La belleza de la vida se encuentra en muchos rincones y entre esos rincones hay uno muy importante: la individualidad del ser.
No sacaré un clavo con otro clavo, porque una vez alguien a quien amo mucho (mi hermano) me enseñó algo muy importante: a veces las personas intentan sacar un clavo con otro y terminan sufriendo irremediablemente, con dos clavos clavados. (Poco después afinó mi estilo por la buena música, por el cine y por los cómics, pero de ésto hablaremos en otros momento).
Y así es... Las personas buscan inmediatez para superar los dolores, porque quieren cuanto antes engancharse a la deseada esperanza que nos mantiene con una ilusión que parece que nunca se acabará. Como ese subidón de éxtasis una noche de fiesta, como esa adrenalina en un salto en puenting, como ese entusiasmo en tu primer viaje fuera de tu país... Parece que no se va a acabar nunca, parece que es enorme e infinito. Pero no... al final se precipita y se acaba, por eso las soluciones rápidas son malas tiritas para profundas y frágiles brechas.
Quien intenta quitarse el dolor de un amor real con unos besos pasajeros, termina haciendo arder su esencia, su piel y a si mismo. Los duelos y lutos cuando algo terminan son tan importantes como cuando alguien muere: necesitamos darnos nuestro tiempo de tocar la realidad, admitir la realidad, digerir la realidad e integrar la realidad. Quien mucho corre... no llega tan lejos como se piensa, pues por el camino vendrá la fatiga de la que tanto intentabas huir: somos seres emocionales que viven procesos emocionales y que necesitan abrazar esos procesos.
Cuando las personas se apegan a esa inmediatez de pasar rápido de página saltando de una relación a otra, se condenan a vivir cosas aún peores de una en otra situación. Es como si esa energía condensada del deseo del buen amor se pusiese negativa y todas las lecciones pendientes se uniesen y reforzasen, atacándonos aún más duro. Hay que dejarnos caminar a solas, sentir la pena, la tristeza, el deseo apagado, el echar de menos, los tragos que sean amargos y las malas noches, hay que vivirlo aunque suene autodestructivo. Porque en esa peste que nos rodeará se encontrará la verdadera sanación de la situación y de nosotros mismos. De lo contrario, terminaremos yendo aún más rotos de una relación a otra y como dice un meme por internet, que a mi personalmente me parece muy gracioso, "cuenta la leyenda que si no transmutas lo de tu ex, te volverá a ocurrir con tu siguiente pareja".
No somos conscientes de lo importante, del tamaño sagrado y del valor divino, que es y tiene el tiempo y cómo nosotros vivimos en ese tiempo con nosotros mismos. Hacer la del mono (dice ser saltar de una liana a otra) lo único que demuestra es, sin lugar a dudas, una incapacidad enorme para vivir a solas, un apego insano y una enorme dependencia emocional. Al agua del río hay que dejarla fluir, al tiempo de la vida hay que dejarle trabajar y a nosotros hay que dejarnos, de vez en cuando, en soledad para poder volver frescos, completos y renovados.
Claro que digerir y asumir la soledad puede ser muy tormentoso y difícil. Más difícil en algunas vidas que en otras, pero no es imposible vivir sintiéndose solo mientras uno se va remendando lo que le toca, mientras uno va creciendo, madurando, arreglándose, curándose y comprendiéndose.
Parece que muchas personas tienen en automático una especie de programa o resorte para, incluso antes de que pase como mínimo dos meses, andar en la búsqueda de alguien que ocupe ese hueco. Ese comportamiento es más destructivo de lo que parece, pues demuestra una desesperación por encontrar a quien sea para no sentir el vacío que todos llevamos dentro.
Aunque todos estamos llenos de cosas buenas y malas, también hay una parte de nosotros que está vacía y que posiblemente siga vacía toda nuestra vida. Yo creo que es la parte que no admitimos de nuestra persona y también la que crea las mayores necesidades y conductas impulsivas. Aquellos que son incapaces de tomarse un tiempo con esa parte de si mismos, se condenan a vivir de manera cíclica la misma historia, o peor, sin encontrar ninguna solución o algo que termine arreglándolo. Lo preocupante es cuando todo éste patrón se vuelve algo común, como una rutina natural: rompo con alguien y al poco tiempo ya ando en una búsqueda incansable de otra persona, entonces rompo con esa otra persona (o rompe conmigo) y al poco tiempo ya ando en la búsqueda incesante de otra persona... Y así, tiro porque me toca.
Es horrible para el corazón, para el cuerpo y para el alma, no darles el tiempo que necesitan y que gustan. Es horrible para nuestro estado de ánimo, para nuestra psicología, para nuestros círculos sociales y para quienes somos nosotros. Porque todo esto nos merma, sobretodo la desagradable sensación de que nada termina de salir bien y que al final todo se rompe, una y otra vez, como si fuese una maldición con la que cargamos.
Me he tomado un tiempo en observar que aquellos que sí se ofrecen su tiempo a si mismos ,y que no salen desesperados, necesitados, desolados... en la búsqueda de otro ser humano que sirva como parche para todas esas heridas de su última relación, terminan hallando relaciones más humanas y sólidas con futura/s pareja/s y también con su entorno de amistades y familiar, además de reforzar aún más su propia autoestima, cómo se sienten consigo mismos y cómo de responsables se hacen de sus propios errores y equivocaciones.
Éste texto no evoca una actitud hermética y ermitaña, simplemente hace referencia a la necesidad de saber curarse a solas, la importancia que ésto implica. El tiempo que hay entre una herida y la próxima experiencia también determina cómo de cicatrizadas tenemos nuestras experiencias y nuestro propio pasado. Hay que darle tiempo también a nuestra mente para deshacernos de fantasmas imaginarios, que a menudo cuando no hemos superado llamamos y convertimos en desagradables profecías autocumplidas.
También es el mismo tiempo el que te dará objetividad: no idealices a los demás, no te idealices a ti mismo, no idealices el amor... El amor tiene poco de "ideal" y mucho de compromiso y de tener que poner mucho por parte de uno, de colaboración, de trabajo y de constancia. Y esto, a veces, no es tan ideal como nos han hecho creer.
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