Amar la belleza, lo bonito y lo sencillo, es fácil. Amar a los demás en su mejor momento, con su mejor cara, con su mejor intención, con sus mejores formas... Es lo más fácil del mundo. En serio, nos sale solo.
Todos podemos amar a alguien alegre, simpático, inteligente, desenvuelto, generoso... Ocurre de manera innata. Porque desde esa vibración es fácil contemplar, abrazar, acompañar... Y en éste caso la facilidad nos hace sentir agustitos y cómodos. Sin embargo, siempre existe la otra cara. Todos somos lo mejor de nosotros mismos y también lo peor de nosotros mismos.
Si queremos amar lo mejor de una persona, será hora también de aprender a amar lo peor. Y no sólo me refiero a relaciones de pareja, en las amistades y en la familia también hay mucho de esto. Por eso creo que es esencial que le demos la prioridad que tiene.
Igual que no sólo eres las cosas malas que pueden describirte, tampoco eres sólo las cosas buenas que utilizas para definirte. Eres ambas, muchas de ellas en estado de evolución y transformación y otras muchas parecen más inamovibles.
Todos somos en ocasiones una representación celestial y misericordiosa de Guanyin (Kuan Yin) donde es fácil abrazarnos, amarnos, arroparnos, besarnos, acompañarnos... Porque la bondad, la misericordia, el sacrificio por una luz mayor, el trabajo a favor del arropo maternal... Es algo que resulta tan fácil de llevar, tan fácil de ver, tan cómodo de amar, tan enriquecedor de compartir y de estar cerca. Pero por otro lado, también todos somos la representación de nuestra propia Lilith interior. También podemos mostrar características de nuestra Kali innata, entre la capacidad de madre universal y la destrucción y el caos. Y todos podemos percibir, según cómo estemos, a los demás en sus vibraciones más iracundas, pero es precisamente ahí donde hay que tener el coraje y la voluntad de amar.
Que te amen, que te amen bien, que te amen con tus cosillas. Que te amen tus padres, sabiendo todo lo malo de ti y también toda tu buena naturaleza. Que te amen tus compañeros de trabajo, conociendo tus puntos flacos y también aquello en lo que brillas. Que te amen tus amigos, con sus momentos de relación que evoluciona, con tus momentos de persona que evoluciona... Con tu presencia, tus ausencias, tus cagadas, tus errores y todos tus aciertos. Que te amen, que te amen con toda tu pesada y endemoniada carga, mientras otros días eres un ángel alado que transmite paz y absoluta quietud.
Que te amen con tus enfermedades: mentales y físicas. Y que comprendan que "la salud" es un concepto un poco abstracto, según el ojo que evalua, mira y opina. Que te amen con tus conductas, con esas cosas tan generosas que te salen, pero también cuando se te envenena la boca y parece que sólo lanzas dardos.
Que ames tú, cuando los demás se descontrolen y pierdan el norte. Cuando tengan rabia, enfado, tristeza... Cuando incluso tengan pensado atacar a lo que más valoran de su propia vida. Que ames tú, estando al otro lado cuando ellos mismos no sepan sostenerse. Incluso cuando otros no valoren, en el momento que tú esperabas, lo que has hecho... ámalos igual.
Que te abras a amar a todos los que se toman un momento en conocerte y en acompañarte en ésta experiencia llamada vida. Amales con su desorden, con su caos, con su ansiedad, con su agotamiento físico y emocional, amales incluso cuando hagan las cosas de una manera que tú no las harías nunca. Amales con su forma de ser, completa, aunque a veces te cueste, aunque a veces hay cosas que te piquen o te duelan... Ya sabes, a ellos también les pican y les duele algunas cosas de la tuya, estoy segura.
Y que te ames tú. Que te ames en tu incontrolable desequilibrio. Que te ames cuando te has creído insuficiente, cuando te has llevado al límite, cuando te has equivocado, cuando te has sentido culpable, cuando has sido tan impulsivo que de repente te has visto de agua hasta el cuello y sin encontrar solución. Amate tú, amate fuerte y mucho. Amate incluso cuando sientas que no te estás amando, mírate en el espejo y di a tu reflejo, al menos una vez, "yo me amo".
Que te amen/ames, y les ames, con tus/sus cosillas. Que no todos somos un Dios celestial elevado, ni un diablo encadenado en un infierno. Que ninguno somos perfecto y que todos merecemos, nos lo merecemos, que sean capaces de valorarnos, apreciarnos, acompañarnos, apoyarnos, abrazarnos, besarnos, hacernos el amor, ayudarnos... Y todos merecen que nosotros les valoremos, les apreciemos, les acompañemos, les apoyemos, les abracemos, les besemos, les hagamos el amor y les ayudemos por encima de todo lo malo de si mismos, por encima de todo lo que han hecho "bien", por encima de todos los "errores", por encima de todo lo que desconocen, incluso por encima de su autocapacidad, de su desarrollo y de su nivel de consciencia.
Porque todos somos más, algo más. Porque todos somos buenos y también malos. Porque todos somos sagrados, aunque en ésta experiencia no podamos verlo con total claridad. Porque todos tenemos "nuestras cosillas", sin excepciones, y esas "cosillas" también están deseando recibir amor. A veces, de ésta manera, es la única en la que todo se calma y creo también que realmente es la fórmula más adecuada para comprender qué es ser humano, qué es una relación (de cualquier tipo), quienes somos y cuánta belleza, real, hay en nosotros (hasta lo más oscuro tiene algo mucho más bonito de lo que nos imaginamos).
Tienes tus cosillas y yo tengo las mías. Vamos a amarnos así.
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