¿Sabes? todo hay que sentirlo, notarlo, palparlo en lo más profundo de tu ser...

jueves, 25 de mayo de 2017

S O L E D A D


Todo está bien, incluso con esa inundación interior. Todo está bien. 

Supongo que es normal, conforme más creces (por dentro) más difícil se hace encajar en determinados ambientes, con determinadas personas o realizar aquello que parecía tan normal pero que hoy, ni de broma, volverías a soportar. 

No me mal interpretéis. Cada día adoro más mi propia compañía porque cada día me siento más cómoda en mi piel ¿por qué no me iba a sentir así? Soy una buena persona, tengo buenas intenciones y camino siempre evitando dañar a los demás... Pero hay momentos en los que añoras conexiones, sensaciones y círculos que no siempre están ahí. 

La soledad es maravillosa en el sentido de que te convierte en una persona muy observadora, analítica desde el corazón y sobretodo te da herramientas para valorar realmente lo más importante de la vida. 

De hecho, estar sol@ creo que debería ser obligatorio para todos los seres humanos al menos una temporada de su vida. La soledad te ayuda a tener luego mejores relaciones sentimentales y de amistades, porque te conoces tanto que no te vas a ir descubriendo a sopapos con los demás. Suena un poco tosco, pero aquel que no se conoce encuentra más enfrentamiento con su entorno que aquel que sabe quién es. 

El tema está en cuando la soledad deja de ser una maestra para convertirse en una losa. O dicho de otra manera; hay circunstancias en los que la soledad ya no es tan llevadera. Y es natural porque somos seres sociales, con habilidades para vivir en comunidad y que en mayor o menor medida necesitamos de un contacto físico, emocional y espiritual con nuestro entorno. 

Después de mi regreso de Italia siento, que además de haber crecido mucho en pocos días, aquí donde vivo y con la vida que tengo de repente me siento completamente fuera de lugar y ese fuera de lugar me lleva a un abismo de soledad. No echo de menos un/a compañer@ de vida, lo que echo de menos es una conexión de familia y me he dado cuenta que esa es una sensación que tengo con muy pocas personas, tan pocas que me sobran los dedos de una sola mano para contarlas. 

La belleza de esa unión se encuentra en poder ser tu mismo, hacer lo que te place, compartir lo que quieras y que entre esas conversaciones y en ese tiempo que transcurre, no exista ni un solo juicio, ni puntilla ni detalle que te haga sentir incómodo. Al contrario, existe una mágica sensación de bienestar porque sabes que todo está bien, que esa es tu naturaleza sin caretas ni corazas... Te aseguro que es una de las sensaciones más gozosas y maravillosas del mundo. Te lo digo yo, doña corazas. 

La mitad de mi vida es un camino espiritual, profundo, que no nació ayer. Mis primeros contactos espirituales fueron en mi infancia. Y la otra mitad de mi vida es la de una persona "mediocre", con un trabajo mediocre, un horario mediocre y una increíble capacidad de sacrificio conservando la esperanza de que todo será para mejor. Por desgracia, la mayor parte del tiempo vivo y me muevo en esa otra mitad que menos me gusta: la mitad "mediocre".

A ver, agradezco a la vida la oportunidad que me da con un trabajo normal y todo el dinero que recibo. Pero en ocasiones es inevitable sentirte fuera de lugar, como que todo eso se queda pequeño y que no es tu sitio y entonces te aflige esa sensación de soledad. El mismo sentimiento que estaba ausente en algunos momentos de tu vida donde no se miraba el reloj y que por pocas palabras que se compartiesen, lo importante era la energía que nacía. 

Es ahí cuando la soledad se convierte en losa. Cuando te das cuenta que tienes que fingir en gran parte de tu vida para pasar desapercibido, para lograr mantenerte a ti mismo. 

Este tipo de soledad viene acompañada, normalmente, por una sensación de morriña y anhelo. De deseo y de echar de menos... También, una cosa preciosa que te muestra es quién eres y te va desmigando lo que realmente te gusta y te hace sentir pleno. La soledad te invita a seguir descubriéndote, a seguir buscando precisamente esa emoción-situación-sentimiento-compañía donde ella se encuentra ausente y a comprender que ahí se encuentra realmente el secreto de una vida sana. 

Mientras todas las piezas se colocan, vivo en una ciudad con millones de personas donde la gente entra y sale. En hora punta codazos en el metro, trabajos con clientes (en muchas ocasiones) mal educados y desagradables. Sin embargo, ya tengo mis propios oasis para desconectar... Mi otro mundo al que, en cuanto estoy libre, visito y cuido. 



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