¿Sabes? todo hay que sentirlo, notarlo, palparlo en lo más profundo de tu ser...

domingo, 22 de julio de 2018

Estados de crisis:


Los estados de crisis son los únicos que nos desvelan las mayores verdades de nuestra vida. Cuando entras en crisis contigo mismo es cuando, si sobrevives como un guerrero a todo el proceso, descubrirás quién eres en ese instante. Cuando entras en crisis con los demás es cuando, si integras todo lo que implica, descubrirás tu responsabilidad, quienes son los demás y la importancia que tienen en tu vida. Son también éstos procesos lo que nos hacen darle un valor objetivo a las cosas, porque enfrían nuestra cabeza y ponen a disposición de la mente el corazón, con algo más de distancia podemos observar bien, hasta el fondo, sin dejarnos nada importante. 

Hoy hablé con un buen amigo, se culpaba por algo que ha ocurrido con alguien a quien ama. Me salió del alma decirle que la naturaleza del ser humano le lleva a vivir crisis, más o menos intensas, para encontrarse a si mismo y también para encontrarse y re-encontrarse con los demás. De hecho, el reencuentro es uno de esos "momentos" en la vida de cualquiera que mejor saben (tanto cuando eres capaz de encontrarte a ti como cuando eres capaz de encontrarte, de nuevo, con otros). La complejidad humana: somos seres emocionales con capacidades para razonar, pero sobretodo somos emocionales. 

Cuando somos bebés sólo nos comunicamos a través de las emociones, poco después es cuando la razón y la lógica entran en juego transmitiéndonos una manera de comunicarnos mucho más compleja, como es lenguaje hablado o escrito. Pero antes de todo eso, incluso en el vientre de mamá, ella ya sabía si tenías un buen día ahí dentro o no. Y no podemos olvidar, por mucho agnóstico y ateo o científico de miras estrechas que exista, que también somos seres espirituales teniendo una experiencia terrenal. Podríamos haber elegido otro planeta, otra dimensión, otras vivencias... Pero somos tan jodidamente valientes que decidimos elegir todo esto, por duro que se nos haga y por difícil que cueste a veces asumir y superarlo, crecer y desarrollarse, disculparse y perdonar. 

Cuando estamos en pareja esa búsqueda constante, consciente o inconsciente, de nuestra persona y desarrollo parece que se acrecenta más. Como dice una buena amiga mía: las relaciones son un terreno donde dos personas se muestran sus demonios y sus infiernos más profundos, lo que hagamos con ese desnudo es ya la verdadera intención de nuestro corazón. Por eso, a este amigo mío de hoy, le he intentando transmitir que al final el propio amor también trabaja intentando destruir cosas de nuestro ser, aunque a veces esa destrucción se proyecte hacia afuera. 

Cuando el amor quiere que veas tus miedos, los revolverá todos como un nudo en tu estómago y tendrás que improvisar ante ese mal estar. Cuando el amor siente que tienes que mejorar en algún aspecto de tu persona o de tu autocontrol, te llevará cara a cara contra eso. Porque el amor no se anda con memeces, ni es de medias tintas, te pringa hasta el cuello y tienes que ponerte seriamente a trabajar con lo que te toca. 

Todos somos jodidamente imperfectos y éstas crisis y estados, en conjunto e individuales, no harán que seamos más perfectos. La perfección no existe. Sin embargo, sí nos hará más humanos. Puede que no podamos controlar nuestros impulsos viscerales ante determinadas situaciones, pero al menos podremos perdonarnos por ello cuando se nos escape alguna vez más. Tienes que amarte cuando estés siendo lo peor de ti, cuando seas tirano, cuando seas una perra, cuando seas egoísta, cuando la cagues por un ataque de cólera descontrolada o cuando el resorte del infantilismo y la inmadurez se apodere de ti (que esto último le pasa incluso a la gente de 60 años). Ahí es cuando tienes que quererte verdaderamente, sólo así lograrás que los demás también te quieran con su mejor intención. 

Todos nos llevamos, y llevamos a los otros, al límite de si mismos y de nosotros mismos. Y entre explosiones, aguantes, guerras, autoflagelaciones, cargas, ausencias... Vamos desmigando el verdadero motivo de todo. Y de nosotros. Y también, desmigando encontramos el valor sagrado de cada relación, sea de amistad, de amor, de familia, de compañeros... 


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