Te comprendo, de verdad. Es horrible estar en un mundo que solo da valor a lo material. Es horrible intentar priorizar por algo más y encontrar una ausencia de apoyo. Y en ocasiones es difícil aceptar que, de alguna manera, siempre se necesita dinero y cosas tangibles para poder avanzar, incluso para poder crecer en el ámbito espiritual.
Comprendo tu sentimiento, comprendo tus emociones, comprendo incluso tu frustración. Y comprendo, también, cuando te sientes fuera de lugar porque no encuentras personas afines a ti que sepan mirar en la misma dirección y que abracen tu forma de entender, sentir y experimentar la vida. Y como sé lo que es eso, lo sé de primera mano, hoy he decidido escribirme(escribirte) esto para que te ayude. Te invito a imprimirlo y re-leerlo cada vez que lo necesites.
En el siguiente texto voy a intentar compartirte cómo yo me siento en ocasiones, en diferentes ámbitos de mi vida y si por casualidad te ves reflejada o reflejado, quizás deberías tomártelo como una señal privada que te envía el cosmos:
Te voy a decir, a ti, que desde tu mundo de la seguridad material me observas negando con la cabeza y creyendo que soy una loca incrédula, a la que en ocasiones le faltan raíces o que no sabe de alguna manera tener los pies en La Tierra, que sé perfectamente cuál es el fruto de mi vida. Lo tengo bien claro. Tú, crees que estoy muy perdida y estás convencido de alguna manera en que lo único que hago es un recorrido sin sentido en zigzag donde terminaré perdiendo, donde me caeré con todo el equipo... Y yo, te miro y te digo "¿qué es para ti un equipo?" Para mi un equipo de mi propia existencia, mi autoequipo, es precisamente el fruto de mi vida.
Para ti todo hay que tocarlo, ponerle un precio. Sin embargo, para mi todo tiene un valor que no es numérico, los humanos me parecen seres increíbles y admirables, los animales son Dioses convertidos en carne y hueso, las plantas son madres y padres que no abandonan, La Tierra es, en si misma, la mayor riqueza que podemos disfrutar en esta vida.
Tú crees que yo solo tengo ideas bobas. Piensas que es humo todo lo que habita mi cabeza, que el tema de ser una persona de corazón no tiene mucho futuro, que aquí solo importa una nómina sustanciosa, una hipoteca, el último modelo de Audi y esa cuenta en Netflix. A ti, que me etiquetas de utópica hasta niveles enfermizos, te chirría tanto mi forma de ver el mundo que haces de cualquiera de mis ideas el ataque perfecto para intentar destrozar todo aquello en lo que me apoyo... Pero se te escapa, porque aquello en lo que me apoyo no es lo que tengo, es en lo que me convierto como ser humano, como persona íntegra, como alma en cuerpo físico, como ejemplo, como coherencia entre mi corazón-mente-alma... Y eso poco tiene que ver con tu mundo, donde todo se resume a algo llamado economía, sistema, piezas de un puzzle que manejan otros.
No sé si es por tu desconocimiento o por tu miedo, no sé si es por ignorancia o porque nadie te dijo jamás que nosotros tenemos potencial para más, para mucho más, pero que cada cual requiere de su propio tiempo... Cada persona necesita un tiempo de gestación para hallarse y una vez que te encuentras, todo fluye a su ritmo.
Para ti todo lo que importa es ese título en la pared, ese CV interesante, ese máster que está aceptado porque alguien dijo que era importante invertir miles de euros en estudiar algo que, muy seguramente, terminarás olvidando. Para ti, desde tu perspectiva, es importante esa competencia donde demostrar quién es el mejor y no solamente te resulta importante, crees que es prioritaria, necesaria y que no existe otra forma para vivir pleno, sin que te falte de comer y pudiendo conseguir todos los caprichos que se te antojen. Me parece bien, me parece bien para ti. Y me parece aún mejor si me confirmas, de manera sincera, que eso te hace feliz. Si lo admites con un pleno "sí, esta forma mía de pensar es la que más dichoso, lleno, feliz y enriquecido me hace sentir" pues entonces, solo entonces, te diré que me alegro profundamente por ti y por haber encontrado tu forma de pensamiento, tu vibración personal, tu hueco en este mundo... Ese hueco personal, intransferible y que ocupa la mente, el corazón, el alma, las emociones y sobretodo tu existencia, tu única existencia en esta vida.
