El jueves me despidieron. Bueno, no me despidieron así... decidieron no renovarme (es que hay gente que dice que es diferente, pero para los que nos quedamos en la calle el sabor es igual).
Lejos de creer que me lo tomaría, como todas esas veces anteriores, con un mar de llanto incontrolable y una ansiedad venenosa por dentro, lo que hice fue respirar hondo, en serio, varias veces. Acto seguido me senté y me puse a pensar en mi vida.
Me encontraba en el retrete sentada, porque justo me llamaron cuando acababa de salir de la ducha. Así que ahí estaba como un sushi envuelta por una toalla blanca y con otra, algo más pequeña, en la cabeza. Tenía el samsung en la mano y a la vez, la sensación de que sabía que aquello había ocurrido ya antes... bueno, mejor dicho, esa sensación de que iba a ocurrir la llevaba arrastrando días, una semana concretamente.
Después de ese pequeño momento de reflexión, me levanté con fuerza. Aquel instante me hizo plantearme todas mis capacidades, calculé rápidamente con el coco para saber de cuántos ahorros disponía y pensé en todas esas personas, que antes de que me ocurriese nada ya me habían ofrecido soluciones para "por si acaso".
Me vestí, llamé a las personas más cercanas para contarles sobre mis novedades de vida y me dije a mi misma "24 años, toda una vida por delante, sin hijos..." y salté, salté de la alegría. Y es que quizás, para otra persona en una situación de desempleo más extremo este texto puede resultarle doloroso y por ello le pido disculpas de antemano, pues para nada es esa mi intención. Al contrario, lo que pretendo es que la gente soñadora, de mi edad, coja en ese momento su vida cara a cara y haga algo que jamás olvide: cumplir su sueño.
Y ahí me puse, a plantearme mi vida. A repetirme "soy fuerte para aceptar negaciones" "soy fuerte para volver a construir ilusiones" "soy fuerte, por si acaso me quedo sin dinero, soy fuerte". Cabe destacar que vivo sola y dependo única y exclusivamente de mis ahorros y además que mis únicos compañeros de piso son mis gatos y mi perra, que también dependen exclusivamente de mis ingresos.
Pero me siento tan bien, porque tengo la sensación y la paz de que hay vida después del despido, algo que brilla más, que resuena más, que encaja más conmigo... algo que me haga sentirme orgullosa de verdad y que no me lleve por el camino de la duda ni de repetirme "y si hubiese..." porque ya no hay "y si", estoy en el preciso momento de eliminarlos todos de mi vida, haciéndolos realidad.
Cuando te encuentras en una situación así rodeado de personas maravillosas que esperan a que despliegues tus alas, te das cuenta de lo mucho que vales.
Gracias al cielo por ayudarme a conectar con la vida de verdad. La pasión por luchar por mi realidad, por mi sueño, la pasión de crear mi presente y de no sentirme atada a una rutina en un sitio vacío donde mi voz no era escuchada.
Buscar mi sitio no va a ser fácil, pero mantenerse en un trabajo que no te hace feliz tampoco lo es. Adoro estos golpes de la vida que te llevan a reflexionar y sobretodo, a conectar.
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