¿Sabes? todo hay que sentirlo, notarlo, palparlo en lo más profundo de tu ser...

martes, 27 de diciembre de 2016

Todos estamos un poco rotos...


Todos estamos un poco rotos, porque la vida te rompe y en esos huecos que quedan se forma una nueva materia prima, sustancia primaria de tu nuevo ser, gotas incesantes para las nuevas moléculas que compondrán tu vibración personal.

Todos tenemos nuestras cicatrices y eso ya nos convierte en seres rotos, muchas piezas son imposibles de volver a juntar y otro tanto parecen ir esparciéndose conforme avanzamos en el camino de la vida, eso no significa que estemos incompletos, significa que sufrimos la vida en si misma. El sufrimiento, bien gestionado, no debe compararse a un estado de depresión constante, a mi modo de ver es simplemente parte de la melodía de estar vivo, quién no ha sufrido no ha vivido, no por ello debemos justificarnos o acomodarnos, solo experimentarlo, aunque según los budistas el sufrimiento es un enganche a aquello que no podemos manejar, una dependencia a lo material. Al margen de esto, nuestra vida está llena de viejas costras, de piel renovada que deja la marca de una piel antigua, de caídas físicas y emocionales... porque, la verdad, todos estamos un poco rotos.

A pesar de esta realidad, que me atrevo a afirmar como una verdad absoluta, nos empeñamos en buscar una perfección sin comisuras, sin pequeñas marcas, sin sangre, sin lágrimas, sin experiencias... porque tenemos tanto miedo a ciertas responsabilidades que tachamos de complicado el simple hecho de que los demás también arrastran un pasado. Esta generación de nuevos jóvenes, como yo, nos agarramos al clavo ardiendo de la huida en menos de lo que canta un gallo, nos cuesta entender el significado de la humanidad y la realidad de las pequeñas fisuras que hay en cada persona que la compone... cualquier cosa que se salga de nuestro abstracto concepto del mundo, nos hace temblar las piernas y sentir un pánico incontrolable a que nuestras heridas se vuelvan abrir y nos rompamos aún más por dentro.

Bajo mi punto de vista, debemos pensar que los rotos de nuestro ser son por muchos motivos, el amor no es lo único que lo ocasiona, porque como he dicho antes, yo creo fielmente que esas partes quebradas que nos componen vienen de la vida en si y eso supone, ciertamente, cada experiencia, cada vivencia, cada partícula que hemos tenido cerca... Cualquier motivo que se salga de algunas ilusiones, de algunas expectativas o de una realidad que queríamos construir de otra manera, nos desquebraja por dentro y nos invita a formarnos de otra forma, aunque nos falten piezas y nos sobren huecos.

Somos de una materia maleable, sensible a todo lo que a su alrededor se encuentra, con una increíble capacidad metamórfica que hasta las mariposas monarcas envidian, y eso que ellas pasan de ser orugas a ser unas princesas aladas... pero nos cuesta el cambio, la verdad, nos cuesta el dolor, nos cuesta tanto porque nos han engañado. Nos engañaron educándonos haciéndonos imaginar siempre una vida como la soñada, sin darnos herramientas para cuando en ocasiones las cosas cuando  no saliesen como esperábamos al menos nosotros si pudiésemos caer de pie, nos invitaron a soñar ¡sueña en grande! y lo cierto es que es maravilloso, sin embargo hoy yo te digo, sueña en grande con los pies desnudos y bien apoyados al suelo.

Hay tantas cosas que escapan a nuestro control, desde lo que los demás opinan de nosotros hasta lo que nos espera a la vuelta de la esquina a pesar de nuestro esfuerzo irrefrenable por construir algo en lo que creemos ciegamente... La posesión y el control nos contaminan, nos atemoriza reconocer que lo mejor siempre está por llegar y normalmente viene de la mano del destino, lejos incluso de cualquier idea que tengamos.

 Nos cuesta dar segundas, terceras o incluso cuartas oportunidades y sobretodo nos cuesta darnoslas a nosotros mismos. Imagina que frustrante puede resultar para la parte de tu alma que sí cree en la libertad, sobretodo en la libertad de equivocarse, levantarse y volverlo a intentar.

Nos sentimos amarrados a la facilidad y nos faltan cojones para la aventura, si en casa de papá y mamá se está tan calentito con el cocido asegurado de los domingos ¿para qué intentar exprimir la vida? Me quedaré aquí, quejándome un poquito, acomodado en mi cama de cuando era más niño y veré como otros despegan, se conocen, no titubean, tienen seguridad en si mismos... porque reconocieron que salir de casa les rompió la cabeza, el corazón y las manos, pero siempre se mantiene la esencia intacta.

Todos estamos un poco rotos y eso nos vuelve un poco locos. Quizás no son los pedazos quebrados, más bien el concepto con el que vivimos constantemente; la incapacidad para amarnos así, el creernos listos, pero en realidad ser unos idiotas, idolatrando siempre una actitud donde huímos de sentirnos, de vez en cuando, un poco tristes porque, aunque es cierto que tenemos derecho a disfrutar de la felicidad, no sabemos manejarnos ni con unas emociones ni con otras.

Buscamos cierta alegría en tragos de bebidas alcohólicas, en mucho sexo vacío, en la falta de regalos sin motivos, en ningún "te quiero" cuando alguien se desnuda de alma frente a nuestra ojiplática expresión... Nos hemos fallado y nos conformamos follando, si nos echan del trabajo vamos al trago fácil y a cuatro caricias manipuladas y previamente calculadas, nos falta la esencia de improvisar porque eso nos da miedo ¡no vaya ser que nos haga daño!.

Somos incapaces de mirar para atrás y reconocer que siempre, todas las personas, han estado un poco rotas y que eso no ha supuesto un muro para su avance personal, emocional y profesional... pero nosotros, la generación del tinder, del twitter, del facebook y youtube... nosotros nos excusamos más y eso demuestra que nos queremos menos.

Cuando conozcas la vida en si misma, incluso el trabajo de tus sueños, el sueldo que deseas, la mujer o el hombre que esperas, los hijos que sueñas, la casa que imaginas o los viajes por el mundo acompañado de ti mismo como única compañía... te darás cuenta que hasta esas piezas que compondrán tu existencia están un poco rotas por dentro, igual que lo estás tú ahora, la diferencia es que si te quedas ahí, si te estancas, todo pasará a ser una efímera ilusión de lo que pudo llegar a ser y nunca fue. Porque nos encanta regocijarnos en nuestros huecos vacíos, nuestras piezas y deshechar un tiempo que jamás recuperaremos en la banalidad de los gestos, en los momentos para olvidar y si tenemos recuerdos, que sean pocos y mediocres, no vaya ser que nos acostumbremos a lo bueno y eso nos vuelva a romper por dentro.

Al final tienes dos opciones: la primera, puedes reconocer que todos estamos fracturados por dentro, y tienes la segunda opción, no lo reconoces y sigues tu juego inconsciente de una verdad que puede darte toda la paz que añoras. Yo lo he reconocido y es por eso que ya no me sobreprotejo, dejar de ser la generosidad que muestro, la sonrisa que me sale, la emoción que siempre expreso, la quietud y la seguridad para quién conmigo quiera contar... si abandonase todo eso, simplemente, porque estoy rota por dentro, terminaría estando vacía, siendo dura y fría y creeme... no hay nada peor que eso.

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