¿Sabes? todo hay que sentirlo, notarlo, palparlo en lo más profundo de tu ser...

lunes, 12 de marzo de 2018

I N T I M I D A D


Apreciado hueco sagrado que habitamos, muchas veces, dándole una valoración subjetiva y que no se merece. Porque lo cierto es que creo que puede ser un momento único y también una realidad tangible y psicológica, donde poder encontrarse a si mismo y también a aquellos con quienes comparte ese instante. Y me refiero a la apreciada y especial: intimidad. 

No es extraño haber estudiado la intimidad como un concepto y una necesidad emocional y física, pues puede ser que la intimidad se convierta muchas veces en nuestra zona segura, que no de confort para la involución. De hecho, en momentos de intimidad he hallado más evolución que en otra clase de momentos y circunstancias. 

Uno necesita intimidad para reconocerse, necesita intimidad para soltarse, desnudarse, hablarse, para conectar consigo mismo, para sentir cierta seguridad y saber que lo que realmente aprecia y valora está seguro. Es esa protección la que nos hace falta muchas veces para saber quienes somos. En la mayoría de los casos es en intimidad donde los cuerpos desnudos se encuentran y resulta que intimidad es también lo que necesitas para terminar de calar a alguien o para permitir que el amor penetre. Intimidad es lo que necesitas para saber quién eres, para jugar con tu química y tu física bajo la masturbación. 

Intimidad... Qué palabra tan maleable, provocativa a la par que imponente. Porque su connotación puede representar algo muy constructivo, parecido a la sensación de hogar, de refugio, de encuentro como decía, de introspección, de paz, de quietud agradecida... Y a la vez es un concepto que se puede usar como un adjetivo con intenciones que contraen, imponen, provocan miedo o se le relaciona con situaciones que se juzgan. 

Quizás, me atrevo a inventarme esta teoría, la intimidad sea una ambiente donde la luz y la sombra juegan sin envolturas, mostrando la verdadera realidad de cada uno y haciéndose el amor para dar como resultado la vida que experimentamos. Quizás "la intimidad", no sólo como necesidad sagrada, sino como rincón, sea un templo donde acudir para reconstruirse, para hablar con uno mismo o para hablar con otros, pero conversar de verdad... Sin que la banalidad sea fruto de una lengua descontrolada que parece querer salir huyendo en vez de colocar el verdadero sentir sobre las palabras pronunciadas. 

Intimidad... Quizás intimidad es el cobijo de aquel que necesita dejar emanar sus verdaderas emociones y quizás por eso lloramos más cómodos en la intimidad. También reímos más cómodos en la intimidad, besamos más cómodos en la intimidad, nos unimos más cómodamente en un acto íntimo... Porque a veces la intimidad hace surgir lo mejor de nosotros y nos puede abrir el corazón de par en par. Porque dentro de esos muros, imaginarios, que rodean al área (o circunstancia) que es la intimidad sentimos que podemos mostrarnos auténticos sin necesidad de usar mil caretas que nos transforman en simples versiones, básicas, de nosotros mismos o de las carencias a las que damos nuestro poder y atención. 

En intimidad se conoce de verdad, sin medias tintas. En intimidad es donde uno sabe si quiere o no quiere. En intimidad el sentir no necesita huir, porque en intimidad no habrá juicios absurdos, opiniones de más o comportamientos ajenos destructivos. Es cuando estamos en la intimidad que nos proponemos nuevos métodos, nuevas metas y objetivos... También es en intimidad donde nos permitimos soñar, es en la intimidad donde observamos esa foto, esa carta, ese recuerdo... Que pulula en nuestra vida material. 

Qué importante y divina es la intimidad. La de uno mismo, respetarla y cuidarla como se merece, y por tanto también la de los demás, permitiendo que cada cual cuide su intimidad como crea oportuno y sin entrometernos en un lugar tan especial, vulnerable y conectado con la mayor fragilidad de la vida. Y es que si dentro de ese círculo sagrado que se crea en un ambiente íntimo, se produce algún comentario destructivo, alguna apreciación negativa, algún insulto... De repente esa sensación y ese lugar se vienen abajo y ese templo psicológico y emocional se convierte, a veces por mucho tiempo, en ruinas imposibles de reconstruir. 

Por eso, aquel que ha compartido lo más real de su intimidad con otros y por motivos de la vida ha salido escaldado, cuida con tesón y mucha precaución volver a hacer emerger un ambiente y una energía igual... Algo bastante comprensible.

En intimidad uno se enamora: de uno mismo y de otros. Porque es en la intimidad cuando el silencio habla y las palabras escuchan. En la intimidad nacen las caricias más sinceras, los besos más profundos, las ideas más libres, las ilusiones más reales... La intimidad es el ambiente ideal para provocar un sincericidio emocional. 

En intimidad es donde uno se comprende. En intimidad uno habla consigo mismo, se da mimo y llega a un entendimiento emocional. Tumbado sobre la cama, cualquiera puede imaginarse en un ambiente de intimidad dialogando consigo para llegar a abrazar esas cuestiones que a veces nos afectan. 

En intimidad... se pueden encontrar los mayores tesoros de la humanidad. Porque yo, con este texto hago referencia a la intimidad sana, la buena, donde se observa algo tan bello como la apertura de un ser humano hacia si mismo o hacia otros. 

Y cuando la intimidad se comparte... Ahí existe un valor incalculable, que da más peso al tiempo, más calidad a la vida y a la experiencia que se viva, más apertura, más conexión, más sinceridad y realidad que en ningún otro lugar. Y resulta tan placentero compartir momentos íntimos, muchos de ellos no tendrían la misma magia si no fuesen compartidos. Y pueden ser momentos tan íntimos como leer cerca de una chimenea bebiendo té, una conversación entre cafés, un beso mañanero o compartir el lavarse los dientes frente al mismo espejo. 

Intimidad... Qué bonito nombre tienes y qué bonita puedes llegar a ser. El lugar donde el disfrute es aún más disfrute, el lugar donde el placer es aún más placer, el lugar donde la vida aparece de una manera tan natural que, por el instante que resulte ese momento de intimidad, todo se simplifica al momento presente y a una sensación de plenitud incomparable. 

Y quien necesite cultivar algo real, profundo, sincero y claro en su vida... Que comience sembrando semillas en la intimidad. El lugar perfecto donde la naturalezas liberadas habitan, coexisten y emergen. 

...Para conocernos tenemos que hacer hueco en la agenda para la intimidad...
Porque allí me quito la careta y me despliego con todo mi esplendor.
Un templo sagrado donde todo será tratado con respeto y cuidado... 

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