Me parece genial, te lo digo de corazón. Sin embargo, y aquí vengo, para mí tu mundo no encaja conmigo. Tu mundo me hace infeliz, desdichada, fuera de lugar, me hace sentir menos, me hace compararme, me hace no verme, me hace sentirme insignificante, me hace perderme y me hace daño, mucho daño.
Mi mundo es diferente y ambos mundos, ambas formas de llevar la vida, conviven dentro de una misma realidad espacio-temporal y eso es hermoso, te lo aseguro. Sé, soy consciente, que necesito dinero para vivir y sobrevivir. Sé, soy consciente, que necesito de unos resultados para crear un futuro. Sé, soy consciente, que necesito de una madurez para plantear un camino que no sea inestable. Sé, soy consciente, que necesito de tiempo, de sacrificio, de trabajo (y todo lo que pueda significar la palabra trabajo).
Ahora, comprendo algo que va mucho más y que creo que es ahí donde diferimos y no pasa nada. Acepto tu forma de vivir, solo te pido que aceptes la mía.
Viéndome tan sola, experimentando estas cosas tan profundas que me han ido ocurriendo en el margen de un año y medio, sobreviviendo, reponiéndome, mejorando, perdiendo la esperanza y recuperándola de nuevo, sufriendo terribles miedos, haciéndome daño, fustigándome por dentro... Intentando seguir el ejemplo de pasos como los tuyos, de ese mundo de materia y organización fisica-tangible-sistemática... Enfermé.
Enfermé muchísimo, enfermé hasta el punto de que cada día de esta vida para mi suponía una ansiedad constante, imparable. Me ahogaba solo con abrir los ojos cada mañana. Y me di cuenta que al valorar el fruto de mi vida solo y exclusivamente con ejemplos físicos, con un precio... Me dejaba lo más importante por el camino y enfocaba mi energía hacia aquello que realmente no era fruto, si no, que era entretenimiento. Proyectaba mi visión hacia lo que era humo, lo que realmente no te acompaña a tu próxima vida, a tu próxima experiencia, a tu próximo aprendizaje... Y cuando comprendí esto, cuando lo abracé fuerte, todo empezó a ir mucho mejor.
Me di cuenta que debía valorar el verdadero fruto de mi vida ¿y cuál es? Pues evidentemente no es lo que tengo, es lo que crezco como ser humano, es lo que maduro, es lo que siento, es lo que transmito, es lo que comparto, es el pensamiento hecho palabra, es la emoción hecha arte... Y el fruto de mi vida, y el de muchas personas como yo, es ese desarrollo que hemos logrado dentro de nosotros mismos. El fruto de nuestra vida es nuestro propio mundo interno, ese que no tiene comparación y al que jamás se puede llegar poniendo única y exclusivamente retos y objetivos materiales de por medio.
Lo veo... El fruto que doy, como árbol de mi propia existencia, es precisamente esto: lo que estás leyendo, lo que estoy sintiendo, lo que estoy creciendo, lo que estoy despertando.
Y cada día que avanzo a favor de este camino más frutos internos crecen y maduran ¿y qué pasa después? Que poco a poco, con cada paso, el universo responde con su habilidad de materializar. El mayor testigo de nuestra historia individual siempre agradece, siempre devuelve, en mayor medida y como nosotros decidamos y deseemos recibir... Por eso sé, que si mi jardín interior está florecido y lleno de frutas, también lo estará ese mundo exterior, el mismo en el que tú te has entretenido sin mirar un poco hacia dentro preguntándote cómo están esas praderas a las que no se llega de otra manera más que valorando lo que realmente no se puede coger, pagar, vender, cambiar, comprar... Y ahora, más que nunca, te agradezco que lo entiendas y que poco a poco lo comprendas, porque yo sí admito que esta forma de pensar, esta filosofía de vida, es la que me hace sentir plena, dichosa y llena, es la única que me aporta seguridad y que me hace comprender la importancia de mi existencia en este mundo, porqué nací y porqué sigo disfrutando de la vida y ante todo, porque jamás debo rendirme.
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