¿Sabes? todo hay que sentirlo, notarlo, palparlo en lo más profundo de tu ser...
viernes, 7 de abril de 2017
Mi corazón roto me hace mejor persona:
En la vida se te rompe el corazón muchas veces. Muchas. Más de las que crees y de las que vas a pensar. No siempre se rompe por un problema sentimental, a veces una parte de tu corazón se rompe cuando alguien muere, cuando tu vida cambia repentinamente o cuando te encuentras con un problema con el que quizás tengas que convivir mucho tiempo o todo lo que te quede de vida.
El corazón es ese órgano, ese hermoso órgano, que bombea la sangre por nuestro cuerpo. Pero también es esa parte emocional, llena de vulnerabilidad, que nos hace ser quienes somos. Yo creo que energéticamente es una de las fuentes principales para la inspiración y precisamente el buen arte (visual, musical, corporal...) nace de uno o varios corazones armonizados con su deseo y con su sueño. El corazón guarda diferentes fuerzas primigenias, fundamentales para seguir creciendo.
¿Cuáles son esas fuerzas primigenias? Pues podemos encontrar el entusiasmo, la ilusión, la capacidad creadora, la fortaleza interior, el amor propio, la autoestima, la confianza, la fe... y muchas otras que seguramente me he dejado en el tintero.
Esta fuente de vida y energía, a la que yo llamo corazón, es sensible y frágil a la par que resistente y con una admirable capacidad reconstructora y metamórfica. Suena a paradoja que algo tan delicado sea a la vez uno de nuestros pilares más sólidos. He aquí la magia de ser humano y con ello también encontramos la magia de todo lo que viven nuestros corazones.
Cuando caminas por la vida te expones de forma natural a encontrarte situaciones que te rompan diferentes fibras de tu corazón y no hay nada malo en ello. Realmente es sano sufrir estos encontronazos que, seamos sinceros, nunca hemos deseado. Son estos duros choques contra la realidad lo que nos lleva a descubrir realmente quienes somos.
Las heridas de tu corazón y cómo has reaccionado al sufrirlas, al vivirlas y posteriormente al seguir teniéndolas como parte de tus experiencias, muestran quien eres hoy en día. Es fascinante cómo la propia vida va haciendo y deshaciendo dentro de nosotros y cómo decidimos amoldarnos a cada acontecimiento, a cada situación y a cada nuevo instante.
El corazón se "recompone", pero yo creo que nunca lo hace al 100%. Os explico porqué creo que no lo hace al 100%; porque pienso que siempre hay una huella imborrable de cada vivencia. Y esto es primordial, es esencial y es grandioso que sean imborrables. Lo es, incluso si hoy aún algunas te duelen (como me duelen a mi) es maravilloso que no se borren, es maravilloso que cambien, como las heridas de la piel que pasan de ser costra a ser un tejido rosado al que llamamos "cicatriz". Mi corazón, el tuyo, el de ella, el de él... Está cosido y recosido, compuesto por microscópicas y también por gigantescas cicatrices que muestran una realidad firme y contundente de tu presente y muy posiblemente también de una parte de tu futuro.
La frustración con las heridas del corazón, sobretodo con aquellas que son recientes, es una actitud de lo más humana. Nos frustra el daño interno y sentimos más daño cuando algo nos toca esa hebra y esa energía. Entonces surge en nosotros una incomodidad natural que compone a cualquier ser humano, porque no estaremos de acuerdo y no nos parecerá nada justo. He observado que parte de nuestra actitud es buscar de manera constante la justicia sobre nosotros y sobre nuestro entorno, en ese momento introducimos un subjetivo punto de vista sobre lo que nosotros creemos que es justicia y nos alejamos de la confianza hacia la vida y hacia todos los enigmas que nos regala.
Esta emoción de incomodidad, de tristeza apagada y de rebeldía nos hace experimentar las heridas del corazón en diferentes fases, desde el dolor, a la rabia pasando por la brutalidad mental de encararnos inconscientemente a nuestro mayor bien, que aunque cueste creerlo en muchas ocasiones emerge de los momentos más duros que podemos vivir y precisamente son los momentos más duros los que suelen dejarnos más huella en el corazón.
El corazón tiene un registro infinito: desamores, despedidas, cambios, rupturas de situaciones, decisiones que te hacen madurar de golpe y porrazo, presiones, pesos personales... Y no, no puedes evitar que las cosas no te cambien, lo cual también es genial. Es genial que seamos estos increíbles animales con capacidades transformativas y que constantemente nos podamos permitir tomar una oportunidad tras otra e ir construyéndonos hasta el fin de nuestros días.
