Todo ocurre de una forma, a veces, un tanto dolorosa. Aquella experiencia te ha dejado tocad@ y por un tiempo estarás vagabundeando en situaciones, cuanto menos, parecidas. Y pasarás por el aro una y otra vez, y todo parecerá rígido y profundamente sufrido. Caerás en la cuenta de que el amor es malo o de que quizás no has estado enamorado y sólo ha sido cierta obsesión. Y parecerá que a tu alrededor emerge, como una mala hierba, una coraza que te aisla del mundo con intención de estar sólamente contigo... craso error, porque el material de esa coraza es un aislante para todo tipo de amor, incluido tu amor hacia ti.
Es una cosa por la que hemos pasado todos o casi todos: el mal de amores. Experiencias a las que sucumbimos y terminaron destrozando tanto y en pedacitos tan pequeños que pensábamos que nunca jamás volveríamos a ser los mismos y que lo más importante, de manera narcisista, somos nosotros y nuestro mayor orgullo-ego. De esta forma, por X motivos, también hemos hecho daño inconscientemente. Aquí te diría un consejo bien hermoso que me llegó a mi en su momento, en un momento de rabia desmedida y de rencor, de furia salvaje y de ganas de destruir todo: no te conviertas en quien te hirió.
Tenemos dos opciones, la primera es ser como esos muertos en vida que no son capaces de amar y la segunda es... es no ser así, tan sencillo como eso. Por eso, no te conviertas en ese tipo de personas que no desean amar o en ese tipo de personas que por no desear amar se quedaron con lo de fuera, o en el otro tipo de personas que por no aprender a amar se volvieron egoístas o en aquel tipo de persona que por no querer amar se convirtieron en manipuladores sin escrúpulos... No, no hagas eso.
Mi consejo es que te abras al amor, siempre. Dure éste unos instantes, unos meses, unas semanas o toda una vida... El tiempo es tan relativo que por eso, a veces, olvidamos la fuerza de la relatividad.
¿Te cuento una cosa? Si no huyes, al final esos pedacitos se vuelven a unir y vuelve todo a funcionar de nuevo. Y al final por no aislarte te sientes incluso mejor contigo mismo, a solas o en compañía. Y al final incluso tu propio bienestar mejora con creces... Pero esto ocurre solamente una vez que después de haber mostrado tu valentía y tu fuerza, comprendes desde el corazón que es lo que SÍ quieres.
Cuando sabes lo que quieres ya nada te hace temblar, si acaso vibras de una manera respetuosa y llena de dicha al ir en busca de ese encuentro. Cuando sabes lo que quieres el miedo no te conquista y todo se llena de habilidad para conseguirlo, cuidarlo, protegerlo... Porque cuando sabes lo que quieres las dudas se disipan, porque ya sabes y estás convencido y no hay nada que ocupe más y que sea más grande que un convencimiento.
¿Qué quieres? Si quieres amor, lo que debes saber es qué amor quieres. ¿Quieres un amor para crecer, sanar y vivir? ¿Eres capaz de abrirte a todo lo que suponga? Supongo que si es lo que quieres, serás capaz.
Hasta que no sepas lo que quieres no ocurrirá, y posiblemente vuelvas a círculos que creías cerrados, a anhelos que creías inexistentes, a inquietudes que desgastan tu mente, a hermetismos destructivos, a patrones para sobre-protegerte... Y hasta que no sepas lo que quieras, posiblemente lo mejor no pase y venga una y otra vez la misma lección, hasta tenerla aprobada.
Recuerda que te queda toda una vida para repetir de curso, pero que sólo tú eliges.
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