Ayer hablaba con una muy buena amiga y me di cuenta de lo importante que es proteger las relaciones. Cuando uno inicia una relación sentimental que le llena de entusiasmo y de ilusión, rápido hay cierto impulso por mostrar esa relación: presentarle a todos tus conocidos, presentarle a tu familia, a tus vecinos, todo tu barrio, una importante parte de tu vida... Y si no es rápido, es algo que se termina dando. El tema está en que las relaciones, aunque esto también se puede aplicar a las de amistad, son energías tiernas, vulnerables y sensibles.
Tanta es su sensibilidad que todos conocemos el caso del amigo de un amigo que terminó con su pareja por aquello que otras personas le dijeron o el otro caso de una crisis super fuerte entre dos personas por dimes y diretes de testigos externos que no tienen ni idea de lo que se cuece en el profundo corazón de dos personas conociéndose, enamorándose, cuidándose... En fin, de dos humanos convirtiéndose en compañeros de vida.
Muchas veces ocurre cuando aún estamos despojándonos de las primeras capas de quienes somos, entonces alguien viene y te hace dudar. Seguramente tenías tus inquietudes antes, es normal, un buen amor deja vulnerable a cualquiera... Pero aquellas dudas que te han inyectado comienzan a hacer sombra dentro de ti y empiezas a plantearte todo en base a unas suposiciones que ni siquiera eran tuyas (un minuto de silencio por aquellas relaciones que se fueron al traste, aún siendo sanas y positivas, por influencia de otras personas...).
Tenemos el mal hábito de dar nuestra opinión cuando nadie nos pregunta. La opinión es algo muy importante con un valor incalculable y realmente sólo podríamos darla cuando se nos concede el permiso para tal cosa (tranquilos porque yo también la he cagado diciendo cosas y cruzando el límite ajeno). Y sobretodo ésta conducta se hace más efusiva cuando alguien nos informa, confundiendo un acto de informar con un acto de pedir opinión.
Es como cuando tu amigo te dice que se va a hacer un tatuaje en la espalda, y te lo dice así tal cual y de repente tu caes en el abismo de opinar que eso es horrendo... ¿acaso tu amigo te ha preguntado si te parece buena idea? No, sólo te ha informado de lo que ya tiene pensado hacer. Pues algo así ocurre con las relaciones, la diferencia es que opinamos sobre algo que tiene aún más valor que un simple tatuaje; opinamos sobre un proyecto, kármico y sagrado, que dos almas han decidido comenzar.
Resulta cuanto menos irónico ver que la mayoría de personas que van a opinar sobre esa relación tienden, en su mayoría, a ser personas que no tienen su propia relación sentimental. Tengo la teoría de que muchas veces cuando no estamos en relación idealizamos el concepto de las relaciones y desde esa suposición inflada e irreal nos creemos con la verdad absoluta. Ninguna relación de ningún tipo surge para cumplir tus expectativas, no existe ninguna relación perfecta e imaginar de esa manera lo único que te puede traer es un buen dolor de cabeza. Considero que de por si cada relación es como un ente con energía propia y necesidades propias, por eso al ser algo "único" que está "vivo" no puede ser a imagen y semejanza de lo que tenemos en nuestra cabeza (no existe ninguna princesa ni ningún príncipe, toda relación es la desnudez de dos humanos mostrándose con su completa imperfección).
No somos conscientes de la necesidad de proteger aquello que es tierno, vulnerable y frágil porque muchas veces el impulso desmedido de nuestro entusiasmo nos ciega; los demás también pueden repercutir en lo que hacemos, sentimos, pensamos, creamos y elegimos. Somos seres sociales y la presión social es una influencia poderosa sobre nosotros.
Yo he llegado a recibir "consejos" y "opiniones" de personas que no están en relación, consejos y opiniones muy desarraigadas de la realidad que vivo con mi actual relación y que no reflejan la realidad de la persona con la que estoy. En esa ignorancia nos atrevemos a decir cosas que están de más y eso puede crear mucho dolor. He observado esa realidad y he decidido no darle oportunidad de volver a existir en mi vida o dicho de otro modo; ya no comparto mis inquietudes de mi relación con otras personas que no sean mi propia pareja, a los demás sólo les comento una parte muy importante de esa realidad que estoy construyendo: estoy con alguien que me acompaña, me aporta, me escucha y me respeta. El resto de detalles muestran la vulnerabilidad y fragilidad de la relación y son tan importantes y poderosos que prefiero que no se sepan.
Creo que este punto de fragilidad y de delicadeza no está constantemente, creo que ocurre en determinados momentos de la evolución de la relación. No necesitas la aprobación externa para sentir que estás con una persona correcta para ti, sólo necesitas saber si te ama, si te valora, si te admira, si te respeta y si pone de su parte para que la cosa fluya. Tan sencillo como eso. Nadie tiene que venir de fuera para asegurarte lo que tú ya eres capaz de ver desde tus propios ojos, porque a veces buscando precisamente eso nos encontramos con lo contrario; con alguien que cree que no estás con una persona que se encuentra a tu misma altura, aunque si lo esté, y al final tomas una decisión que puede ser irrevocable.
Cuídate de los que vean tu relación y opinen sobre ella porque, aunque no suelen hacerlo con mala intención, muchas veces lo único que hacen es proyectar y reflejar sus propios vacíos y anhelos, en ocasiones salpicados por envidias, por su propia soledad, por sus propias inseguridades que nada tienen que ver con la tuya, por su propia cobardía de no abrirse al amor o de no permitirse encontrar una persona que les acompañe... Qué fácil resulta a veces opinar desde fuera, sin saber los más íntimos, importantes y sutiles detalles.
Y ojo, que quien esté libre de pecado que tire la primera piedra y esa no seré yo.
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