Yo reconozco que tengo un corazón roto, que está lleno de remiendos, de recuerdos, de pasados... De esos instantes que quedaron atrás pero que indiscutiblemente, y gracias a Dios, me han traído a este presente. Y reconozco que ese dolor, esa dureza de los acontecimientos y de mi misma ha hecho emerger partes sobre quién soy, rebosando una belleza indescriptible.
Es precisamente esta belleza, sobretodo a nivel de personalidad, la que hace que tenga la valentía para perdonarme a cada error, para liberarme, para hacerme responsable de que en ocasiones soy demasiado exigente conmigo misma y me hiero con un machaqueo constante para lograr cumplir los objetivos de ser mejor que ayer, pero y espero que un poco peor que mañana.
Sin embargo mi corazón roto me ha dotado de la capacidad empática, la verdadera empatía, para observar la tristeza ajena. Ser empático no supone que nunca vayas a hacer daño a nadie, pero sí te dota de humildad para aceptar cuándo has sido tú quien ha metido la pata y colocarte en el otro lado, transmitiendo así una disculpa verdadera. También me ha convertido en una persona muy cuidadosa con aquellos que realmente me importan y en muchas ocasiones me ha llevado a enamorarme rápido por miedo, precisamente, de convertirme en una piedra sin sentires o en una persona que manipule el entorno (consciente o inconscientemente) generando aún más heridas, tanto en mí como en aquellos que estén involucrados conmigo.
Mi corazón roto me ha hecho llorar y de ese llanto he obtenido una verdad real de mi persona: SOY MUY FUERTE. Mi corazón roto me ha hecho valorar realmente a aquellos que se quedan a mi lado, me ha hecho aprender a desenvolverme estando completamente sola en momentos muy duros, me ha hecho aprender a defenderme del ataque ajeno que intenta dañar por dañar, me ha hecho tomar decisiones para darme más amor y me ha hecho ser capaz de mirar atrás y decirme a mi misma "ya has salido de momentos que no resultaron fáciles, todos los que te toquen de ahora en adelante serán pan comido". Es mi corazón roto quien ha hecho que sea más fiel a mis principios y que me afiance, con más fuerza y energía, en la realidad de quien soy.
Mi corazón, con pedazos de menos, ha sido de las mejores compañías que he podido tener hasta ahora. Y es también el que me ha guiado a vivir experiencias que repetiría una y mil veces, a pesar de que quizás los resultados del final no han sido los deseados. Además es mi corazón el que me ha mostrado como ser yo misma sin que eso signifique quedarse al margen y es el que me ha dado siempre ganas de tirar adelante.
En mi corazón se encuentra viviendo una parte divina de mi ser, que precisamente es quien lo apaña cuando yo voy directa a una de esas experiencias imborrables y maestras. Mi corazón roto me ha hecho mostrar los dientes ante aquellos que pasean la maldad como si fuese un perro bonito, también me ha hecho sentirme enamorada de mis padres y comprender cada una de sus decisiones. En esas cicatrices de mi ser se observa la luz más bonita de mi mirada y junto a ella las partes más vulnerables de mi verdadera personalidad, sin caretas, ni muros, ni excusas.
Desde dentro de mi corazón, y conforme más se ha ido rompiendo, ha emergido mi facultad comunicativa y comprensiva, mi facultad espiritual y conectiva y sobretodo una fe que me inunda cuando nadie más puede hacerlo. Una fe sobre mi misma y sobre lo que me depara la vida que es precisamente la que me salva de sentirme perdida o de dejarme vencer por los miedos que se encuentran propagándose a través del colectivo.
Mi corazón roto me ha ayudado a tener más tacto para aprender a perdonar, también me ha enseñado que el orgullo corrompe la parte de amor que podemos compartir con los demás. Mi corazón roto es también una parte indivisible de mis sombras, algunas de ellas ya tienen más luz que oscuridad.
Y es mi corazón roto, de oso, quien me ha traído hasta aquí para hacerte llegar que, incluso con un corazón lleno de heridas pasadas, de cicatrices inolvidables y de una frágil sensibilidad, puedes seguir sintiendo el amor de la vida, porque es precisamente eso lo que bombea y llena de energía todo tu cuerpo físico y astral.
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Hola Amelia, llevaba unos días sin entrar a leer tu Bloc, pero sigo comprobando que conecto con todo lo que dices, que es como si fuera yo quién hubiera escrito ésta entrada tuya.
ResponderEliminarTienes un don lo sé, es lo único que alcanzo a intuir cuando te leo.
Un abrazo Amelia, y espero que estés bien.
Muchas gracias Carmen!
EliminarMe alegra mucho saber que te gusta lo que escribo, pero sobretodo que conectas con ello... creo que es ese el objetivo principal de cualquier persona que ama la literatura.
Un abrazo muy fuerte.