmente el instante de coger aquel vuelo, largo vuelo, para terminar en un continente desconocido, en una ciudad desconocida, con una cultura que no conozco mucho y con un idioma completamente desconocido. Nada es ni parecido a lo que vemos a diario en occidente: ni la forma de las calles, ni el lenguaje, ni el tipo de comida, ni las rutinas... Sin embargo hay algo más grande y que todos los humanos tenemos en común: la generosidad del espíritu. Y es lo que más he encontrado estando allí: generosidad desbordando por los cuatro costados.

Ya iba advertida de que podía ocurrir algún tipo de obstáculo que me impediría tener un viaje placentero y plácido, y así ocurrió, a los pocos días caí muy enferma y tuve que estar lidiando entre fiebres altas y la necesidad de querer aprovechar al máximo el tiempo en un continente que, no se sabe, si volveré a visitar en esta vida.

Siendo sincera y a pesar de que, reconozco, me sentí profundamente vulnerable y sola (porque lo estaba) le recomiendo a todo el mundo viajar solo y vivir solos, sin pareja, durante una importante temporada de su vida. Este tipo de experiencias además de enriquecerte como persona, te endurecen y te hacen toparte cara a cara con tu mayor fortaleza. A más de 8000km de mi hogar tenía que saber hacerme ver y saber solicitar ayuda a aquellos que no me conocían demostrando que soy una buena persona, alguien a quien se puede ayudar con honestidad y franqueza sin temor a ser dañado. Además, los días en los que no podía contar con nadie (porque estaba en otra ciudad distinta) tenía que levantarme completamente sola, hacerme cargo de mi mal estar y buscar los mejores rincones para aprovechar la oportunidad de conocer personas increíbles, realidades inolvidables e interiorizar todo eso.

Recuerdo que uno de los días, que además me levanté con muchísima fiebre y muy desorientada, decidí irme a caminar cerca de un lago. Terminé sentada en un banco, para recuperar fuerzas. Mientras observaba el cielo un niño de no más de 13 años, cerca de mi empezó a esnifar pegamento y aquello me abrió los ojos a una realidad, cruda, que se extiende afectando a los más necesitados. Condicionados de por vida la pobreza de muchas personas no les da mucho margen de maniobra, hallando en el uso de sustancias y drogas la única salida y paz para calmar su hambre, su frustración, su dolor y para escapar, aunque irrealmente, de un día a día donde no tienen tantas oportunidades como nosotros.

Ahí caí en la cuenta de la fortuna que tenemos la mayoría de nosotros, simplemente por el tipo de vida que llevamos y la cantidad de oportunidades, diarias, que se cruzan en nuestro camino. Y es que es cierto que si tienes donde vivir, si tienes agua corriente potable, si tienes agua caliente, electricidad y si puedes comer a diario ya eres más rico, materialmente, que la mayoría de la población humana. Suena raro porque vivimos con nuestras gafas de occidente y de control, que nos impide ver la verdad más allá de lo que quieren que veamos, pero lo cierto es que esto es verdad. La pobreza es una condición que esclaviza a muchos seres humanos y que los encasilla en una realidad que, por desgracia, en la mayoría de los casos es innamovible. Por eso, aunque suene a moralista, deberíamos dar las gracias cada día por cada oportunidad y más aún si todas esas oportunidades están mejorando nuestro camino de vida y nuestra existencia.

Mi visita a Nepal también a ayudado a una pequeña organización, la aportación económica que hicieron todos aquellos que se enteraron de mi viaje ha sido una importante bocanada de aire fresco para un montón de niñas que encuentran en esa asociación el apoyo emocional y material necesario para rehacer su camino, encontrar su vocación y alejarse de hábitos destructivos, manteniendo la esperanza y la dedicación de poder hacer de su vida algo más.

