No sé si lo de hoy es lo más apropiado o lo más inapropiado que voy a escribir en mucho tiempo. Precisamente el 25 de febrero de 2016 murió mi abuelo de manera repentina, nadie se lo esperaba y aunque si bien es cierto que no está enterrado y yo no visito objetos, a veces me permito visitar los recuerdos que descansan en mi alma.
El luto que aparece de sorpresa en momentos donde no llevas arrastrando un proceso que te permita hacerte a la idea, de manera progresiva (como en estados de enfermedades terminales...), parece como una carga impuesta, quizás es porque la idea de la muerte y nuestra armonía con todo lo que ello conlleva nos parece imposible de alcanzar, a fin de cuentas vivimos en un sistema y sociedad que nos bombardea con la vida desde una perspectiva infinita, consumista e idealizada. Al igual que el otro día hablé sobre la vida, explicando que es un reflejo de la relación que tenemos con ella,
Hoy me voy a permitir el lujo de hablar, desde mi perspectiva, sobre la muerte, la indeseada y temida muerte... algo que iguala a ricos y pobres, a ganadores y perdedores, a niños, adolescentes, adultos y ancianos. Antes de nada quiero que sepáis que no estoy en contra de cada uno viva su luto como necesite, quizás solo una recomendación de intentar no hundirte en él, pero es comprensible los procesos en los que el anhelo vuelve y nos sentimos de nuevo echando de menos, es comprensible que se necesite tiempo y por supuesto es comprensible que emerjan muchas emociones distintas.
La muerte es una condición inevitable que nos pone los pelos de punta, nos eriza la piel y forma parte incluso de la mayoría de miedos que hay en el mundo, esto último es lógico porque la parte positiva del miedo es precisamente mantenerte con vida (sin miedo moriríamos antes, siempre y cuando no convirtamos el miedo en un epicentro de nuestros pensamientos y emociones).
Cuando nacemos y vamos creciendo nadie nos educa en favor de comprender la muerte y aquellos que lo intentan en ocasiones son juzgados, porque en este mundo de libertad de pensamiento y creencia existen muchas ideas diferentes sobre la muerte. Esto se debe a que muchos solo piensan que la muerte en un final y punto, sin embargo existe otro porcentaje de personas que creen que la muerte es un paso más en nuestra evolución como seres divinos.
Sea como sea, centrémonos solo en la muerte, en cómo afecta a la vida y en cómo ambas están relacionadas entre ellas desde que existen seres vivos en este planeta. Sea final, principio o continuidad existen dos partes principales que son influidas por este acontecimiento, por un lado tenemos aquel que muere y por otro aquellos que aún viven. Ya sabemos quien lo tiene más fácil, porque los que se quedan son quienes tienen que lidiar con una realidad que forma parte de su rutina y sobretodo tienen que hallar la manera de hacer consensos con sus propias emociones.
Y en esos me voy a centrar: en los vivos y en una nueva manera de lidiar con la muerte. En mi experiencia personal muchas veces añoro a personas que se han muerto, aunque entiendo que todo lo que me han transmitido y enseñado, todo aquello que he podido observar de ellos, es una realidad imborrable en mi persona y en todo lo que haga. De alguna manera me consuela saber que si ellos han logrado influenciarme positivamente, su propia energía como seres únicos y humanos será reflejada en todo lo que haga y por lo tanto seguirán presentes, aunque no sea en persona, en este planeta.
Doy por hecho que la mayoría de las personas que leéis este blog tenéis una mente abierta y seguramente ideas espirituales, pero por si acaso eso no fuese así voy a hacer esfuerzos por centrar esta entrada en motivos terrenales y tangibles, para que precisamente sea esa parte de vosotros la que más consuelo encuentre ahora que alguien ya no está. Sé que suena a tópico, lo que he comentado antes... algo así como "los que se van siguen en nosotros" pero es cierto, cada persona que convive contigo, que te conoce... te deja una parte de si mismo dentro de tu ser. Entiendo que esto, dependiendo de la profundidad de la pena puede no llegar a ser suficiente, por eso también quiero que entendáis que además cada persona ha hecho posible que estés donde has llegado, de alguna manera la influencia externa nos moviliza y nos hace crecer, de esta forma tomamos decisiones sobre nuestra vida y llegamos a puntos importantes en nuestro crecimiento y camino personal, puede ser difícil seguir con esos objetivos una vez que aquella persona que nos ha influenciado ya no está, sin embargo aunque nos cueste reconocer, esa responsabilidad es para y con nosotros, porque en realidad igual que quien se ha ido vivía por y para si mismo, tu vida también es por y para ti, es un regalo que se te ha otorgado a ti, aprovéchalo.
