El desbordamiento afectivo siempre ha sido a un circulo cercano, donde soy celosa con quienes forman parte de él, donde solo unos pocos han formado parte y me han visto ser... ser de verdad, como soy cuando ya no queda nada más, cuando solo se muestra la realidad que nace de la intimidad.
Al nacer dijeron "esta niña ha venido para amar" y no sé si fueron esas primeras palabras que se sumergieron dentro de mi, como una bocanada de aire, pero lo cierto es que al final siempre ha sido así. Acallada o chillando nací para amar, lo primero que amé en la vida, más allá de la familia y de los miembros cercanos a tu día a día, fue un pequeño pez de feria. Lo contemplé anonada en una pequeña jaula de plástico, al cabo de unos cuantos años tuvo un trágico final.
Lo segundo que amé de verdad fue un pequeño pájaro rescatado, le puse el nombre de una diosa, Afrodita, le salvé la vida y en un abrir y cerrar de ojos volvió a su naturaleza y voló salvaje con los suyos.
Y entre tanto tonteaba con el filtreo de un amor humano, uno que nunca ocurrió, en silencio observaba a alguien que inconscientemente me hizo entender las canciones de amor. Y no me importó que no ocurriese, no me importó nada excepto el momento en que sabía que a fin de cuentas siempre formaría parte de su vida, porque más vale un buen amigo que un ex resentido, agradezco la falta de madurez y de años y a la vez el ritmo del tiempo para indicar que no había camino que poder forzar.
Y así, poco a poco, he ido amando. He amado todo tipo de seres, vegetales como aquel cactus de mi niñez, animales como los que me rodean ahora, en especial a ella la que aulla cuando sabe que algo dentro de mí se rompe, y por supuesto, he amado instantes, lugares y persona..., tengo buena memoria para según qué cosas, pero lo que más conservo dentro de mi mente es todo aquello que he amado.
Porque, como dije y me dijeron "esta niña ha venido para amar" y amando me pasaré la vida porque no concibo un solo segundo sin la piel de gallina, sin la observación profunda, sin esa emoción que me desborda desde dentro y me deja muda.
Ahora cuando las mareas bajan y las lluvias escampan amo los instantes del pasado, que aunque me han traído a este dudoso presente también me han convertido en lo que he sido siempre: creyente del amor hasta que muera.
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