¿Sabes? todo hay que sentirlo, notarlo, palparlo en lo más profundo de tu ser...

sábado, 2 de septiembre de 2017

Mal aprendiendo.


Amamos tanto en silencio que no se cuantas veces habremos puesto la cara de otros en cuerpos que nos han tocado efímeramente.

Tenemos ese anhelo por encajar, encontrar esa pieza porque aunque vamos de independientes todos creemos en un amor donde encajar, donde hacer clic, eso no significa que nos falte nada personal y propio de nuestra persona... Pero igual que ocurre con el sexo, que todo encaja, buscamos que también encaje dentro.

Y es que nos lo ponemos cada vez más difícil. Hemos aprendido a mal callar, a temer más que a atrevernos, a tener en un plan B con otras personas sin pensar ni siquiera en cómo se pueden sentir, hemos pensado en sexo porque sí ¿por qué no? y en otra historia nueva sin haber terminado la anterior. Hemos aprendido a vivir con recuerdos que se convierten en peso que nos hunden en nuestros océanos, cambiándonos completamente, sin dar segundas oportunidades al cariño real.

Hemos aprendido que el orgullo nos mentiene erguidos y eso es bueno, hasta cierto punto, porque cuando lo pasamos de rosca nos jode la vida, nos jode a nosotros, nos machaca vivos porque nos intoxica hasta tal punto que hace que perdamos lo más bonito que podríamos haber conseguido.

Hemos aprendido a atacar al ataque, a besar al destape, a morder, a follar, a agarrar igual cualquier nalga sea de quien sea por propio gusto personal... Hemos aprendido a remolonear en lo carnal y a veces llega un punto, y lo sabes, que te levantas una mañana sin resaca y te das cuenta de que la has cagado.

Hemos aprendido a desvalorar el orgasmo, a no dedicarlo, a poner el mismo estribillo a todas las relaciones, hemos aprendido lo volátil que es el tiempo y nos agarramos a eso como única excusa para que si algo no sale bien (aunque tenga solución) no demorarnos más de la cuenta, que la vida son dos días y al menos uno y medio sabe a Gin.

Tenemos segundos platos y velas encendidas por si las moscas, porque del rechazo y de los corazones rotos lo que hemos aprendido es a ser unos capullos sin vergüenzas. Nos da igual si la gente puede terminar igual de destrozada que nosotros... Porque hemos aprendido en esa penumbra del desamor que nosotros vamos primero desde una perspectiva ególatra y egoísta, sacudiéndonos la responsabilidad que acarrea cada pequeño gesto cuando hay otra persona más implicada.

Y es que... Se nos hace tan difícil abrirnos, quitarnos esas capas. Se nos hace difícil porque pensamos que no compensa ¿qué puede compensar un dolor tan tremendo? pensamos que no compensa, que no merece el esfuerzo trabajar a favor de algo más que una relación de unos pocos meses... Y elegimos, conscientes o inconscientes, esas mismas situaciones una y otra vez, porque vamos arrastrando el patrón del miedo antes que la verdad, del orgullo antes que el amor, de la rabia antes que la humildad, del egoísmo antes que comprender a quien realmente nos ve desde el otro lado.

Conforme más nos regocijamos en estas actitudes, más nos pringan y más forman parte de nosotros y entonces, solo entonces, sí que será difícil quitarlas de encima, desprogramarlas.

Hasta entonces, seguiremos amando en silencio mientras nos entretenemos con cuerpos, con almas, con seres humanos que realmente no queremos tener al lado pero que temporalmente nos quitan el mal estar, esa sensación a la que tanto nos cuesta enfrentarnos y transformar.

Ahora me pregunto en qué caras pensaban cuando estaban conmigo... 




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