En Nepal además he podido conocer una familia maravillosa que me han hecho sentirme como una más. Y ahí te das cuenta que poco importa el tiempo que pases con la gente, lo que realmente importa no son los años en una relación, es la intención y verdadero sentimiento que se encuentra cuando varias personas interactúan. Y a esta familia quería darle las gracias por haberme cuidado y haberse preocupado por mi y por mi bienestar, sobretodo sabiendo que estaba enferma. Cuando regresé a la capital su hogar fue mi lugar de recuperación y descanso, algo que no tiene precio.

En ésta búsqueda de mi Buda interior puedo decir con completa sinceridad que he aprendido muchísimo sobre mi misma, sobre los seres humanos, sobre el tamaño de los miedos... He visto sombras en personas que amo y también en mi misma. También he visto luces, hermosas luces y he podido conectar con una confianza plena que sólo se encuentra cuando te hallas completamente solo en medio de un país desconocido. Con esa confianza he podido abrir la puerta a la oportunidad de conocer otro tipo de personas, de muchísimos países, poder hablar con ellos en otros idiomas, poder aprender, poder comunicarme... Y eso, al final del viaje, es lo que me parece un regalo, el más valioso regalo.

Ha sido hermoso ver mi fragilidad entre sollozos de miedo e incertidumbre por todo lo que iba desenvolviéndose, ha sido bello poder reconocer que en algunas ocasiones habría deseado tener una buena compañía para poder compartir con generosidad cada sentir, cada lugar, cada comida y cada sorbo. Y es que en la búsqueda de mi Buda interior me ha tocado quitarme la ropa, la piel, los órganos... Y quedarme completamente desnuda para encontrar qué significa cada cosa que ocurre por "casualidad" en nuestros senderos elegidos.

Volveré una y mil veces más a Nepal y sé que siempre me esperará con algo nuevo que descubrir, sobretodo de mi. Me he impregnado al ver como la adversidad más dura es la naturaleza más común del día a día de aquellos que viven en aquellas tierras. Porque cuando la necesidad de supervivencia nos aprieta, tenemos poco tiempo para inventarnos dramas donde entretenernos.

Y otra cosa que me ha quedado aún más clara: El principal problema de Occidente es que es un adolescente que se niega a madurar, anclado para siempre en un profundo infantilismo encegador y un crónico síndrome de Peter Pan.

Si tuviésemos que vivir con la presión, real, de sobrevivir en ésta dura existencia como tienen que hacer allí... Seríamos más objetivos con aquello que merece nuestra atención, nuestra intención y lloraríamos menos por las esquinas por cosas que rutinariamente se comen nuestra energía y que nos impiden disfrutar de, sinceramente, toda esa libertad que nos aporta vivir en un país desarrollado y tener una economía más estable que en cualquier otro país subdesarrollado. 

Y creo que eso es algo que he aprendido recogiendo mi pedacito de alma nepalí: soy afortunada. Incluso cuando me reboto y pataleo perdiendo el sentido de la coherencia y de la objetividad, incluso cuando me ahogo en un vaso de agua porque Pepito no me quiere, porque nada se parece a las expectativas que tenía de mi vida y porque los sueños no son igual en materia que en pensamiento, porque no se gestionar mis emociones y voy a bombardear a las personas con historias que no llevan a ningún sitio... Ahora toca arremangarse y ser realista, porque la vida es mucho más dura de lo que nos parece a nosotros. Más allá de nuestros muros existen millones de vidas que son exageradamente más difíciles que la nuestra y de nosotros depende sentir amor por todas esas formas de vida y encontrar la paz con ellas y con nosotros, mientras vibramos en la frecuencia más poderosa de la humanidad: la generosidad y la comprensión. 

Y ¿sabes lo más impactante? Que la mayoría de esas vidas, mucho más duras que las nuestras, se quejan bastante menos que nosotros... Porque el hecho de intentar sobrevivir les consume el tiempo y no les queda ni un segundo para andar revolcándose en quejas que no son constructivas ni fructiferas.