Otra cosa que podemos aprender cuando alguien muere es a vivir sanamente, esto implica saber convivir con la ausencia y además motivarnos, cuando nos sintamos preparados, para poder exprimir esta experiencia terrenal de la manera más enriquecedora posible. En algunas ocasiones la muerte de alguien ha resultado ser la mejor inspiración para otra persona que queda viva, ese shock le ha motivado y empujado no sólo a superar todos sus miedos, si no ha poder disfrutar con entusiasmo de lo que significa estar vivo.
En mi caso, la muerte de mi abuelo por ejemplo resultó una herida profunda pero por otro lado mi nivel de comprensión y admiración se acrecentó. Los procesos emocionales por los que pasé sola me hicieron reforzarme y volverme una persona mucho más preparada para cualquier acontecimiento, por si esto fuese poco las enseñanzas que me había transmitido mi abuelo y que hasta entonces no había observado con tanta atención, echaron raíces dentro de mi y comprendí muchísimo más las cosas que realmente importan de estar vivo, cambié partes de mi persona y activó un interruptor de triunfadora que hasta entonces parecía haber estado apagado. Mi abuelo se convirtió en un ejemplo a seguir, 86 años de camino lleno de amor, armonía... y en su ausencia nunca nadie dijo nada malo de él, eso es realmente admirable.
Es evidente que en muchos momentos le echo de menos, su optimismo era contagioso y siempre tenía una frase positiva para la vida, basada en unos pilares de experiencia personal muy sólidos y consistentes, ya que su propia vida no ha sido lo que se dice precisamente "un camino de rosas". Gracias a su muerte comprendí la belleza que engloba la ausencia de alguien, una ausencia eterna en esta vida y todas los cambios, transformaciones y transmutaciones que ocurren cuando alguien ya no está.
Cuando una persona se marcha se lleva consigo muchas cosas, entre otras todas nuestras ideas, comodidad, estabilidad, normalidad... que sentíamos con su sola presencia, se lleva parte de esa paz que había porque lo teníamos integrado en nuestros días, en nuestra vida y porque, seamos sinceros, no somos del todo realistas con que cualquiera puede morir inesperadamente, para eso tocamos madera y preferimos imaginar que son cosas excepcionales que a nosotros no nos van a ocurrir... Esto nos hace alejarnos de la realidad, de hecho es una mentira en la que nos apoyamos para seguir adelante. Sin embargo, a pesar de que esa persona se vaya también deja muchísimas cosas en ese hueco que ya no llena físicamente, son cosas que nos cuesta observar la primera vez y las dejamos un poco aisladas hasta que nuestras lagrimas paran y podemos observar más allá de la tristeza, en ese momento vemos que aquellas semillas han germinado y tenemos un enorme vergel florecido del que también emerge parte de nuestra persona, parte de nuestro futuro y evidentemente una gran parte de nuestro presente.
Ojalá algún día podamos admirar el valor que tiene la muerte, más allá de la tristeza y del pesado trabajo de desapego que implica, cuando la muerte aparece no se lleva nada a cambio de nada, siempre siempre deja regalos que sólo podemos ver si abrimos los ojos y no nos obcecamos con nuestra imperiosa necesidad de una vida perfecta. Yo creo que precisamente la perfección de la vida es precisamente esa relación que tiene con la muerte.
Como he dicho antes, en un primer momento el dolor es insoportable y en muchas ocasiones puede llegar a ser inevitable, pero cuando los océanos se calman... hay un paraíso dispuesto para nosotros, un paraíso en el que poder apoyarnos y reafirmarnos pero sobretodo del que sentirnos orgullosos y dar las gracias por haber tenido la oportunidad de conocer a esa persona que ya no está y también por haber podido disfrutar de esa persona como un maestro, porque al final quienes nos rodean son maestros.
El tiempo te ayuda a que la tristeza cambie de forma, las lágrimas se convierten entonces en una sensación diferente, no lloras ni ries pero sientes cierta paz... añoras y ves todo en lo que repercute la ausencia de alguien, como la vida hila y conecta y eso nos convierte en piezas de un puzzle enorme... cuando una pieza falta todo lo que hay alrededor se ve influenciado y sufre cambios, se adapta de otra forma... a veces esas formas no nos parecen las más adecuadas, sobretodo si quien muere es un pilar fundamental en una familia, entonces todo se des-estructura y va directo a la desarmonía y al caos, puede incluso que algunas personas dejen de hablarse. A mi parecer ahí hay mucho más, es mucho más que desequilibrio, es un cúmulo de emociones no transmutadas y por supuesto una evidente falta de aceptación, también es porque la muerte muchas veces despierta la parte "mas oscura" de cada uno, ya que es parte de su trabajo como transformadora, en estos casos solo nos queda sacar lo mejor de nosotros y darle tiempo para que cada cosa vuelva a su lugar.
Espero que este texto, dedicado principalmente a mi abuelo, os ayude a comprender mejor y sobretodo os libere algo de peso de vuestra tristeza.
Gracias por haberme enseñado a ser mejor.
(Incluso con tu ausencia).
(Incluso con tu ausencia).
No hay comentarios:
Publicar un comentario