No sé cómo decirte esto, quizás es porque es algo difícil pero siento, realmente siento, que has generado expectativas sobre quién soy y de verdad... me da mucha pena.
No me gustan las losas, por eso intento llevar la mochila libre de peso extra. Tus expectativas se apelmazan en mi espalda, a la espera de ser cumplidas y lo siento, pero eso no es lo que yo quiero. Porque cada vez que esperas, con la necesidad de que yo cumpla con tus ideas, destruyes un momento único e infravaloras mi naturaleza innata, la cual no ha nacido para cumplir con las expectativas de nadie.
No voy a convencerte de nada, yo no soy de las convencen. Yo soy de las que explican, de las que hablan, de las que sienten, de las que abrazan con la compasión de mi corazón puro y lleno... Sin embargo, cada vez que colocas tus expectativas sobre mis hombros me vacías el corazón y me generas rabia.
Me da rabia y mucha. Yo he nacido siendo más grande que una idea externa, absurda e irreal, de mi persona, de mi vida, de mi naturaleza... Tus expectativas, sean buenas o malas, sin duda me van a alejar de todo lo que el destino me tiene deparado y si me empeño en cumplirarlas me alejaré peligrosamente de las experiencias divinas, limitadas, para mi existencia. Y alejarme de todo esto supondría no ser quien merezco ser, una persona mucho más grande que un absurdo concepto imaginado.
No sé si me quedo pequeña o grande para tus expectativas, pero sin duda lo que ocurre es que no me calzan. Ni yo a ellas. Y tú... te enfadas, te desilusionas, te marchas.
Y lo único que me queda es decirte adiós, porque desde el principio no has entendido que lo bonito es vivir sin esas cadenas. Si puedes hacer algo por ti, te recomiendo que por favor vivas sin expectativas, gracias.
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