Las cosas sin compromiso, las vacías o donde no apostamos mucho pueden ser entretenimientos y aprendizajes muy interesantes, no lo voy a negar, pero al final en el fuero interno y por mucho que queramos maquillarlo, sabemos de qué va ese juego y nos ocupamos poco, nos ocupa poco, nos interesamos poco y nos interesa poco. Por otro lado, entre tanto vaivén hay otra clase de experiencias si uno se deja, si uno quiere y por supuesto si uno está dispuesto, son aquellas que tienen más, que aportan más, que nos gustan más aunque por otro lado pueden ser las mismas que nos den más miedo.
Entre esas están aquellas donde las personas se encuentras y hay tanto sentimiento que las palabras pueden quedarse cortas para definir lo que se experimenta. Una mirada lo dice todo, quedarse dormidos frente con frente, una caricia en el momento oportuno o un simple suspiro compartido. Esos pequeños detalles que acompañan a algo más profundo; una desnudez que es algo más que estar desnudos, un beso que es algo más que estar besándose, un abrazo que es algo más que dos cuerpos en unión, gemidos que son algo más que un orgasmo, un compartir que es algo más que dar de mi para ti y de ti para mi... Es precisamente esa la expansión, la conjunción donde todo cuadra. Donde por momentos ni la más poderosa mente puede meter cizaña.
Un instante que lleva a la calma, una oportunidad que se ha concedido, y nos hemos concedido, que lleva a una nueva realidad, a un potencial en un estado latente a punto de emerger y erupcionar como un géiser que rompe el hielo de la incertidumbre, de las ambivalencias, bajo el cálido manto de una emoción humana.
Y las erupciones de la verdadera vulnerabilidad no se quedan ahí. Conforme el tiempo avanza, y avanzará, se coserá un tejido de confianza, como una red de seguridad sobre la cual podremos caer porque somos humanos pero que estamos aprendiendo y que aún no hemos terminado este camino.
Hay un sentimiento, poderoso y que todo lo cambia, inexplicable con palabras, mayor incluso que aquello a lo que llamamos amor... Y es una conexión, parece incluso como sagrada, donde los velos se caen y se queda al descubierto la realidad humana de dos seres aprendiendo, de la mano, eligiendo, acertando y errando como saben y cómo han podido hacerlo.
Después de que ya no queda nada, más que dos personas que se observan y realmente se hallan, es tal la relajación, la apertura, el soltar... Que de esa liberación nace algo aún más grande, algo que científicamente se quiere explicar con una simple teoría que lo reduce todo a "quizás sea una liberación emocional debido a un bajón de hormonas, las que se sufren cuando hemos terminado un coito" o "quizás sea una acumulación emocional que hace venir a tu cabeza malos recuerdos de una experiencia sexual y cuando tienes sexo con alguien puede que vuelva este mal sabor de boca" y el último "a lo mejor es simple felicidad". A lo que hago referencia es a esa sensación, que pueden sentir hombres y mujeres, después de conectar realmente con una persona y existen más oportunidades aún cuando esa conexión ha sido también física-sexual. Ese conjunto de emociones inexplicables puede hacernos expandir, sentir tanto, experimentar... Que lo reflejamos en lágrimas a las que yo llamo "lágrimas de placer, expansión, desnudez y conexión".
Es un placer el sexo, lo es, pero más placer es ser tu mismo delante de alguien y que ese alguien, lejos de querer modificar quién eres o cómo eres, te haga bien. Son las lágrimas de una sensación de pura libertad, de una sensación de facilidad y soltura cuando encontramos que lo complejo, normalmente, es una señal inequívoca de que ese no es el camino correcto para nosotros.
Y no quiero decir con esto que todo en la vida sea fácil, lo que quiero decir es que quizás al conocer a alguien hay cosas que tienen que ir más suaves, que tienen que avanzar sin tanto lío y tanto camino enrevesado de dudas e interrupciones. Está claro que incluso con éstas facilidades hay que seguir trabajando, esforzándose y sabiendo/siendo consciente de lo que significa una responsabilidad tan grande, a la par que bonita, de estar en relación... Pero para mí una señal inequívoca de que existe aún más potencial del que los ojos pueden admirar, es cuando después de un contacto realmente profundo y personal, emergen lágrimas de placer.
Es un ejemplo de un placer mucho mayor que el físico, porque resulta también un placer compartir bien el tiempo, siendo conscientes de que es el único bien que no regresará de vuelta y que no recuperaremos. Resulta un placer crear momentos, que serán recuerdos y crearlos bien, que sean bonitos, sanos, que cuadren con lo que el alma y el corazón sienten sin complejos caminos donde el pensamiento de la mente echa mano.
Esas lágrimas de placer, que son un ejemplo inequívoco de que realmente hay dos personas desnudas, una frente a la otra y aunque existe un mundo de materia que las compone, hay a su vez un mundo de energías, emociones... Un mundo invisible para la mirada pero indispensable para el alma, pues es donde esa frecuencia sagrada, esa voluntad real y ese reflejo de nuestra parte más divina habita.
Y mientras los cuerpos se quitan la ropa, con rapidez y sensualidad, las almas se encuentran en una realidad paralela donde coexisten, se comprenden, se cuidan, se mejoran, se aportan... Para hacer de ellas una nueva versión. Después de este tipo de uniones, un@ ya no vuelve a ser la misma persona y es por eso que entiendo el miedo que pueden producir a priori... Pero cuando eres valiente y te comes el miedo y pasas por encima, exponiéndote a lo que pueda ser, disfrutas del instante, de ese "ahora" que existe gracias a la voluntad y a la oportunidad que te ofreces y en ese disfrute encuentras que, si no lo hubieses hecho, si no hubieses dado ese paso... Aún seguirías estancad@ entre los castradores miedos que todo lo quieren para ellos.
Ojalá disfrutes de muchas de estas aperturas. Esas cosas que ocurren inesperadamente y donde ni siquiera el control humano puede sublevarlas o mantener bajo su mando y autoridad, porque es algo potencialmente tan poderoso que escapa a las leyes de la física, del raciocinio, de la lógica... Ocurre, simplemente ocurre.
Igual que ocurren miles de cosas mágicas todos los días, que si bien pueden estar acompañadas por explicaciones científicas, también hay un rincón donde la ciencia no llega y se queda una cuestión en el aire y lo llena todo del misticismo de la vida. El sagrado y natural misticismo de cada acontecimiento y de cada vida.
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