Te veo, cuerpo mío, en el reflejo del espejo que cada día nos da los buenos días.
Te veo, cuerpo mio, cuando me desnudo en mi soledad permitiendo que todo sea más desastroso.
Te veo, cuerpo mío, cuando son sus manos las que me desnudan.
Te veo, cuerpo mío, a la hora del baño y la ducha, cuando el agua nos acaricia y se deja vencer por la gravedad.
Te veo, cuerpo mío, cuando mis caricias se dejan deslizarse zalameras en mi propia intimidad.
Te veo, cuerpo mío, a veces fustigado, a veces descuidado, a veces comprometido a tener que seguir aguantando mis embistes, mis achaques interiores... te veo, cuerpo mio, a veces obligado a tener que reflejarme lo que me ahoga emocionalmente aunque no sea capaz de observarlo.
Te veo, cuerpo mío, y te agradezco tu paciencia cuando me juzgo solo por lo material... te agradezco haber elegido ser mi traje, aquello que me arropa, en ésta experiencia que mi alma decidió vivir.
Te veo, cuerpo mío, compañero indiscutible de ésta vida que navego.
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