¿Sabes? todo hay que sentirlo, notarlo, palparlo en lo más profundo de tu ser...

miércoles, 28 de marzo de 2018

Maestros de nada:

 
Mi plutón y yo volvemos al ataque.
El ser humano sabe de mucho y enseña sobre muchas cosas, pero para ser un verdadero maestro las personas deben sentirse precisamente iluminados y autorealizados, sin la más mínima duda. No cabe duda ni otra incertidumbre, hay como una conexión fiel y estable hacia esas dos premisas esenciales para ser un buen maestro.

Hoy me refiero a todos los inspiradores que se las dan o han dado de maestros. Todos podemos enseñar nuestros conocimientos, transmitir nuestros conocimientos, lo que sabemos (que seguramente sabemos nada, en comparación con todo lo que desconocemos). Yo misma tengo un negocio donde enseño el Tarot, su interpretación y conexión. No me siento una maestra del Tarot, me siento una facilitadora del conocimiento del tarot. Algo muy diferente. 

Ser maestro supone un camino de impecabilidad, que para nada se parece a mi camino. Yo en mi camino cometo errores, aún estoy conviviendo entre mis sombras y mis luces, aún estoy observando y siendo objetiva, clara conmigo misma, para poder admitir lo mejor y lo peor de mi persona. Y no, no me siento un ejemplo de nada, pero no es porque no me ame o no me valore lo suficiente, si no, porque no deseo tener la obligación de ser ejemplo para nadie. No me siento cómoda y plena en ese papel, porque me conozco lo suficiente como para saber lo peor de mi y lo peor de mi no es un camino que le recomendaría a nadie, ni siquiera se lo daría a mi peor enemigo. 

Por eso hoy quiero hablar de los maestros de nada. Con Internet existe cierta facilidad para ponerse una etiqueta, un hashtag para definir el supuesto papel que te has colocado a ti mismo o que se han colocado a ellos mismos, un papel que crees desempeñar dentro de la sociedad. ¿Desde qué punto objetivo uno puede denominarse a si mismo maestro de algo? ¿Cuándo somos realmente maestros de algo? ¿Es lo mismo la habilidad, como la maestría? ¿Es lo mismo el personaje, como el maestro?. Existen aquí grandes matices, que van a levantar ampollas a cualquiera que lea esto y no esté centrado y consonancia con su humildad. Porque un montón de egos se van a venir arriba cuando lean esto y es tan sencillo como estar en paz contigo, tener claro que lo que haces realmente está a la altura de maestro y si no es así, si no tienes esa iluminación, liberación y autorealización... Desapégate de una etiqueta que no eres.

 No pasa nada, puede incluso llegar a ser la paz que necesitabas. A veces nos llamamos cosas que nos crean más asfixia y condena que felicidad, incluso con cosas que tiene un valor bueno, porque a veces esa autodenominación genera expectativas y obligaciones a las que no queremos ni podemos llegar. 

Yo me atrevo a decir que la mayoría de seres humanos, incluso aquellos que tenemos conocimiento y habilidad en disciplinas que se salen de lo común o que requieren de constancia  y dedicación, no somos maestros de nada, aunque podemos enseñar y a transmitir a los demás y a nosotros mismos, muchas herramientas, aprendizajes, habilidades... Pero eso no nos hace maestros, nos hace facilitadores, compartidores, guías, acompañadores, inspiradores... Y aunque todo esto pueda parecerse al papel de un maestro, no lo es. 

Para ser maestro uno debe vibrar en un compromiso y una responsabilidad de humildad, honestidad, generosidad, apertura, liberación de juicios y prejuicios, liberación de imposición, liberación de rigidez... Y también debe admitir la realidad de los demás como una verdad plausible, real, alejándose de los "absolutistas" como único camino de conocimiento, crecimiento y transmisión. 

Cuando tu ego está a otras cosas y te pones a hablar con tu "Darth Vader" particular te das cuenta de que aquel que se ha denominado a si mismo "maestro de..." tiene más papeletas para terminar en el lado oscuro que aquel que prefiere no llamarse nada y hacer las cosas a su ritmo, con su caminito y sus pautas particulares y propias. Tienen más de maestros mi perra y mis gatos que la mayoría de humanos que conozco, y ni siquiera ellos se denominan a si mismos maestros de nada. 

Quizás el camino del verdadero maestro es no verse como tal. Y admitir su humanidad, su imperfección y desde ahí caminar de la mejor manera posible hacia un sendero de paciencia, modestia y moderación. Quizás es más maestro el que no necesita presumirlo, ni decirlo, ni colgarlo en un título en la pared o en su biografía de cualquier red social... Porque quizás es más maestro el que sabe de la inexistente, pero existente, forma del maestro y que quizás maestro no es alguien en si mismo desde si mismo, si no, que somos nosotros quienes vemos a los demás como maestros pero ese valor puede perderse cuando alguien se acomoda en ese papel, en esa automarca de autodenominación. 

Quizás la magia del maestro sea abrirse a la posibilidad de no serlo y que eso se la traiga al pairo, porque hay algo superior, mucho mejor que haberse autosentido un maestro. No lo sé, es una teoría que tengo. Quizás hallemos con nuestros ojos más maestros en aquellos que simplemente se muestran como imperfectas personas que comenten errores y los reconocen, y quizás en sus propios errores encontremos más sabiduría y aprendizaje que en una frase célebre y celestial. 

Y quizás, en los tiempos que corren, hemos perdido la raíz primigenia de todo, la etimología de la realidad de las cosas, el valor primario, el motivo real, el punto de donde todo ha nacido, el verdadero significado de según qué palabras, según qué actitudes y sobretodo... Según qué valores. 

Por eso tras ésta interesante conversación con mi plutón particular, con mi Darth Vader, me he dado cuenta que yo soy maestra de nada. Y me encanta esa perspectiva. Que tengo mucho conocimiento y deconocimiento sobre muchísimos temas, que tengo experiencia y falta de la misma sobre muchos ámbitos de mi vida, que cometo errores sin querer y a propósito, que no soy ejemplo. Y qué bien sienta decirse a uno mismo que aún estás en medio de la exploración del sendero y que eso es mejor que cualquier máscara autoimpuesta para sentir una falsa sensación de bienestar, porque el bienestar real está acompañado por sentirte bien contigo, sin más autodefinición y etiqueta para presentarte ante los demás. 

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